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Lloviendo sobre mojado



La sensibilidad de las personas y el cortoplacismo no suelen ser buenos consejeros para una gestión de gobierno. El falso dilema de destinar los recursos del Estado a la reconstrucción de infraestructura nacional o a la realización de los Juegos Panamericanos en Lima, solo se explica por ruines intereses de políticos irresponsables intentado manipular las emociones en lugar de usar argumentos válidos. Eso por cierto no exonera al presidente de la república de sus infelices declaraciones en la afectada Piura sobre ”la tragedia” que sería suspender los Juegos Panamericanos.
Las lluvias e inundaciones que soporta el país y nuestra capacidad como sociedad para superar situaciones traumáticas (resiliencia) corren de la mano con la manera como los gobiernos han enfrentado mal, situaciones como la abandonada reconstrucción de la zona afectada por el terremoto del año 2007 por el gobierno de García Pérez. Gobiernos menos debilitados que éste también nos han mostrado deficiencias en la gestión de riesgos pero, a eso se suman los resquebrajamientos del sacrosanto mundo de la empresa privada nacional. Es bueno recordar que nuestro país no cuenta con una capacidad de gestión empresarial como para asumir simultáneamente los retos de construcción y reconstrucción de infraestructura que están planteados. Soplarles la pluma a los gobiernos regionales y municipales es solo una manera de eludir nuestra realidad como sociedad informal, poco organizada y harto corrupta que evidencia la casi nula capacidad de gestionar riesgos de parte del Estado a todo nivel. Carencia de planes y de recursos de contingencia medianamente serios para emergencias, tan dramáticos como en el caso de la municipalidad que dirige Castañeda Lossio (sin planes).
¿Quién gana en estas circunstancias? Tal vez el fujimorismo de primera impresión, aunque en verdad se enfrenta al sentido común que demanda hacer fuerza para unirse el proceso de atención de la emergencia. El golpe lo ha asumido el Congreso viéndose obligado a suspender la interpelación al ministro de Transportes y Comunicaciones, ya que hubiera sido patético ver y escuchar en estos momentos a la mayoría parlamentaria, con el estilo que la caracteriza, emplazando durante horas al ministro Vizcarra que en estas condiciones debiera estar abocado con todas sus fuerzas a atender la tragedia. La aparente inutilidad del trabajo congresal a ojos de la ciudadanía los debilita al aparecer como criticones sin propuestas que no ponen el hombro por el Perú en estas condiciones.
La legitimidad de los políticos y su trabajo se pone una vez más en cuestión en estas circunstancias en las que, como ante un enemigo externo debiéramos estar juntos todos los peruanos como nación, repartiendo tareas entre unos y otros y organizando nuestra sociedad para salir adelante en el corto y mediano plazo.
Queda claro para muchos que no solo enfrentamos lluvias inesperadas, sino que no contamos con una élite política ni empresarial a la altura de lo que el Perú necesita. De eso somos responsables todos, unos más que otros, por nuestra incapacidad para diseñar un proyecto nacional de mediano y largo plazo, poner en práctica un verdadero acuerdo nacional y reconocer que los 33 millones de peruanos seguimos siendo desconcertadas gentes movidas al vaivén de la ambición y la irresponsabilidad de unos pocos, lo que nos impide consolidarnos como una república desarrollada, democrática, solidaria e incluyente.

desco Opina / 17 de marzo de 2017

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