La
31 Convención Minera Perumin, celebrada en Arequipa hace algunos días,
se desarrolló dentro de lo predecible; a las declaraciones genéricas del
Presidente sobre una «nueva minería» y la necesidad de que las empresas
trabajen por el «desarrollo local» (ambas alusiones vacías de contenido
en el discurso del Mandatario), se sumaron las declaraciones del
Ministro de Energía y Minas sobre la viabilidad de Conga y la condena a
la minería informal, que motivó a la presidenta de la Sociedad Nacional
de Minería a dejar de referirse a dicha actividad con el nombre de “minería”, como para no contaminar aquella palabra bendita.
Por
decirlo eufemísticamente, hubo escasa autocrítica y sí muchos
señalamientos. Como suele ocurrir, las críticas vinieron de fuera, a
cargo de algunos académicos invitados y de Nicholas Holland, CEO de Gold
Fields, quien se manifestó contra el cortoplacismo rentista al que
podría inducir el sector. Por otro lado, Tania Quispe, Jefa de la SUNAT,
aclaró que la importancia relativa de la minería para la tributación ha pasado de representar el 33% de todo lo recaudado por Impuesto a la Renta en 2011, al 14.2%
en lo que va del año, como para relativizar la importancia de un sector
que sigue pensando que el canon, que sale del Impuesto a la Renta, es
algo así como una dádiva para las regiones.
La
sorpresa vino del lado de Roque Benavides, gerente general de
Buenaventura, y unas de las caras visibles con más influencia en el
sector. En una entrevista en el marco de la Convención señaló que no
había descartado la posibilidad de ser candidato a la presidencia en las
elecciones de 2016. A primera vista parece ser una manera de eliminar a
los intermediarios en su relación con el aparato del Estado, ya
bastante fluida. Es claro que los grupos mediáticos en recomposición le garantizarían un trato bastante amable, lo cual no es un dato menor. Algunos comentaristas señalan que,
pese a sus «anticuerpos», el descrédito de la política y la sensación
de que es uno de los guardianes del crecimiento, podría ganarle una base
de aprobación no desdeñable.
Compartimos
la idea de que sectores de clases medias en ciudades como Lima y otras
que pueden ser mapeadas probablemente por la proliferación de centros
comerciales, creen que el crecimiento económico se debe en parte a
empresarios como Benavides, sumando poder simbólico a su influencia
efectiva en las dependencias del Gobierno que quedan fuera del ojo
público. Este sector de la población no se plegaría así nada más a la
reciente y aparentemente exitosa marcha organizada por los gremios de trabajadores en varias ciudades del país,
siendo que el empleo estable y digno en situación de dependencia es
poco valorado en un país con altos índices de autoempleo y empleo
informal.
Esta
informalidad se ha extendido a muchos sectores; en este país ¿es acaso
una sorpresa que se haya «informalizado» la actividad minera? Ante la
falta de comprensión del fenómeno y el contexto en que estas actividades
ocurren, el discurso de la criminalización corre solo y legitima
solamente a los grandes capitanes de empresa, como Roque, una cara nueva
de un viejo esquema de orden social peruano.
desco Opina / 27 de setiembre de 2013
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