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Lloviendo sobre mojado: la caída de la fibra de alpaca


La alpaca, por la calidad de su fibra, fue declarada producto bandera del país hace varios años y constituye hoy en día un recurso emblemático, pues los casi cuatro millones de ejemplares que tenemos en nuestro territorio, representan el 80% de las alpacas que existen en el planeta. Un 15% se halla en Bolivia y el resto en los países andinos; algunos miles en Australia y Estados Unidos.
El cierre de los mercados internacionales como consecuencia de la pandemia, ha paralizado las exportaciones y profundizado la caída de los ingresos que recibían los criadores por la venta de la fibra, que ya venían bajando de manera dramática desde fines del año 2018, cuando llegaron a pagarles entre 18 y 20 soles por la libra (460 gramos) de fibra blanca. A comienzos de este año se cotizaba entre 10 y 11 soles la libra. Luego de decretada la cuarentena y la inamovilidad, se suspendieron las compras de las principales empresas textiles instaladas en Arequipa y de los acopiadores intermediarios que tradicionalmente acudían a las ferias o las estancias alpaqueras. Las últimas semanas, los intermediarios han iniciado nuevamente las compras, pero a precios que oscilan entre los 6 y 7 soles la libra, con una clara y preocupante tendencia a la baja.
En la crisis financiera internacional del 2008, los criadores enfrentaron una situación similar en la disminución de precios de su producto, de 11 soles por libra en promedio, pasó a 3 soles, y el precio demoró varios años en recuperarse. A esto se sumó que, a diferencia de los bancos, que tuvieron medidas de salvataje, los criadores no tuvieron ningún apoyo gubernamental para afrontar la reducción de sus ingresos, que llegó a caer en 70%.
A este oscuro panorama, hay que añadirle la estocada que asestó recientemente la organización Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA), asociación especializada en promover el consumo vegetariano y la defensa de los animales. Hace unas semanas difundió en las redes un video denunciando el maltrato de las alpacas durante la esquila en el fundo Mallkini de la empresa Michell, y llamando a los consumidores a no comprar ni usar prendas que contengan fibra de alpaca. El video se ha viralizado y habría ocasionado como reacción inicial, la suspensión de compras de otras marcas globales de fibra de alpaca para sus confecciones a Michell; sin embargo, es probable que la afectación de esta campaña comprometa a toda la cadena, perjudicando al eslabón más débil: el productor.
El video presenta escenas magnificadas en la edición (del sonido) de maltrato por parte del personal asignado a la esquila, de un hecho que se encuentra en investigación, sin consideración ni conocimiento de la naturaleza de esta ganadería, que constituye un aporte de nuestra cultura originaria para la humanidad; pero sobre todo, una fuente de ingresos para un importante sector de la población altoandina de nuestro país.
La crianza de alpacas y de los camélidos en general, cuya domesticación se remonta a los 6000 años AC, ha sido el sostén de millones de personas a lo largo de nuestra historia, lo que se manifiesta en la armoniosa relación existente entre los criadores y sus rebaños. Además, en la actualidad, esta crianza cumple un rol importantísimo en la sostenibilidad ambiental de las praderas altoandinas que brindan los recursos hídricos que hacen posible la vida en las principales ciudades costeras de nuestro país, lo que debiera merecer un mayor reconocimiento de parte del Estado, efectivizando la norma de reconocimiento de los servicios ecosistémicos.
Esperemos que este hecho aislado, que definitivamente está reñido con las buenas prácticas desarrolladas por los criadores altoandinos, no repercuta de manera negativa y conlleve a un mayor deterioro de las ya precarias condiciones de vida en las familias alpaqueras, tradicionalmente excluidas de las políticas oficiales, y que la declaración de Producto Bandera de hace años, no siga siendo un «saludo a la bandera».

desco Opina - Regional / 26 de junio de 2020
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Cuando gobernar sí importa


El pecado capital en la ciencia es hacer preguntas para las que no ves posibilidad de respuesta, como en política lo es dar órdenes que piensas que no serán obedecidas, o en re­ligión rezar por aquello que no piensas que Dios vaya a dar.
R.G.Collingwood


Haber aceptado que el gobierno del presidente Vizcarra está haciendo –«heroicamente»– lo que puede con lo que tiene, terminó siendo lo mismo que aceptar su defensa del capital, para evitar su depreciación en estas circunstancias de crisis. Por supuesto, defender el capital a costas del trabajo, del poquísimo trabajo formal existente en el país. Pero el problema no es exclusivamente él, que, al fin y al cabo, parece haber estado conduciéndose según todos los pronósticos esperables de un gobernante que siempre manifestó que su único objetivo era llegar al 2021.
El asunto es que, como plantea Amartya Sen, “hacer frente a una calamidad social no es como pelear una guerra que funciona mejor cuando un líder puede usar el poder de arriba hacia abajo para ordenar a todos que hagan lo que el líder quiere, sin necesidad de consultas. Por el contrario, lo que se necesita para hacer frente a una calamidad social es la gobernanza participativa y la discusión pública alerta”.
Las crisis, cualquiera sea su origen, demandan conducción, coordinación y, sobre todo, convocatoria. En otras palabras, exigen gobierno. Entonces, y seamos claros en esto, además de un Ejecutivo que no puede gobernar, las cosas empeoran cuando desatamos fantasías para no enfrentar la realidad. Como cuando decimos que el resultado es consecuencia exclusiva de 20 años de crecimiento miserablemente desperdiciado o, más sorprendente aun, que felizmente se tomaron las medidas a tiempo para evitar una catástrofe, como si estar en el grupo líder global de indicadores negativos es menos que un detalle.
En suma, la justificación que nos formulamos de la debacle es prácticamente la que le dio el alacrán a la rana, al darle el piquete mortal: somos así, es nuestra naturaleza. No está en nosotros fiscalizar, exigir o controlar una situación que demanda con creces estas funciones. En suma, lo obvio, la falta de gobierno, lo escondemos tras cualquier pretexto que surja como salvavidas.
No se trata de si aprobamos lo que hace el Mandatario –como si hubiera alguna alternativa– cuando lo que debe preguntarse es cuánta confianza nos genera. Porque, recordemos, nuestra democracia puede soportar un Presidente con 80% de aprobación en medio de una alta inestabilidad, como le sucede a Vizcarra y, por otro lado, tenerlo con 4% de aceptación, como Toledo en su momento, sin que el piso se le haya movido lo suficiente como para que dejara sus funciones.
Entonces, gobernar en estas circunstancias de crisis sanitaria era detener rápidamente la propagación, en la que el distanciamiento social resultaba un mecanismo importante. Hasta allí, todo bien. El problema vino cuando al intentar desacelerar la propagación de la enfermedad no se tuvo en cuenta que ésta impactaba de manera diferencial en la sociedad y podía causar verdaderos estragos, como finalmente sucedió, entre los pobres, vulnerables y precarizados que componen la inmensa mayoría del país.
Luego, debe aceptarse que el empleo y los ingresos son las preocupaciones centrales para cubrir a la población que ha sido más afectada. Pero esto pierde alcance irremediablemente cuando se estima que es un medio para restablecer una «demanda» genérica. Lo que ha mostrado la experiencia es que los golpes en los ingresos de los pobres urbanos, devasta fundamentalmente sus medios de vida, es decir, la accesibilidad a los alimentos.
Así, la tarea central del gobierno para prevenir la calamidad social debió ser escuchar cuáles son los problemas, dónde están exactamente y cómo afectan a las víctimas. Además de escuchar y alentar las vocerías desde la sociedad, debió promover también el debate y difundir al máximo la información.
Por eso, arrojar indiscriminadamente grandes cantidades de dinero, desde un infame helicóptero o repartiendo bonos sin ton ni son, no es una forma efectiva de lidiar con la enorme cantidad y calidad de dificultades que irán revelando paulatinamente la economía y la sociedad. Podemos tener una larga lista de cuellos de botella, podemos descubrir cada vez más situaciones a tratar y las respuestas políticas requeridas suelen ser sencillas. Sin embargo, de lo que se trata es que no vamos a barajar algunos, muchos o incluso la mayoría de ellos para obtener un buen manejo de la situación. Lo único dable es identificar y tratar con todos ellos.
Ahora bien, eliminarlos será enormemente costoso. En promedio global, los diversos planes anunciados por muchos gobiernos podrían costar el 5% del PBI, posiblemente mucho más y esto significa que tendremos que elaborar cuidadosamente las medidas de política con un ojo vigilante sobre la efectividad.
Entonces, para finalizar, la eficacia del gasto público que siempre es un desafío, lo es más en situaciones de emergencia porque, entre otros aspectos, deberá ponerse de lado algunas reglas presupuestarias explícitas o implícitas y prácticas de gestión prudente. Para empeorar las cosas, realmente no sabemos cuánto se necesitará, y la factura podría crecer a medida que descubramos más y más situaciones que deben ser intervenidas.



desco Opina / 19 de junio de 2020

Las limitaciones del Estado para afrontar la pandemia en la selva central




Al inicio de la emergencia, algunos sectores de la comunidad académica extranjera sostenían la hipótesis que el clima cálido reduce la transmisión del Covid-19, pero las evidencias de fines de marzo y comienzos de abril mostraban que en ciertas zonas de la Amazonía peruana como Iquitos, la propagación había sido explosiva. En la selva central (Chanchamayo, Oxapampa y Satipo) aparecieron también por esas fechas los primeros casos).
El sistema público de salud en la selva central se basa sobre todo en postas o centros de salud de atención ambulatoria (categoría I); 4 hospitales II-1 en Oxapampa, Pangoa, Satipo, Pichanaqui (atención ambulatoria y hospitalaria en cuatro especialidades básicas), y solo un hospital con atención especializada (II-2) en La Merced, lo que es a todas luces limitado para combatir una pandemia con la complejidad del Covid-19. A esto debemos agregar la limitada disponibilidad de personal médico. Por ello, a pesar de las deficiencias en la logística de transporte, los pacientes deben ser derivados a las capitales provinciales y regionales (Huancayo o Cerro de Pasco).
En un primer momento los pobladores acataron masivamente el aislamiento social, quedando policías, militares y serenos municipales a cargo del cuidado de las calles y fronteras provinciales. Pero la situación se viene desbordando no sólo por la emergencia sanitaria, sino también por la situación económica que está afectando a muchas familias sin ingresos estables y limitado acceso a los bonos del Estado o a las canastas alimenticias. En este escenario, hay pobladores que apelan a la venta de sus enseres y artículos familiares, la reconversión de muchas tiendas y al trabajo en la cosecha de café, ante la escasez de mano de obra porque las tradicionales cuadrillas de migrantes andinos no han podido llegar.
El turismo está paralizado y la caficultura recién ha empezado a aplicar protocolos para reactivarse a niveles previos a la cuarentena, a pesar de la restricción del uso de vehículos particulares, en especial de las motocicletas, teniendo la población rural muchas limitaciones para poder tramitar pases a través de internet, y acceder a los bancos, farmacias y centros de abastos ubicados en centros urbanos. Cabe resaltar que, a pesar de la limitada calidad de la conectividad, internet es la herramienta que la población está tratando de aprovechar para difundir información, construir negocios y fortalecer las estrategias de educación a distancia, entre otras.
Por su parte, las federaciones nativas han empezado a demandar al gobierno central la implementación de un Plan de Atención dirigido a los pueblos indígenas de selva central ante la pandemia.
En cuanto a los gobiernos locales, se ha constatado reacciones diferentes: algunos se limitaron a replicar las medidas del gobierno central, en tanto otras reconocieron sus realidades e interpretaron las necesidades locales, prestando servicios como el de cabinas de internet para que los pobladores verifiquen o tramiten el acceso a bonos, la devolución de fondos de AFP, transferencias bancarias, entre otras.
El fenómeno de la migración de “retornantes” se manifestó también en la selva central. La subterránea oferta de pasajes desde Lima y otras ciudades andinas hasta puntos clave desde donde se caminaba por senderos dentro del bosque, incluso, por ríos y quebradas navegables de la selva baja, incrementó el ingreso de personas sin asumir cuarentenas, aislamientos o algún control de salud. Ante ello, las comunidades nativas establecieron controles en sus territorios, al igual que las rondas urbanas formadas a raíz de la pandemia. Estas últimas están prácticamente desactivadas; debido al incremento de los contagios comunitarios y la negativa de las autoridades locales a aceptar la participación ciudadana en los Comando Covid locales, integrados en exclusiva por la PNP, el ejército y el sector Salud. El riesgo es que la última extensión de la emergencia sanitaria pueda quebrarse debido a que las capacidades estatales son insuficientes si no se logra la participación de la ciudadanía organizada. 

Si bien en la selva central no hay un crecimiento exponencial de casos ni de muertes por Covid-19, el desenlace de la pandemia está aún lejano y el impacto económico de la misma afectará seriamente los niveles de vida locales, incrementando la pobreza. Es un reto grande para la población recuperar sus estándares de actividad y sus ingresos. Para el Estado, el reto reside en apoyar la recuperación económica y mejorar la calidad y cobertura de los servicios públicos de salud para afrontar situaciones como las que se están viviendo. La experiencia deja además en claro, que es necesario actuar con políticas y medidas diferenciadas en función de las características de cada región, diversificando las estrategias en vez de aplicar políticas únicas en un país tan diverso y heterogéneo como el nuestro.





desco Opina - Regional / 12 de junio de 2020
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