Desde inicios del año se anuncian las posibles consecuencias
que dejará el fenómeno El Niño en nuestro país. Casi por coincidencia, en esta
ocasión las autoridades subnacionales entrantes son quienes asumen la
responsabilidad administrativa de este problema en sus jurisdicciones, haciendo
presumir una escasa experiencia para afrontar esta clase de situaciones.
La coyuntura, sin embargo, fue suficiente para que el gobierno
central asuma de manera directa la disposición de recursos financieros para
acciones de prevención, pretexto de la falta de experiencia en la gestión por
parte de las nuevas autoridades.
La selva central no está ajena a las consecuencias del
fenómeno El Niño, ni tampoco a la urgencia de invertir en prevención. Sin
embargo, a pesar de ser una región que soporta fuertes embates climáticos con
cierta regularidad, no realiza un registro técnico de las ocurrencias
climatológicas ni de los daños de un fenómeno como El Niño; y, a pesar de que los estragos
ya se están haciendo visibles, no tiene identificado a este
tipo de fenómenos climatológicos de manera específica.
El Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) señala
que, de acuerdo al Sistema Nacional de Defensa Civil (SINADECI), cada jurisdicción
municipal debe instalar comités de Defensa Civil. Los comités son encabezados
por el alcalde y deben convocar a la sociedad civil y al sector público local para
diseñar y ejecutar medidas de corto, mediano y largo plazo. Adicionalmente,
cada jurisdicción debe diseñar planes operativos para la administración de los desastres;
instalar centros de operaciones de emergencia cuando se necesite; y, tal vez el
punto más importante, implementar estrategias de educación en desastres
enfocadas a funcionarios públicos y población en general.
En la actualidad, sin embargo, estos espacios suelen
desempeñar un papel casi alegórico dada la ausencia de instrumentos de gestión (como
mapas de riesgos locales) y presupuesto; ambos necesarios para actividades de
prevención.
Futuros instrumentos de gestión deben de contemplar no
sólo los puntos críticos del territorio, sino también el papel y responsabilidades
de todos los actores locales para prevenir y gestionar desastres. No está demás mencionar que
los instrumentos legales de alcance nacional existen, pero, por diversas causas,
su aplicación no sería de prioridad para
los gobiernos locales.
La incertidumbre frente al fenómeno de El Niño se
manifiesta en la incomodidad mostrada por los alcaldes de la selva central al
denunciar una supuesta falta de atención a problemas que, desde su punto de
vista, deben priorizarse. Sus reclamos se sustentan en la ya típica desatención
desde algunos sectores del Estado peruano, amplificada por la falta de una vinculación
clara entre la selva peruana y el fenómeno El Niño.
Lo cierto es que el vínculo entre la selva y El Niño no
ha sido definido simplemente porque no existen los estudios técnicos ni los datos
necesarios para establecer la relación. Por ejemplo, hace varios años se habla
de la pérdida paulatina de recursos hídricos en la selva central. Sin embargo, esta
afirmación se basa únicamente en percepciones No existen estaciones ni
instrumentos de monitoreo del caudal en ríos y quebradas que permitan sustentar
la afirmación.
De la misma manera, a pesar de que la ocurrencia de
climas extremos no habituales (friaje, calor excesivo) es un tema que ocupa
muchos discursos supuestamente técnicos, no existen suficientes estaciones
meteorológicas y ni datos históricos procesados que nos digan qué es lo que está
pasando. Sin estudios ni equipo apropiado es preocupante que haya quienes se atrevan
a lanzar afirmaciones que minimicen el impacto de El Niño en la selva central.
Lo cierto es que, ante la falta de una cultura de
prevención y la ausencia de registros históricos y mapas de vulnerabilidades
locales, ni siquiera el gobierno central tiene la certeza de qué es lo que se
debe de priorizar ni cuánto se necesita invertir.
desco
Opina - Regional / 18 de diciembre de 2015
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