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Cambios y expectativas



Dos cuestiones, casi obvias, surgen cuando el Presidente de la República decide hacer cambios en su entorno. Por qué se van los que salen y por qué vienen los que entran. Sobre estas dos preguntas básicas, los periodistas nos han acostumbrado a formar parte de una cadena infinita de suposiciones y conjeturas en la lógica de los astrólogos, para luego afirmar, como un nefasto conductor de TV del pasado, «yo lo dije», si se diera el caso.
Lo cierto es que a estas alturas César Villanueva –fiel a su estilo– salió del Premierato sin tirar la puerta, lo que significa, de alguna manera, que la deja abierta para volver a trasponerla en algún momento propicio en el futuro. Si el Presidente estuvo ofuscado con él por no «cubrirle las espaldas» en su viaje a España, que personajes que pululan en Palacio lo querían fuera, que no tenía capacidad de decisión en la reconstrucción del Norte o que está comprometido con operaciones de Odebrecht son, ni más ni menos, presunciones con las que se arman las «noticias-reality» que buscan entretenernos, pero no informarnos.
Salir del Gabinete significa, generalmente, un costo político que Villanueva no parece que fuera a pagar. Su retiro no lo conduce a su casa, sino a optar por alguna alternativa en una serie de oportunidades para continuar con su carrera política. Pero, sí parece que dejará un vacío en las coordinaciones que buscaban construir un precario piso político al Ejecutivo, que se debía a un estricto capital individual. Nos referimos a los espacios paulatinamente consolidados que permitían consensuar a las autoridades de los diferentes niveles del Estado, como los GORE Ejecutivo y MUNI Ejecutivo.
En suma, su poca empatía mediática la suple con creces con su capacidad para conversar, coordinar y consensuar, lo que no significa incapacidad para definir oponentes. Todos ellos son elementos escasísimos en la política peruana actual. Sin embargo, es cierto que pudo conducir un Gabinete de mayor calidad, aunque, desgraciadamente, condicionamientos que pudo manejar de mejor manera impidieron que esto sucediera.
Entonces, dejemos que las razones existentes entre el presidente Vizcarra y su ahora expremier Cesar Villanueva para tomar las decisiones que conocemos las divulguen, en su momento, ellos mismos.
Por otro lado, es innegable la buena opinión que ha generado la designación de Salvador del Solar como Premier en gran parte de los analistas capitalinos, así como los nuevos ministros. También que se haya mostrado una paridad numérica de género en el Gabinete.
Decíamos que Villanueva no es ni mucho menos una persona que se desenvuelva con naturalidad en los medios de comunicación. Por el contrario, la gran fortaleza de Del Solar es precisamente esto. En esa línea, podríamos comprender su designación si los asesores del Ejecutivo hubiesen ubicado problemas de comunicación. Pero, no parece ser así.
En su lugar, diera la impresión de que el creciente malestar ciudadano puntualiza deficiencias en la priorización, la gestión y, fundamentalmente, la habilidad política para formular acuerdos, promover la participación y, subrayar esto último, habilitar la comunicación adecuada. Entonces, la pregunta que surge es si más allá de las cualidades personales y profesionales de los nuevos integrantes del Gabinete, pueden manejar estos desafíos mostrando resultados en el corto plazo, digamos en el mes de julio.
En esa línea, veamos qué nos anuncia el flamante Premier en su presentación ante el Congreso. Es crucial para la estabilidad del Gobierno saber qué van a hacer, cómo, con quién y en qué plazos. Como nunca en las recientes décadas, se demanda política, un bien escaso en la actualidad.


desco Opina / 15 de marzo de 2019

Se quiebra el sur


La visita de los gobernadores Zenón Cuevas y Walter Aduviri, de Moquegua y Puno respectivamente, al mandatario boliviano Evo Morales, se vislumbraba como un primer paso para la formación de un bloque poderoso del sur, uno que busque hacer visibles y posibles varias reivindicaciones comunes y proyectos conjuntos, como el gasoducto del sur y la petroquímica. Las declaraciones posteriores, ya en el ejercicio de funciones, y las propuestas de otros gobernadores del sur vinculadas al gas boliviano, reforzaban esa esperanza; sin embargo, en febrero todo se desvaneció.
Dos hechos han implosionado el bloque. El primero, el reproche de Walter Aduviri a su homólogo arequipeño, Elmer Cáceres Llica, de no poder entablar diálogo alguno por su falta de interés y porque usualmente, “está borracho” durante los GORE convocados por el Ejecutivo. El segundo, el izamiento de la bandera de Puno en Pasto Grande, territorio en disputa  reclamado por los puneños, pero asumido por los moqueguanos como parte de su jurisdicción. Walter Aduviri también fue el protagonista de este incidente.
Cáceres Llica no ha respondido a Aduviri Calisaya –al menos no públicamente–, pues en enero su jefe de prensa anunció que no haría declaraciones a medios durante los primeros 100 días de su gestión. Pese al silencio, lo que se vislumbra es una batalla intestina por el agua, por la construcción de la represa Paltuture (antes Paltiture), anunciada anualmente por el Ejecutivo desde la presidencia de Alejandro Toledo.
Respecto al segundo incidente, Zenón Cuevas ha hecho público un pronunciamiento oficial. En uno de los puntos señala que interpondrá acciones legales para deslindar responsabilidades por los hechos ocurridos ese día y que defenderá legal y pacíficamente sus legítimos derechos respecto a este territorio; mientras, Walter Aduviri denunció un intento de asesinato en su contra de parte de funcionarios moqueguanos. Aquí tampoco hay un buen augurio sobre este problema limítrofe.
Entre tanto, el Ejecutivo está aliviado. Si antes se mostraron nerviosos por la presión de los gobernadores sobre el gasoducto del sur, ahora respiran tranquilos. A solicitud del Ministerio de Energía y Minas y Proinversión, una consultora viene evaluando tres nuevos trazos para el gasoducto. Así las cosas, la reiteración del pedido del gas boliviano para Puno planteada por Walter Aduviri, será tomada como una pataleta personal y no como la reivindicación de un bloque. El GORE seguirá siendo un espacio para que cada gobernador gestione dinero para su jurisdicción, desvaneciéndose la posibilidad de articular esfuerzos territoriales que propongan una política conjunta. Lo único que queda es que la ciudadanía alce la voz, porque si depende de los gobernadores, serán otros cuatro años perdidos.
En este marco, está en agenda la necesidad de recuperar la capacidad de pensar la Macrorregión Sur como el territorio articulado e integrado que permita hacer contrapeso efectivo al centralismo limeño, lo que implica ampliar la mirada localista que ha estado vigente en los gobernadores regionales desde que se establecieran las regiones sobre la base de los departamentos.

desco Opina - Regional / 8 de marzo de 2019
Programa Regional Sur - descosur

Cuando calienta el sol


Las encuestas más recientes registran el descenso de la aprobación presidencial en el último mes. Mientras una de ellas muestra una caída de 4 puntos, la otra evidencia una pérdida de 5 puntos, coincidiendo ambas en que es en el sur donde se ve más afectado el mandatario, descendiendo 7, afectado entre otras cosas, por las dificultades del Estado para responder a los huaicos y los eventos naturales que golpean esa zona del país.
En tanto que se trata del segundo mes en el que la popularidad de Martín Vizcarra desciende, distintos periodistas y analistas creen que estamos próximos al fin de la sintonía del mandatario y la opinión pública, facilitada por el referéndum, pero especialmente por su posicionamiento en materia de corrupción. Lo cierto es que en las últimas semanas, no obstante la marcha del proceso Lava Jato y la suscripción del acuerdo con Odebrecht, las debilidades y limitaciones del gobierno se han evidenciado.
Los fenómenos naturales del sur se repitieron en el centro y el norte del país. En esta región, las lluvias e inundaciones en Piura, Tumbes y Lambayeque, mostraron el nulo avance de la reconstrucción y desnudaron la retórica vacía de nuestras principales autoridades, tratando de explicar la incapacidad de la gestión pública y el condenable retraso que hay en un proceso próximo a cumplir dos años. Ver recientemente en los medios de comunicación, cómo mientras Sullana se inundaba, una ministra, en nombre de la prevención anunciaba el envío de «ayuda humanitaria» en el BAP Pisco, fue el mejor indicativo de nuestra precariedad.
Pero con los fenómenos naturales, distintos malestares se expresaron también en el interior del país. El paro agrario de 48 horas en Cusco –exigiendo declarar en emergencia la agricultura de la región y contra un supuesto intento de privatizar el agua– como una medida similar, llevada adelante en Huánuco contra la venta de la hidroeléctrica Chaglla de Odebrecht a una empresa china, pusieron a prueba la capacidad del gobierno, que por el momento ha salido bien librado en ambos trances, aunque no ha resuelto los temas de fondo. Más ampliamente, la huelga nacional de transportistas que puso en jaque al país, concluyó con un acuerdo entre el gremio y el Ejecutivo que fue una derrota del gobierno que insiste en mantener el peso de los impuestos indirectos (el selectivo al consumo, en este caso), para no abordar el tema de las exoneraciones tributarias.
La pregunta de fondo es si estos malestares pueden multiplicarse y generalizarse al extremo de terminar con la relación entre el Presidente y la opinión pública. Sin negar que los mismos la desgastan, no creemos que en un plazo cercano estén en condiciones de liquidarla. No obstante las importantes limitaciones y debilidades de un gobierno que en todas las encuestas, puntos más o menos, aparece desde su inicio como carente de un plan de desarrollo y poco capaz de reactivar la economía, el principal capital del mandatario está ligado a la imagen que da en el enfrentamiento contra la corrupción, que encabeza largamente el ranking de la percepción ciudadana de los principales problemas del país.
Así lo han entendido sus adversarios más enconados y asustados, con el expresidente García a la cabeza. De allí que empiecen a multiplicarse las acusaciones de supuestas vinculaciones del mandatario con el Club de la Construcción y con la misma Odebrecht. El ruido es alto y en su versión maximalista se intenta construir un escenario futuro de vacancia, como la única manera de hacer el «control de daños» que desesperadamente buscan distintos sectores políticos y empresariales del país, que sienten que Lava Jato les respira en la nuca. El mandatario, que desde meses atrás es acusado alegremente de manejar al Ministerio Público y a sectores del Poder Judicial, responde hasta ahora sin nerviosismo, aunque a veces con poca claridad, abriéndose flancos que después, él mismo cierra. Ese parece ser su estilo. Recordemos que si en diciembre indicó que personalmente estaba en contra de la posibilidad de Odebrecht de seguir contratando con el Estado como parte del Acuerdo, desde enero fue un entusiasta impulsor de éste.
La historia de la corrupción en la obra pública es vieja y definitivamente previa a Odebrecht. El mandatario, como muchos peruanos, seguramente lo intuye. Se trata de poderes y formas de hacer negocios que explican muchas de las fortunas nacionales. Esa es la «construcción» que está hoy amenazada. Enfrentarla, más aún cuando la información llega de afuera y no puede cernirse fácilmente, le seguirá dando aire al mandatario, más allá de sus limitaciones para gobernar.


desco Opina / 1º de marzo de 2019