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La izquierda, nuevamente

Una vez más, convergen esfuerzos para crear y, en la medida de lo posible, consolidar un espacio de izquierda en la política peruana. La voluntad no está en cuestión sino cuál es finalmente el objetivo. Para algunos, que tiempo atrás no dudaban en señalar que la tarea era acumular fuerzas, ahora consideran que el motivo inmediato es el electoral, en tanto son poseedores de la llave legal. Para otros, la «necesidad táctica del momento» se reduce a no dejarse envolver por la ventaja del primero, para lo que será bueno apostar por «los procesos de largo plazo».
No sólo la parte formal guarda semejanza con los reiterados intentos de reagrupamiento del pasado reciente. La compulsión a la repetición también parece manifestarse en los contenidos. Como señala más de uno, la izquierda no ha podido tomar posición en ninguno de los temas debatidos en los últimos años, desde el servicio militar hasta la descentralización, pasando por los derechos de género. Incluso, las deficiencias mostradas respecto a cómo organizarse y comunicar parecen ser las mismas de siempre.
Sin embargo, al lado de las continuidades, hay elementos que permiten vislumbrar cambios con cierto optimismo. Tras los mismos rostros y prácticas es inocultable la instalación de un evidente hartazgo ante la inoperancia y ausencia de resultados que ha seguido a la izquierda peruana durante los últimos treinta años. Es decir, percibir que se está actuando al límite y que ya no hay oportunidades no deja de ser una ventaja en un espacio que se ha caracterizado por su conservadurismo y rigidez ante el cambio.
Por otro lado, el temor de la derecha peruana ante este nuevo intento, disfrazado de desdén y soberbia, también debe tomarse como un dato positivo. Como suele hacer, busca desde ya descalificar los intentos bajo un sino fatalista, del tipo «el programa de la izquierda siempre tendrá malos resultados» agregando a renglón seguido que «a estas alturas resulta particularmente difícil ser una persona históricamente informada y al mismo tiempo, defender fórmulas como las aludidas sin caer en necedad».
La contradicción es obvia: advertencia ante la posibilidad de caer en la necedad. Por eso, sólo a una derecha como la peruana sirve el argumento de una izquierda que no aprende las lecciones y aparece como un ser prehistórico en el siglo XXI. Es la manera como han evitado que se discutan los límites evidentes que manifiesta el modelo que auspicia y, de paso, no permitir que exista una agenda política diferente a la suya.
Es el chantaje que la izquierda peruana está obligada a superar, marcando su propia cancha y proponiendo sus ejes para el debate. Así, señalar derroteros en la política exterior apostando por la integración regional y dejar de lado la prioridad comercial, abrir el debate para un cambio en la matriz productiva, profundizar el sentido democrático y el fortalecimiento institucional buscando ir más allá del concepto liberal de los derechos, así como definir los nuevos sujetos de la acción política, son sólo algunos de los aspectos en los que debe presentar debate.


desco Opina / 5 de julio de 2013
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