En diciembre de 2017, atendiendo
a la petición de Bolivia, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó declarar el 2024
“Año Internacional de los Camélidos”, estableciéndose un Comité Directivo con
una copresidencia integrada por Bolivia y Arabia Saudita para la dirección de
esta celebración. Esta declaración tiene el propósito de destacar la
importancia económica, social, alimentaria y cultural para los pueblos donde
habitan los camélidos y también promover mayores inversiones, estudios e
investigaciones en su campo.
Los orígenes de los camélidos se
han establecido en el continente americano hace 40 millones de años de donde
evolucionaron las siete especies que conocemos en la actualidad. Los camellos
bactrianos, camellos bactrianos salvajes y los dromedarios que se encuentran en
las zonas desérticas de Asia y África, y los camélidos sudamericanos con las
especies silvestres, vicuña y guanaco y las domésticas, llama y alpaca.
La FAO ha señalado a los
camélidos como los “héroes de los desiertos y las alturas: alimento para pueblos
y culturas”.
Lo cierto es que en la actualidad brindan el sustento a millones de personas en
90 países en el mundo. En el Perú, alrededor de 400 000 personas se sostienen
de la crianza y conservación de los camélidos.
Una característica común es la
ubicación de los camélidos en territorios frágiles, y el hecho de que estén a
cargo de las poblaciones y culturas originarias que afrontan los retos de su
geografía. En el caso peruano y sudamericano, tienen, además, la condición de
ser la “ganadería de los vencidos”, pues con la conquista estas especies que
cubrían todo el territorio, desde las llanuras costeras hasta las alturas,
fueron progresivamente desplazadas por las nuevas especies introducidas por los
conquistadores: vacunos, caprinos, porcinos y otras. Esto estableció una
discriminación cultural ante algunos productos como la carne de alpaca o llama,
consideradas “carne de indios”, situación que hasta hoy no se supera
completamente, a pesar de sus comprobadas ventajas nutritivas y saludables
frente a las demás carnes rojas.
Los estudios muestran las
potencialidades de los camélidos por su capacidad de adaptación a las difíciles
condiciones ambientales, sobre todo en estos tiempos del calentamiento global y
el cambio climático, constituyendo un factor para la resiliencia frente a
ellos. Cabe destacar que estas especies son los rumiantes que menos emisiones
de gases de efecto invernadero producen y, por tanto, contribuyen a la
adaptación y a mitigar las emisiones.
El Perú posee el 80% de las
alpacas, 30% de las llamas, 50% de las vicuñas y menos del 1% de guanacos del
mundo, lo que nos demanda liderar el desarrollo de estas especies; sin embargo,
la realidad va en sentido contrario. Tenemos un gran atraso en las tecnologías
reproductivas frente a otras especies; prevalencia de problemas sanitarios
endémicos como la sarcocistiosis, que afecta la producción de carne; un mercado
de fibra distorsionado, pues se sigue acopiando sin distinción de calidades,
como hace más de 100 años en que se iniciaron las exportaciones; un mercado de
la carne de camélidos también distorsionado, pues no se cuenta con camales o
centros de beneficio con autorización sanitaria; deficientes servicios a la
producción en todo el espacio altoandino que estimula la migración de los jóvenes;
una institucionalidad pública desarticulada entre las diversas entidades
nacionales y regionales, y con muy pocos recursos; y una organización gremial
de los criadores debilitada, dispersa y sin representación nacional.
Respecto a la institucionalidad,
la constitución del Instituto de los Camélidos, que disponía la Ley 30674 de octubre del 2017, hasta hoy
no se implementa. Otros proyectos de ley para abordar el tema de la
institucionalidad del sector, siguen durmiendo en la Comisión Agraria del Congreso,
lo que ratifica el desinterés de políticos y gobernantes sobre el tema. Y el Ministerio de Desarrollo Agrario y
Riego, nunca activó la Comisión Sectorial de carácter temporal para la
elaboración del “Informe del estado situacional de la cadena productiva de Camélidos
Sudamericanos en Perú”, que creó en el 2022.
Este Año Internacional de los
Camélidos tendría que ser una oportunidad para abordar de manera resuelta estos
temas pendientes, ejerciendo la responsabilidad que la realidad nos confiere.
El gobierno de Bolivia hizo el lanzamiento de una iniciativa país en el marco del Año
Internacional en agosto del año pasado, anunciando la ejecución de un gran
proyecto con la cooperación internacional para la formulación de la estrategia
y las políticas para el desarrollo del sector, y participó en el lanzamiento mundial oficial en Italia. En nuestro caso, el Ministerio
de Desarrollo Agrario y Riego realizó el lanzamiento del Año Internacional el pasado 30 de enero
en un acto improvisado,
sin un objetivo claro ni la convocatoria y concertación de todos los actores
del sector: productores, academia, empresas, centros de promoción y sector
público, para unir esfuerzos y aprovechar la oportunidad.
La Mesa de los Camélidos de
Arequipa –entidad que congrega a los diferentes actores de la cadena– que viene
funcionando desde hace ocho años, acordó en su última reunión enviar una
comunicación a la ministra de Desarrollo Agrario y Riego del Perú, Jennifer
Contreras Álvarez, expresando su extrañeza ante este lanzamiento improvisado.
Mientras esperamos la respuesta de un compromiso real con el sector, aunque sea
en este año conmemorativo, la Mesa se ha propuesto un plan de actividades para
la región, y no quedarnos desembarcados.
desco Opina – Regional
/ 2 de febrero del 2024
descosur