jueves

De nuevo y a reacomodarse


Que el suicidio de Alan García no delineaba heroísmos ni cobardías, lo prueba el hecho de que días después, finalizada la Semana Santa, rápidamente los peruanos y peruanas volvimos a nuestras tribulaciones cotidianas que, como muestran incansablemente las encuestas desde hace décadas, pasan por cuestiones sideralmente lejanas a los políticos y los medios de comunicación. Hubo consternación, claro que sí, pero no duelo.
Fue un hecho personalísimo capaz de ser explicado únicamente por el psicoanalista del expresidente. Todo lo demás que se diga, sólo expresa frustraciones, deseos no cumplidos, aspiraciones personales y un largo etcétera que no quieren tomar en cuenta que el referente simplemente, ya murió.
Asimismo, el acto cometido por el expresidente no alterará el rumbo que han adoptado las acciones judiciales ya programadas. Se llevan a cabo los interrogatorios previstos con Jorge Barata y otros, esperando cuánta novedad traerán ante lo que ya se sabe. Pero, eso sí, pase lo que pase, ya no se enjuiciará a Alan García ni se le encarcelará si se probara su culpabilidad: el símbolo per se de la corrupción en la mente de la gran mayoría de peruanos ya salió del juego, así no nos guste. Por supuesto, como se adelanta desde ya, quedará el consuelo del «triunfo moral», ese gran artífice de la historia nacional.
Entonces, decíamos, hemos vuelto a la normalidad y nada mejor que constatando los problemas recientes que tiene el Ejecutivo para gobernar, como se evidencia, entre otras situaciones, en la forma que está adoptando lo que acontece alrededor de Las Bambas.
Al respecto, una cuestión es cómo se manejan los desafíos que puedan poner sobre la mesa aquellos con quienes se está negociando, en este caso los dirigentes de las comunidades campesinas, pero otra muy diferente, es cómo se manejan los desatinos propios.
A estas alturas, no debe caber duda en el Ejecutivo que haber propuesto la presencia del Poder Judicial y el Ministerio Público en las negociaciones, luego de que se le exigiera la liberación de los dirigentes campesinos y asesores presos, fue un tremendo error, por decir lo menos. Desde ya, Gregorio Rojas, presidente de la comunidad de Fuerabamba, ha subrayado que la resolución de la actual tensión pasa por la liberación de las personas referidas, mediante una amnistía que debe ser procesada en el Congreso. En otras palabras, descoloca al Ejecutivo, agregando un nuevo actor estatal al escenario conflictivo.
Por ahora, Las Bambas deja de ser un conflicto circunscrito a los impactos sociales ocasionados por la actividad minera y ha tomado visos eminentemente políticos, donde los dirigentes campesinos parecen desenvolverse con bastante más propiedad que los representantes del Estado peruano. El mar no tan de fondo de todo esto es que la paralización del referido proyecto, pone en duda las modestas cifras de crecimiento que se han propuesto las autoridades para el presente año.
En este escenario, empiezan a quedar atrás las dudas y emergen certezas sobre la reforma política que tan buenos réditos diera al presidente Vizcarra en el primer tramo de su administración. Todo parece indicar que la modorra y el desinterés sobre estos asuntos no son privativos del Congreso, sino compartidos por el Ejecutivo.
Tras haber presentado al Legislativo doce proyectos de ley el pasado 10 de abril, no parece existir entusiasmo alguno para aligerar su aprobación. Al respecto, la premura en su presentación se justifica en tanto parte importante de las propuestas necesitan reformas constitucionales que deben iniciarse inmediatamente, para tener afianzado el marco normativo electoral y de partidos políticos el 2021. Por esta vía el Ejecutivo apenas salva su responsabilidad en las formas.


desco Opina / 25 de abril de 2019

miércoles

Cien días de incertidumbre en Arequipa


El pasado sábado 13 de abril el gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, rompió su silencio. En una presentación oficial, ante un conjunto de autoridades regionales, ofreció el balance de sus primeros cien días de gobierno. Su discurso nos sigue dejando un sabor a incertidumbre, que es lo que hemos vivido durante toda esta primera temporada.
El discurso fue otro listado de promesas de inversión; como la construcción de un nuevo hospital en el Cono Norte de Arequipa, la mejora de la infraestructura del hospital Goyeneche, la compra de ambulancias para provincias y la adquisición de medicinas, pero no hubo palabras sobre los problemas que enfrentamos en la eficiencia de los servicios de salud, esos que han llevado a declarar en emergencia hasta en dos oportunidades al hospital general Honorio Delgado y a la organización de una pollada del cuerpo médico del hospital Goyeneche para comprar instrumentos médicos.
Así como en Salud, también se hicieron promesas para obras en otros sectores, como Agricultura, Saneamiento, Seguridad, Comunicación, Medioambiente, etc.; pero sin que se vislumbre un replanteamiento de la política regional, tomando como base el plan de desarrollo regional existente. La pregunta es ¿cuáles son las bases de gobierno de esta gestión? Todavía no está claro.
Estos primeros cien días han dejado a la vista la fragilidad de su propuesta política. La bronca intestina con su vicegobernador no solo ha desnudado su falta de tacto para con su socio político, sino que puede leerse como una de las consecuencias de llegar al poder como «invitado» de un movimiento político. Otro infeliz resultado es no haber logrado articular un equipo técnico proveniente de las canteras de este movimiento (Unidos por el Gran Cambio), situación que lo ha llevado a recurrir a la designación de funcionarios procedentes de otras gestiones regionales, en especial de la gestión de Daniel Vera Ballón y la de Juan Manuel Guillén.
Lo que se infiere de su discurso, es que Cáceres Llica tiene una mirada localista, la «reivindicación del provinciano», como dice. Este entrampamiento no es un buen augurio para la conformación de un bloque político en el sur –la macrorregión–, tema al que no le dedicó ni una sola palabra. En la práctica, tampoco ha sabido manejar sus relaciones con sus pares regionales, como con el gobernador de Puno, Walter Aduviri, uno de los gobernadores sureños que ha puesto en agenda nacional el tema del gasoducto sur andino, como un activo económico para esta parte del país.
Respecto a la paralización de grandes proyectos, tampoco ha brindado explicaciones. Por ejemplo, Cáceres ha afirmado que a finales de julio entregará la obra de la Variante de Uchumayo (que lleva alrededor de cinco años de ejecución), sin mediar explicación sobre todas las observaciones técnicas que hay respecto a ella. Lo mismo ha pasado con la obra de la carretera Arequipa-La Joya que, según sus palabras, se reiniciaría en agosto.
Finalmente, tampoco dijo nada sobre el proyecto Majes Siguas II, aunque días antes adelantó que no firmaría la adenda para su continuación, pese a los informes favorables de Autodema, oficina que es parte de la administración regional.
En síntesis, el discurso del gobernador regional evidencia una alarmante falta de visión de conjunto sobre el desarrollo de Arequipa como región, el cual parece reducirse a la ejecución dispersa y fragmentada de inversiones en ciertas obras de infraestructura que, aun cuando importantes, no constituyen en sí mismas una alternativa adecuada a los desafíos de Arequipa. Es también lamentable, la carencia de una visión y discurso político capaz de convocar a amplios sectores ciudadanos y de negociar y concertar políticas con los representantes de otras regiones. Solo queda estar alertas, impulsar la vigilancia ciudadana y propuestas que permitan superar los vacíos que hasta ahora demuestran nuestras autoridades.

desco Opina - Regional / 17 de abril de 2019
Programa Regional Sur - descosur

viernes

Toda repetición ¿es una ofensa?


El presidente Martín Vizcarra, repitiendo un comportamiento que lo caracteriza, luego de harto silencio en una coyuntura en la que las debilidades de su gobierno se evidencian cotidianamente –un Premier y un gabinete remozado que no despiertan interés y que obtienen un voto de confianza raspando y gracias al fujimorismo, el conflicto de Las Bambas desnudando la impericia gubernamental, acusaciones de corrupción contra nuevos ministros y altos funcionarios, 17 muertos en el incendio de un bus en un paradero informal del que se «responsabilizan» distintas autoridades, el escándalo de los textos escolares y el enfoque de género– dio un mensaje al país, manteniendo el estilo de sus comunicaciones anteriores.
Las encuestas recientes que coinciden en la caída de la aprobación presidencial la última de ellas presentada por DATUM le da 49%, registrando un descenso de 17 puntos en los últimos meses evidencian que si bien la opinión pública sigue considerando que la lucha contra la corrupción debe ser el eje más importante de la gestión pública (56%), el tema en el que debiera concentrarse el equipo ministerial es el de la lucha contra la inseguridad (34%). Por lo demás, ya desde meses atrás, los diversos sondeos de opinión pública revelaban que el principal argumento para la desaprobación de la gestión, era la falta de gobierno.
En este escenario, el mandatario, que sin duda encuentra en las encuestas un termómetro que le parece adecuado para medir la temperatura de la gente, anunció en su mensaje la presentación de doce propuestas de reforma política, ratificando su teórico compromiso con la misma. Se quejó de la lentitud grosera del Congreso con los proyectos de la reforma judicial, sin llegar a pecharlo claramente. Buscó convencernos que sí gobierna y que el país crece. Afirmó que el conflicto de Las Bambas se resolverá dialogando, lo que sin duda es positivo en un escenario en el que se multiplican las voces que exigen autoridad. Insistió, finalmente, en la importancia de aprobar la norma antielusión, duramente resistida por los mismos que exigen orden en el corredor minero.
Con el mensaje, el Presidente parece querer equilibrar el tablero político que le era favorable hasta fines del año anterior y que hoy día le resulta adverso. Si no, veamos: El fujimorismo y sus aliados paulatinamente recuperan el control del Congreso de la República y amenazan con lograrlo completamente. La salida de César Villanueva del Premierato y el pálido entusiasmo generado por Del Solar, así como sus primeras «patinadas», evidencian que los límites en el gobierno no eran responsabilidad exclusiva del ex Primer Ministro.
Los empresarios, superado el espanto inicial que les causó el «club de la construcción», recuperan sus usos y costumbres e insisten en bloquear la norma antielusión con el respaldo de congresistas que continúan diciéndose oficialistas. La paralización de las Bambas en este escenario, fue la fresa de la torta, que evidencia problemas de gran calado que son anteriores y que van más allá de Martín Vizcarra y su gestión.
Así las cosas y siendo conscientes de que este gobierno no está interesado en resolver algunos de nuestros temas de fondo, porque ni las propuestas de reforma presentadas van a la médula de los cambios que requerimos en el sistema político, ni las mesas de diálogo y las compensaciones económicas resolverán el fracaso de un modelo donde el Estado renunció a su rol dejando en manos de las grandes empresas extractivas el control de los territorios; parece claro que la insinuación de cambio y rebelión que supuso la lucha anticorrupción y el empoderamiento que le dio al Presidente, ha llegado a su término. Parece que volvemos entonces al interés inicial de Martín Vizcarra al comenzar su mandato: durar hasta el 2021. Seguramente porque nunca hubo convencimiento ni ideas para un cambio real.


desco Opina / 12 de abril de 2019