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Toda repetición ¿es una ofensa?


El presidente Martín Vizcarra, repitiendo un comportamiento que lo caracteriza, luego de harto silencio en una coyuntura en la que las debilidades de su gobierno se evidencian cotidianamente –un Premier y un gabinete remozado que no despiertan interés y que obtienen un voto de confianza raspando y gracias al fujimorismo, el conflicto de Las Bambas desnudando la impericia gubernamental, acusaciones de corrupción contra nuevos ministros y altos funcionarios, 17 muertos en el incendio de un bus en un paradero informal del que se «responsabilizan» distintas autoridades, el escándalo de los textos escolares y el enfoque de género– dio un mensaje al país, manteniendo el estilo de sus comunicaciones anteriores.
Las encuestas recientes que coinciden en la caída de la aprobación presidencial la última de ellas presentada por DATUM le da 49%, registrando un descenso de 17 puntos en los últimos meses evidencian que si bien la opinión pública sigue considerando que la lucha contra la corrupción debe ser el eje más importante de la gestión pública (56%), el tema en el que debiera concentrarse el equipo ministerial es el de la lucha contra la inseguridad (34%). Por lo demás, ya desde meses atrás, los diversos sondeos de opinión pública revelaban que el principal argumento para la desaprobación de la gestión, era la falta de gobierno.
En este escenario, el mandatario, que sin duda encuentra en las encuestas un termómetro que le parece adecuado para medir la temperatura de la gente, anunció en su mensaje la presentación de doce propuestas de reforma política, ratificando su teórico compromiso con la misma. Se quejó de la lentitud grosera del Congreso con los proyectos de la reforma judicial, sin llegar a pecharlo claramente. Buscó convencernos que sí gobierna y que el país crece. Afirmó que el conflicto de Las Bambas se resolverá dialogando, lo que sin duda es positivo en un escenario en el que se multiplican las voces que exigen autoridad. Insistió, finalmente, en la importancia de aprobar la norma antielusión, duramente resistida por los mismos que exigen orden en el corredor minero.
Con el mensaje, el Presidente parece querer equilibrar el tablero político que le era favorable hasta fines del año anterior y que hoy día le resulta adverso. Si no, veamos: El fujimorismo y sus aliados paulatinamente recuperan el control del Congreso de la República y amenazan con lograrlo completamente. La salida de César Villanueva del Premierato y el pálido entusiasmo generado por Del Solar, así como sus primeras «patinadas», evidencian que los límites en el gobierno no eran responsabilidad exclusiva del ex Primer Ministro.
Los empresarios, superado el espanto inicial que les causó el «club de la construcción», recuperan sus usos y costumbres e insisten en bloquear la norma antielusión con el respaldo de congresistas que continúan diciéndose oficialistas. La paralización de las Bambas en este escenario, fue la fresa de la torta, que evidencia problemas de gran calado que son anteriores y que van más allá de Martín Vizcarra y su gestión.
Así las cosas y siendo conscientes de que este gobierno no está interesado en resolver algunos de nuestros temas de fondo, porque ni las propuestas de reforma presentadas van a la médula de los cambios que requerimos en el sistema político, ni las mesas de diálogo y las compensaciones económicas resolverán el fracaso de un modelo donde el Estado renunció a su rol dejando en manos de las grandes empresas extractivas el control de los territorios; parece claro que la insinuación de cambio y rebelión que supuso la lucha anticorrupción y el empoderamiento que le dio al Presidente, ha llegado a su término. Parece que volvemos entonces al interés inicial de Martín Vizcarra al comenzar su mandato: durar hasta el 2021. Seguramente porque nunca hubo convencimiento ni ideas para un cambio real.


desco Opina / 12 de abril de 2019

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