Ni el propio Alan García Pérez se había imaginado que su segundo gobierno se iba a desgastar tan rápidamente antes de llegar a su tramo final. Atrás quedaron los orgullosos 57 o 64 puntos de aprobación que obtenía de la opinión pública limeña. Ahora, con un poco más de dos centenares de conflictos sociales en todo el país, con la mayor parte de sus cuadros políticos «quemados» luego de una pésima o corrupta gestión al frente de algún ministerio, la PCM o el Congreso, y una represa de cifras macroeconómicas a punto de colapsar, el Presidente García no tiene tiempo sino para trabajar exclusivamente en cómo ganar a la base de la pirámide social del Perú aunque no gane las elecciones presidenciales del 2011, pero sí tener opciones para el 2016.
Alan García quisiera salir por la puerta grande de la historia. No puede darse el lujo de terminar este segundo mandato en medio del fracaso, las pifias y el abucheo. Por esta razón, ha reorientado su estrategia de gobierno en torno a la idiosincrasia más enraizada que existe en una sociedad tan desigual y desinstitucionalizada como la nuestra: «roba pero hace obras». Las quejas de corrupción no le preocupan. Si así fuera, Kouri y Castañeda habrían dejado sus honorables cargos debido a sendos juicios por sobrevaloración de obras; sin embargo, gozan de un respaldo popular envidiable para Palacio de gobierno. Las obras de concreto, aunque consumen mucho tiempo y molestia, podrán generan escándalo mediático pero no necesariamente rechazo. Por el contrario, elevan el respaldo popular.
Esta estrategia funcionó muy bien también con Alberto Fujimori. Durante su gobierno, bajo los grandes programas de focalización orientados por la demanda –esto es, los núcleos ejecutores–, se construyeron cientos de colegios y postas médicas. También se hicieron miles de kilómetros de caminos y puentes. Se concretaron proyectos de irrigación, obras sanitarias e incluso plazas y parques. Se repartieron alimentos a las familias de las zonas más empobrecidas a escalas nunca antes vistas, en cientos de comunidades y distritos donde nunca antes había llegado un Presidente del Perú. Las evaluaciones reportaban que el modelo de los núcleos ejecutores funcionaba, pues se repartía los beneficios allí donde era necesario. Pero estas mismas evaluaciones también reportaron un detalle singular, el momento y monto de la ejecución de los proyectos era clave para comprar el respaldo popular. La experiencia de Puno, luego de la derrota del referéndum constitucional de 1993, fue uno de los tantos ejemplos que demostraron que esto fue así.
Por ello, cuando las primeras evidencias de corrupción comenzaron a mostrar el lado oculto y pecuniario de la gestión fujimorista, resultaba notable observar que una parte mayoritaria de la población se resistía a desaprobar la gestión del «Chino» ¿Por qué? Porque a pesar de los millones de dólares que se decía que Fujimori había robado, lo importante era que el pueblo veía en él, al Presidente que hacía obras como nunca antes nadie lo había hecho.
Por eso el actual momento es circunstancialmente propicio para Alan García. Una gran crisis global amenaza la bonanza económica doméstica que él hubiera deseado dure milagrosamente hasta el 2011. Sólo tiene unos cuantos millones de soles embalsados en los gobiernos regionales y locales y en el presupuesto de inversiones del próximo año para lograr algún efecto hasta mediados del 2010 y luego empezar a encandilar con su voz a todas las sangres. Por eso la decisión es apresurada: el Estado debe gastar más y rápidamente para recuperar la confianza del pueblo comprándolos con obras. Después de todo, es preciso hacerlo, cuando tanto propios como extraños no van a calificarlo de populista, ¿Acaso no ven que estamos en crisis?
Es por eso que esta estrategia quedaría coja si no complementa sus acciones con una campaña comunicacional agresiva para minimizar las voces disonantes y envidiosas de sus críticos y detractores. Por eso la ley mordaza y las amenazas sórdidas a los bloggers. Por eso también las cuentas circenses de facebook y twitter de su Ministerio de Justicia como si estas pudieran lavarle la cara a uno de los poderes más desprestigiados y corruptos de nuestro país. Pero le es necesario seguir esta ruta para garantizar el fortalecimiento de su partido en los próximos dos años a costa de los naturales pies de lastre del Estado en contraste con la elevada eficiencia y efectividad del andamiaje que logre montar paralelo a éste. Este exo-estado es su última apuesta para recuperar al Perú.
No obstante, hay un gran supuesto en su diagnóstico, que se constituye como la principal frontera de su apuesta. Que el 2010 habrá una recuperación de la economía mundial y que el Perú mejorará al mismo ritmo que ella. Pero las crisis financieras de fines de los noventa demuestran lo equivocado que está. Estas socavaron las bases sociales de Fujimori, y la actual crisis, definitivamente acabará con su gobierno.
desco Opina / 24 de agosto 2009
Fecha: 08/2009. Descargar AQUI