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Luz roja: más allá de César Álvarez



El asesinato de Ezequiel Nolasco puso todos los reflectores de los medios de comunicación, pero también el interés de las principales autoridades del país en la región Ancash y en su Presidente, César Álvarez. Acusado de estar vinculado a los asesinatos de dos consejeros regionales, del hijastro de uno de éstos, un fiscal provincial, una testigo del inicial intento de asesinato de Nolasco e incluso de un efectivo policial. Álvarez también está sindicado de haber organizado una red de espionaje telefónico de sus opositores (La Centralita), así como de manejar corruptamente la gestión regional (sobrecostos en el hospital La Calera, el estadio Rosaspampa y distintas carreteras), manejando una gran cantidad de relaciones que le permitirían influir en la Fiscalía de la Nación, el Poder Judicial, la Policía Nacional y por lo menos dos congresistas.
Ante el escándalo desatado por enésima vez –recordemos que la situación ha sido reiteradamente denunciada desde el 2010– el Presidente de la República anunció una comisión de alto nivel y se trasladó efectistamente a Ancash, el Congreso de la República designó una comisión investigadora y distintas autoridades nacionales, entre las que se encontraban el Fiscal de la Nación y el Contralor General, se trasladaron a una audiencia pública para escuchar los testimonios que incriminan a Álvarez. El Ministerio de Economía y Finanzas, por su parte, intervino las cuentas del gobierno regional y del proyecto Chinecas ante los «indicios» de corrupción que se habrían encontrado.
En ese contexto, algunas autoridades y distintos formadores de opinión pública, creen encontrar en la descentralización y en el supuesto gran poder de los presidentes regionales, la explicación del grave momento que atraviesa Ancash, que en realidad es uno de los casos extremos de la creciente situación de violencia y corrupción que se observa en medio de la debilidad institucional del país. Todos ellos se olvidan que las denuncias que involucran a Álvarez, alcanzan al ex Fiscal de la Nación, pero, también al recientemente nombrado; involucran a distintas autoridades policiales y por ende, como responsabilidad política, al Ministro del Interior; llegan también al Congreso de la República, así como al propio Poder Judicial, varios de cuyos integrantes habrían participado en viajes de capacitación al extranjero. ¿Podemos creer que sus autoridades directas no lo sabían?
Por lo demás, se supone que la Contraloría audita anualmente a las regiones y a las distintas entidades públicas, más aún cuando éstas son objeto de múltiples y sucesivas denuncias, como es el caso de Ancash. De la misma manera, se entiende que el MEF monitorea y controla permanentemente el uso de los recursos públicos que asigna. En otras palabras, todos y cada uno de los sistemas y las autoridades nacionales que hoy día adquieren protagonismo, tienen responsabilidad mayor o menor en el desarrollo de una situación a todas luces condenable. Como la tienen muchos de los medios de comunicación que hoy día se escandalizan por la situación, pero que en los últimos años, en los que se sucedieron asesinatos y denuncias, no tuvieron el menor empeño en denunciarlos e investigarlos.
Es más; muchos de los que hoy día anuncian investigar las denuncias, ya lo hicieron antes, archivándolas y varios medios de comunicación que hoy critican a Álvarez, lo buscaron entusiastas y amables cuando se trataba de criticar al presidente de Cajamarca o de mostrar la ineficiencia de otras regiones. Estamos así frente a una triple politización del caso: (i) la que hacen distintos poderes del Estado que buscan sacudirse de sus responsabilidades, culpabilizando exclusivamente al mandatario ancashino; (ii) la que hacen algunos congresistas y distintas figuras políticas en un año electoral, en el que seguramente tienen intereses en juego en el próximo proceso electoral; (iii) la que hacen fácilmente los opositores a la descentralización, y especialmente a los presidentes regionales, que encuentran una coyuntura propicia para buscar revertir una reforma cada día más bloqueada, y de esa manera incrementar su poder.
El esclarecimiento del caso y el castigo drástico a todos quienes resulten responsables de las distintas denuncias que se prueben, debe ser drástico y ejemplar. Pero Ancash y César Álvarez no pueden servir para «esconder» la corrupción en distintos sectores públicos (Poder Judicial, Ministerio Público, Policía Nacional, Ministerio del Interior), ni para tapar las ineficiencias y debilidades del gobierno nacional. En esa perspectiva, es indispensable separar las acusaciones, arbitrarias o no, contra una autoridad regional, de los temas de fondo que el gobierno y la clase política no quieren debatir.


desco Opina / 11 de abril de 2014
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