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Los primeros 100



Aunque es evidente que el escenario electoral se seguirá moviendo durante los siguientes tres meses parece claro que elegiremos Presidente o Presidenta recién en segunda vuelta, lo cual ha sido la norma los últimos 25 años. Ahora que se especula sobre el retiro (forzoso) de Acuña de las elecciones las cosas aparecen aún más movidas, sobre todo para saber si el segundo lugar cambia de manos y si quien se hace de él es el tercero o alguien que viene atropellando desde atrás. Pero más allá de lo que efectivamente suceda con el candidato de la «raza distinta», por la expectativa que despierta el tema, queda claro que una gran masa de votantes que se sienten poco representados todavía esperan un golpe sorpresivo que altere el tablero. Sea como fuere, y aunque a muchos pareciera que tratamos de navegar entre nuestras antipatías por los candidatos, tras la presentación de los planes de gobierno y múltiples declaraciones, van emergiendo escenarios posibles que hablan de semejanzas entre ‘grupos’ de candidatos y que permiten proyectar la vida después del 28 de julio, a ver si así podemos ver por encima del cubileteo electoral.
En efecto, habría que preguntarnos si la miríada de candidatos se asemejan en algo o si los 19 son universos en sí mismos que expresan 19 caminos posibles hacia el desarrollo y la inclusión. Creemos que hay mucha repetición alrededor de un sentido común neoliberal muy fuerte en el país. ¿Hasta qué punto los candidatos representan continuismos o rupturas con las políticas vigentes desde 1990? En este espacio quisiéramos dar cuenta solamente del manejo económico.
Respecto de este tema, como decía la canción, no se necesita al ‘hombre del tiempo’ para saber hacia dónde sopla el viento. El presidente de la Cámara de Comercio de Lima (CCL) ha declarado que se siente confiado porque los que él considera los candidatos «antisistema» están abajo, y no arriba y con eso tenemos señales de que hay más semejanzas que diferencias. No obstante, el contexto de la economía mundial llama a preocupación. La caída estrepitosa del precio del petróleo ha golpeado a las economías más dependientes del recurso. Si bien no es el caso del Perú, sí nos afecta la caída del precio del cobre –del 30% en los últimos doce meses– que ya ha originado despidos en Chile, por ejemplo. Por otro lado, la Bolsa de Valores de Lima sigue cayendo, ya por tercer año consecutivo. Por ahora parece que los problemas les suceden a los otros, embelesados como estamos, con el consumo. 
A los candidatos les encanta hablar mal del gobierno saliente, sobre todo cuando es uno tan débil como el de Humala. Pero nada tiene que ver este gobierno, o cualquier gobierno peruano, con la caída de los precios de los commodities en el mercado mundial. Las cuatro candidaturas que lideran las encuestas se debaten entre ‘boom de inversiones’ en infraestructura, el amor por el emprendedurismo y la desconfianza en la llamada ‘tramitología’. ¿Qué es lo nuevo?
Podemos imaginar los primeros 100 días del gobierno de cualquiera de los cuatro primeros en las encuestas haciendo leña del Presidente caído y aprovechando el discurso de la crisis para profundizar en recetas que a todas luces no han sido muy eficientes. Tal es el caso del esquema de Obras por impuestos y de las Asociaciones Público Privadas, fomentadas al calor de un entusiasmo desmesurado y de un uso de datos y de mecanismos (política fiscal restrictiva en tiempos de desaceleración, por ejemplo) para hacer que en la comparación de lo privado versus lo público siempre salga ganando el primero. Las supuestas soluciones, aunque insuficientes, tienen el aplauso asegurado desde el palco, como se ve en la tranquilidad del Presidente de la CCL. Después de todo, son los principales favorecidos de la reducción de impuestos y de nuevos esquemas de estabilidad tributaria, de las «flexibilizaciones» del régimen laboral (feroz y exitosamente resistida por los llamados ‘pulpines’ el año pasado) y el relajamiento de la fiscalización ambiental.
Por su lado, Fujimori podría repetir la estrategia que le dio éxito a su padre: dar prebendas al gran capital (peruano o extranjero) y armar una estructura clientelista con los más pobres. El caso de Acuña no parece distar mucho de aquello, tratándose del candidato que ofrece «plata como cancha». Aunque vapuleado por estos días y con justa razón, no debemos olvidar que la forma en la que Acuña, al parecer, ha obtenido grados académicos se basa en el esquema de que todo se compra y todo se vende (hasta el capítulo económico de su plan de gobierno habría sido elaborado por una consultora contratada para ello) que se profundiza con la desregulación de la universidad pública, otra herencia fujimorista.
La resistencia ciudadana a medidas como los previsibles conflictos en un escenario de precios bajos que forzaría al aumento de la producción de las actividades extractivas probablemente sí genera respuestas diversas entre los gobiernos de los cuatro que figuran en lo más alto de las encuestas. García parece no haber aprendido nada sobre Bagua o demuestra que tiene serios problemas de comunicación cuando declaró hace poco que el problema fue «extender el diálogo demasiado». PPK todavía no ha tenido la oportunidad de reprimir a la ciudadanía y no carga en su «mochila» atentados contra los derechos humanos, como la pobre Keiko Fujimori.
¿Hay alternativas para pensar otros 100 primeros días? Sí. Pero lamentablemente no forman parte del pelotón de los punteros. En el escenario de las izquierdas en competencia por ejemplo, y de alguna forma en el «liberalismo socialdemócrata» de Barnechea. Hay propuestas con mayor o menor sustento técnico pero que merecerían comentarse y debatirse en público: salvaguardas al empleo, diversificación productiva con parques industriales en regiones, reforma del sistema de pensiones, entre otras. La comparación de planes de gobierno tendría que ser una herramienta para fomentar estos debates. Los candidatos punteros mientras tanto, guardan táctico silencio o maniobran alrededor de temas sensibles como al renegociación de los contratos del gas y el aumento de la Remuneración Mínima Vital (RMV). Como si creyeran que esos 100 días son solo para ellos y sus invitados, y no para los ciudadanos.

desco Opina / 29 de enero de 2016 
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El Niño en el sur: los riesgos de una política poco inclusiva


Recientemente, la Autoridad Nacional del Agua declaró en estado de emergencia por escasez hídrica a los ámbitos de las Administraciones Locales del Agua de Caplina Ocoña y Titicaca, las cuales comprenden cuencas en los departamentos de Tacna, Moquegua, Arequipa y Puno. Hasta el momento, esta ha sido la señal de preocupación más nítida, aunque no la más oportuna del gobierno nacional en torno a los efectos del fenómeno El Niño en el sur. Esta norma ordena recién ahora la regulación de la dotación de agua para la agricultura, cuando las altas temperaturas, registradas desde el año pasado, anuncian una sequía inminente en esta zona del país.

La regulación del agua –que de todas maneras se tendrá que hacer para mitigar en algo la sequía– será el potencial detonante de conflictos alrededor de viejas deudas del Estado con el sur. Para empezar, hay una prolongada espera por la construcción de infraestructura hídrica como la represa de Huayrondo en Islay (Arequipa), o la de Paltuture en Moquegua. Quizá en estas se habría podido guardar agua para afrontar la sequía en ciernes.
En segundo lugar, está pendiente la resolución de conflictos derivados de la actividad minera. Son los casos del proyecto Tía María en el Valle de Tambo, que enfrenta a Southern Copper Corporation y a un grueso sector de los agricultores de la zona, así como la remediación de la Cuenca del Ramis en Puno, por la falta de control de la minería informal e ilegal y los daños que ha ocasionado. A estos hay que añadir un nuevo problema en Arequipa, fruto del supuesto incremento de dotación de agua a la empresa minera Cerro Verde, que está caldeando los ánimos de los agricultores de la Junta de usuarios de la Zona Regulada del Chili y los de la Joya Antigua.
Desde una perspectiva macro, se ve con preocupación los daños a, por ejemplo, el 30% de los cultivos en Puno, o la afectación que sufriría el 60 % de los cultivos en Tacna, pero no se ve con claridad a los actores inmersos en este problema. En Arequipa, un gran grupo de productores de aceituna asentado en la provincia de Caravelí está a punto de perder sus cultivos por falta de agua, y para evitar que esto suceda se ve obligado a negociar con los usuarios de la parte alta del sur de Ayacucho. Dentro de unos meses, los alpaqueros alto andinos de Arequipa se verán obligados también a sacrificar a sus animales porque no tendrán qué comer, lo que impactará negativamente en sus niveles de capitalización. La magnitud de los efectos de El Niño para estas pequeñas comunidades de productores es devastadora y esta desolación puede ser el caldo de cultivo de nuevos conflictos. 
Creemos que el gobierno no está tomando nota del problema, y no considera que el retraso en la realización de proyectos de inversión pública afecta directamente la economía de los pobladores. También le falta una mayor reflexión e interés para tomar decisiones en las políticas de manejo de recursos naturales como el agua, priorizando el impulso a la inversión minera y descuidando las aspiraciones y expectativas del grueso de la población. Las medidas de remediación deben ser elaboradas con la activa participación de la ciudadanía para que sean efectivas y oportunas. En una realidad muy compleja por los diversos pisos ecológicos en los que se ubican las poblaciones, su opinión y participación es aún más necesaria para aprovechar el conocimiento que tienen de sus territorios. Así será posible diseñar medidas creativas y oportunas, equitativas y democráticas que permitan mitigar los efectos de la sequía que nos toca la puerta.
Focalizar los esfuerzos del Estado en promover la gran inversión puede conducir a situaciones potencialmente muy conflictivas, que además, terminarían revirtiendo los avances que en materia de reducción de la pobreza se han logrado en estos años. De allí el gran desafío que en los próximos meses se afrontará en el sur, en medio de una campaña electoral cuya intensidad puede exacerbar las cosas.


desco Opina - Regional / 22 de enero de 2016
Programa Regional Sur
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Algunas lecciones (no) aprendidas de las elecciones en el Perú



El Perú entra en este semestre a un período electoral muy intenso, siendo las elecciones generales del próximo 10 de abril un primer hito fundamental. Estamos comenzando entonces, un trimestre muy agitado y con no pocas sorpresas, algo que ya ha pasado a formar parte de la tradición política del país.
Pese a la alta incertidumbre y a la débil institucionalidad política del país, llama la atención la reiteración de ciertos patrones en el comportamiento de los actores políticos y sociales; los dos primeros se refieren a experiencias que dejan valiosas lecciones que la derecha peruana hasta hoy no logra aprender e incorporar en sus prácticas. A diferencia de las anteriores, la tercera sí es una experiencia que aquella derecha ha sabido capitalizar. Las tres expresan las debilidades institucionales del sistema político y la fuerte presencia de prácticas poco democráticas.
Un primer fenómeno destacable es la aparición del outsider (o «underdog» como ahora le llaman), que irrumpe por los palos y amenaza a los candidatos por los que apuestan los poderes fácticos (económicos, políticos y mediáticos principalmente). Justamente, eso es lo que parece estar ocurriendo ahora, con las candidaturas de César Acuña y, más recientemente, con la de Julio Guzmán.
En comicios anteriores (1990, 2006, 2011, por ejemplo), la aparición de este outsider o underdog, visto como una amenaza a los intereses del establishment (aunque luego fuera cooptado), fue objeto de virulentas y costosas contracampañas en los medios, que buscaban desacreditarlo y demolerlo. Sin embargo, estas estrategias de demolición se han mostrado ineficaces y hasta contraproducentes, siendo más bien sorprendente que se sigan utilizando. Hay aquí enfoques en torno al poder de los medios y su capacidad de manipular al electorado, además de una innegable soberbia, que dificultan una reflexión crítica respecto al tema, repitiéndose en cada período electoral comportamientos comprobadamente inefectivos. No es descartable tampoco la existencia de ciertos intereses crematísticos de empresas y publicistas que lucran con las contracampañas.
Un segundo fenómeno a reflexionar es la dificultad de las candidaturas de derecha «pura y dura» para calar en el electorado, despegar y, eventualmente triunfar. Ha sucedido con Vargas llosa y con Lourdes Flores, y podría ocurrir ahora con PPK. Hay aquí, sin duda, una incapacidad orgánica de estos sectores para armar y legitimar una «derecha popular», que arraigue en sectores mayoritarios de la población, que puede votar por candidatos con propuestas políticamente conservadoras pero socialmente más representativos para ellos. Al igual que en el caso anterior, no son muchos los intentos por reflexionar seriamente sobre este déficit y emprender los cambios necesarios.
Finalmente, un tercer fenómeno en el cual los poderes fácticos han mostrado más eficacia: la cooptación del candidato ganador aun cuando su campaña, sus discursos y su programa los cuestionara en distinto grado y las campañas de demolición no lograron su objetivo. Fujimori y Ollanta Humala son los casos paradigmáticos; el primero abandonó su planteamiento del «no-shock» al asumir el gobierno, aplicando en la práctica el programa de su derrotado contendor; el segundo, dejó de lado su ya olvidado programa de «la gran transformación» y continuó el «piloto automático» del modelo neoliberal que cuestionó en su discurso. Las escasas convicciones políticas, las debilidades orgánicas de sus agrupaciones, que no cuentan con políticos y profesionales con experiencia en política y en gestión pública, y el peso e influencia de la tecnocracia en el aparato estatal, especialmente en el Ministerio de Economía y Finanzas, ayudan a entender esta situación.
Sin duda, es en las negociaciones y cubileteos donde los representantes de los poderes establecidos muestran una mayor habilidad y saben imponerse ante un candidato poco claro políticamente, e inexperto en el manejo de la cosa pública y en el funcionamiento del modelo. Se trata en el fondo, de una evidencia más de la débil institucionalidad política del país, que deja un amplio margen para este tipo de negociaciones y acuerdos que, de hecho, constituyen una falta de respeto a la voluntad popular. Hasta la fecha, los sectores políticos no alineados con esa derecha no han sabido ni podido contrarrestar ese cercamiento y copamiento al candidato triunfante.
Cabe señalar finalmente, que esta capacidad de cooptación está quizá a la base del insuficiente interés de un sector de la derecha por construir una alternativa orgánica propia.
La ciencia política, la ciudadanía en general y los sectores políticos que busquen crear alternativas realmente democráticas e institucionalizar el juego político, tienen aquí un amplio campo para el análisis y la reflexión. Las explicaciones a los tres fenómenos no pueden apelar a visiones planas y reduccionistas.


desco Opina / 15 de enero de 2016
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Castañeda, una vez más



«Palabras para el resto, obras para nosotros», fue uno de los lemas que Luis Castañeda usó durante la campaña que lo llevó de vuelta al frente de la comuna metropolitana de Lima. Cumplido el primer año de este tercer mandato, queda confirmada esta visión que entiende la municipalidad casi exclusivamente como una gerencia de obras públicas y asume un modelo de gestión autoritario para la ciudad, que caracterizó ya sus anteriores gestiones.
La obra que sí inició fue una que no estaba en ningún plan conocido: el paso a desnivel de la avenida 28 de Julio en el cercado de Lima, pese  a una férrea oposición de los vecinos de la zona y a la movilización de los estudiantes de arquitectura y urbanismo de varias universidades de la ciudad exigiendo planificación. Esta obra, absurda en opinión de serios profesionales, contó con el agravante de realizarse con la participación de la cuestionada empresa brasileña OAS, que en su país forma parte de una red de corrupción favorecida con las obras en las que se sobrevalora costos.  
Otra obra «técnica» que igualmente ha causado abundante rechazo es la construcción del malecón en la Costa Verde en el distrito de Miraflores. Inversión costosa de poco sentido que no genera mayor beneficio para los usuarios de la zona, quienes tienen una opinión bastante negativa de la muralla de concreto con baranda amarilla que destruyó el paisaje costero.
Lo visto durante este año es apenas una muestra de lo que tendremos que soportar los habitantes de Lima los próximos tres años: un alcalde que cree que su tarea exclusiva es ejecutar a como dé lugar infraestructura vial, desarticulada y costosa, a la vez que ajustada a intereses empresariales y de allegados; negocios en vez de un gobierno para la ciudad que se enmarque en un plan de desarrollo y de la mano con los vecinos. La popularidad del alcalde en las encuestas contrasta con el malestar y los reclamos de vecinos, estudiantes y hasta de tablistas frente a las obras que ha emprendido la Municipalidad de Lima.
Muchos se preguntan ¿Dónde está el Plan de Desarrollo Urbano de Lima? Pero lo cierto es que el alcalde Castañeda no aprobará nunca un Plan en serio, porque nunca ha gobernado así, y mucho menos continuará cualquier iniciativa de la gestión pasada. Estamos ante una situación grave para una ciudad que requiere mínimos de eficiencia para no caer en el caos. Pero lo que tenemos es un alcalde prepotente que con un grupo de «su gente» decide lo que le conviene o no a sus intereses particulares y no a una metrópoli de casi 9 millones de habitantes.

desco Opina - Regional / 7 de enero de 2016
Programa Urbano
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