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Junín en las elecciones 2021

 

La región Junín tiene una población estimada –según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) al 2018– de 1 379 793 habitantes. Para efectos de un análisis electoral es preciso resaltar que los electores hábiles ascienden a 982 556, de los cuales 49.3% son hombres y 50.7% son mujeres; bajo este escenario cuantitativo la participación ciudadana en la primera vuelta de las elecciones generales 2021, alcanzó a 706 771 votantes (71.9%).

Según la Oficina Nacional de Procesos Electorales ONPE, la distribución de votos se configuró de la siguiente manera: votos válidos 81.4%, votos en blancos 13.3% y votos nulos 5.3%. En este contexto, Junín tampoco fue la excepción respecto al fraccionamiento de votos en esta primera vuelta. De las 18 listas que presentaron una figura presidencial mencionaremos los ocho partidos políticos que obtuvieron respaldo de las bases teniendo como referencia el % de votos válidos: (i) Partido Político Nacional Perú Libre, 130 919 votos que representa un 22.9%; (ii) Fuerza Popular, 79 568 votos que representa el 13.9%; (iii) Acción Popular, 65 912 votos que representa un 11.5%; (iv) Avanza País - Partido de Integración Social, 53 990 votos que representa un 9.4%; (v) Renovación Popular, 52 388 votos que representa el 9.2%; (vi) Juntos por el Perú, 52 027 votos que asciende a 9.1%; (vii) Victoria Nacional, 27 692 votos que representa el 4.8% y, finalmente (viii) Alianza para el Progreso, 22 179 votos, que suma un 3.9%, mientras el resto de los candidatos se ubican en el rubro “otros” que representa un 15.2%.

Sin embargo, mencionaremos algunos elementos que trascienden los números; a través de la historia Junín y el centro del Perú, tuvieron una posición de reivindicación e identificación con sectores vulnerables y eso se ve reflejado en las elecciones, más allá de la primera vuelta de este 2021. Recordemos que Junín en la última década tuvo dos gestiones de gobierno regional con postura de izquierda y con apoyo mayoritario de la población; este respaldo se da, entre otros elementos, no porque conozcan la tendencia de una organización de izquierda socialista y su ideario, sino porque Huancayo y las otras ciudades de la región concentran una población emergente y emprendedora que se identifica con políticos emergentes de clases sociales similares.

Otro aspecto que revela los resultados de la primera vuelta en Junín, es la expectativa que puede tener la población ante propuestas políticas que, incluso, conducirían a preguntarse si hay efectivamente una predominancia hacia la izquierda en las preferencias electorales. En parte, es posible que esta situación se deba a la evaluación que puede estar haciéndose de un gobierno regional que se identifica claramente con posturas de izquierda radical y que puede funcionar relativamente bien, pero que las cosas son muy distintas cuando hablamos de una dimensión nacional. En esta situación, tal vez los ciudadanos de Junín consideren importante –ahora sí– la revisión de las ideas, programas e, incluso, las hojas de vida de los candidatos que provienen de este lado del espectro político.

En la otra orilla está la derecha neoliberal que también tuvo representantes con un discurso social, no olvidemos que Junín, además, concentra un sector que ha apoyado a partidos políticos como el APRA y el mismo Fujimorismo; grupo poblacional que a decir de los analistas políticos regionales, estaría dentro del voto duro de la derecha, que en esta oportunidad encarna el partido político Fuerza Popular, el mismo que carga una mochila pesada al ser tildado como un gobierno genocida.

En Junín el escenario para la segunda vuelta es de fraccionamiento, con una ligera ventaja de Perú Libre; sin embargo, la inclinación definitiva de la balanza dependerá de factores clave como el discurso y las acciones que se aproximen a una gestión social con un fuerte compromiso democrático, que respete los avances en materia de derechos humanos, el crecimiento económico como una de las condiciones para generar inversión pública y desarrollo, la generación y formalización del empleo, además de la estabilidad de los medios de vida como elementos básicos para un impacto con equidad.

 

desco Opina - Regional / 30 de abril de 2021

descocentro

El fin del mundo, una vez más

 

Se insiste, hasta la saciedad, que la segunda vuelta electoral en ciernes es, literalmente, la pesadilla que nunca debió pasar. Pero, parece que los miedos de la derecha han empezado a asemejarse a la fábula de Pedro y el lobo. Hagamos memoria y veremos que también fue así el 2006, el 2011 y el 2016, y tenemos nada menos que la autoridad de Mario Vargas Llosa para ratificarlo y firmarlo.

El 2006, luego de una primera vuelta en la que ningún candidato alcanzó el 30% (que, para la calidad democrática, es un porcentaje cuyo impacto se asemeja mucho al menor 20% que obtuvo Castillo en abril), el escritor fue contundente en su oposición a Ollanta Humala quien, según su apreciación, era un “discípulo de Hugo Chávez y Fidel Castro”. Por ello, había que votar por Alan García, “el mal menor si se quiere que la democracia sobreviva”, aun cuando debíamos “taparnos la nariz”.

Transcurridos cinco años, en abril  2011, el lobo del 2006 fue el cordero que debía beneficiarse de nuestros votos, “sin alegría y con muchos temores”, para evitar la victoria de Keiko Fujimori, hija y heredera del autoritario, corrupto y malvado Alberto Fujimori.

El 2016, algo de continuidad hubo en sus apreciaciones electorales, cuando el Nobel sentenció que sería una catástrofe que se eligiera a Keiko Fujimori, porque “reivindicaría a una dictadura, de las más corruptas, violentas y sanguinarias” y cuyo triunfo electoral sería “una vergüenza para el Perú”.

Ese año, no tuvo las aprehensiones de anteriores ocasiones. Invitaba a votar por PPK porque “es una persona muy preparada, que tiene unas credenciales impecables, porque nunca, hasta hoy, ha sido acusado de nada deshonesto”. Sin embargo, al menos parte de sus seguidores no opinaba lo mismo y, como se revelaría poco tiempo después, la ropa tendida de PPK era suficiente como para optar por él con la “nariz tapada” y ver luego que pasaba. Sabemos que pasó mucho, sin que ello formara parte de los inventarios imaginarios de Vargas Llosa.

Como diría el recordado Carlos Iván Degregori, transcurridos más de 30 años, debimos explicar cómo el proyecto más renovador de la derecha peruana, el FREDEMO de 1990, terminó convertido en un nudo de miedos, sentidos excluyentes, con propensiones confesionales reaccionarias y señalando lobos inexistentes por todos lados.

La pérdida galopante del ápice de liberalismo que mostró en alguna oportunidad no parece afectar a la derecha peruana, que encarna tan nítidamente Vargas Llosa. Ha preferido atrincherarse en lecturas del país que –de manera cada vez más rápida– han dejado de ser eficaces no sólo para administrar el Estado sino, lo más importante, para dotar con significados empáticos a sus propias relaciones sociales: es una derecha política, social y cultural que se agota consumiendo su propio racismo y demás fobias.

Así, el problema fundamental que debe enfrentar su candidata en la segunda vuelta no es derrotar el “chavismo” o el “marxismo” de Pedro Castillo. Es disipar ese agrio mal sabor excluyente y groseramente violentista con que se dirigen a los que consideran no son como ellos. Es decir, convencer a los peruanos que mayoritariamente no respaldaron sus opciones en la primera vuelta que, repentinamente, como una epifanía, han empezado a entender a los que habitamos este país, con sus diferencias, sus opciones, sus expectativas y hasta sus frustraciones.

Sabemos que no va a suceder. Tal vez, su candidata gane –por fin– estas elecciones. Es posible que sean gobierno durante los próximos cinco años. Pero, indefectiblemente, pertenecen cada vez menos a este país.

Finalmente, la recuperación de la izquierda tiene mucha relación con esta tendencia declinante de la derecha peruana realmente existente. En primerísimo lugar, está la franca y profunda evaluación de lo ocurrido para identificar, entre otros muchos aspectos, todo aquello que por acción u omisión la asemejen a esos sentidos subjetivos de una derecha que sólo tolera como democracia lo que guarda correspondencia con sus puntos de vista. Eso, sin dudas, debe desecharse, a las buenas o a las malas.

 

desco Opina / 23 de abril de 2021

El escenario conservador que nos espera

 

Durante la campaña electoral, la discusión sobre una variedad de derechos y temas (como el aborto, la eutanasia, la inclusión del enfoque de género en el currículo nacional, el respeto hacia la diversidad afectivo-sexual, entre otros) llevó a una dinámica de polarización, en la que el diálogo y la tolerancia brillaron por su ausencia, situación que como era de esperar fue aprovechada por candidatos de corte conservador, canalizando votos a su favor a través de la exacerbación del odio y el uso del discurso despectivo y excluyente. Este proceso, además de reforzar los estereotipos y la satanización de la postura contraria, ha tenido como primer resultado el incremento considerable de grupos conservadores en el futuro Congreso, que no solo impedirán el avance de la agenda progresista, sino que afectarán los logros que se han ido obteniendo a lo largo de las últimas décadas en materia de reducción de brechas de género, violencia contra la mujer, inclusión de la diversidad afectivo-sexual, etc.

Ante este escenario conservador, ¿qué hacer como sociedad civil, con respecto a nuestra posición y actividad en la esfera pública? ¿De qué manera podemos evitar la materialización de intereses reaccionarios? En base a la experiencia en campañas comunicacionales de proyectos a favor de los derechos de la mujer y la prevención de la violencia, realizados por descociudadano en Lima Sur, se pueden sugerir algunas orientaciones.

Un aprendizaje, cuya validez ha sido más visible en el último tiempo a través de lo observado en redes sociales, es que no se debe atacar y denigrar a la población que defiende o manifiesta causas conservadoras, ni mucho menos buscar aproximar ideas a partir de una postura moralista impositiva. Haríamos bien en entender con precisión de dónde provienen los temores de gran parte de la ciudadanía y dirigir el diálogo hacia ellos con el objetivo de despejar dudas, aunque muchas veces no se vean resultados inmediatos en el cambio de postura. La postura confrontacional no hace más que alimentar el circulo vicioso de la polarización que termina favoreciendo al sector más conservador, pues lo que buscan sus líderes justamente, es la generación de dicotomías en las que exista un opuesto agresivo al cual demonizar.

Igualmente importante es reconocer qué tipo de manifestaciones y/o demandas específicas generan el rechazo masivo de la población, para manejarlas sutilmente al momento de dirigirnos al público amplio. Un ejemplo bastante ilustrativo de este tipo de manifestaciones es el forzar el uso del lenguaje inclusivo, como se pudo ver en el caso del premio otorgado por el Ministerio de Cultura a la actriz Mayra Couto, cuyo rechazo a través de redes sociales fue argumentado mayoritariamente no por “despilfarrar el dinero en situación de crisis” o “porque habían películas mejores” ni debido necesariamente al “machismo generalizado”, sino específicamente por el uso del lenguaje inclusivo en el título de la serie premiada: “Mi cuerpa, mis reglas”.

Fortalecer la posición en los temas en los que se cuenta con respaldo considerable es una tarea urgente. Por ejemplo, respecto al aborto, de acuerdo a una encuesta realizada por IPSOS GLOBAL en 25 países, en Perú, 48% de la población está de acuerdo con su legalización, 32% del cual cree que sólo debe autorizarse en ciertas circunstancias, como cuando una mujer es violada, mientras el 16 % que debe permitirse en cualquier caso. En esa dirección, la apuesta por el aborto en casos de violación, si bien generará una respuesta de los sectores más conservadores, puede ganar respaldo paulatino, en especial de sectores de la población que están dispuestos y entienden la necesidad del cambio, pero temen a demandas percibidas como más extremas.

En resumen, es claro que necesitaremos de una ciudadanía crecientemente progresista que adopte una posición estratégica en un escenario difícil, en el que toda polémica de magnitud mal llevada puede ser aprovechada para que personajes conservadores en el Congreso ganen mayor respaldo popular a través de la aplicación de medidas retardatarias.

 

desco Opina - Regional / 16 de abril de 2021

descoCiudadano