El pasado sábado 13 de abril el
gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, rompió su silencio. En una presentación oficial, ante un conjunto
de autoridades regionales, ofreció el balance de sus primeros cien días de
gobierno. Su discurso nos sigue dejando un sabor a incertidumbre, que es lo que
hemos vivido durante toda esta primera temporada.
El discurso fue otro listado de promesas
de inversión; como la construcción de un nuevo hospital en el Cono Norte de
Arequipa, la mejora de la infraestructura del hospital Goyeneche, la compra de
ambulancias para provincias y la adquisición de medicinas, pero no hubo
palabras sobre los problemas que enfrentamos en la eficiencia de los servicios
de salud, esos que han llevado a declarar en emergencia hasta en dos oportunidades al hospital general Honorio Delgado y a la organización de una pollada del cuerpo médico del hospital
Goyeneche para comprar instrumentos médicos.
Así como en Salud, también se hicieron promesas para obras en otros sectores, como
Agricultura, Saneamiento, Seguridad, Comunicación, Medioambiente, etc.; pero
sin que se vislumbre un replanteamiento de la política regional, tomando como
base el plan de desarrollo regional existente. La pregunta es ¿cuáles son las
bases de gobierno de esta gestión? Todavía no está claro.
Estos primeros cien días han dejado a la
vista la fragilidad de su propuesta política. La bronca intestina con su vicegobernador no solo
ha desnudado su falta de tacto para con su socio político, sino que puede leerse
como una de las consecuencias de llegar al poder como «invitado» de un
movimiento político. Otro infeliz resultado es no haber logrado articular un
equipo técnico proveniente de las canteras de este movimiento (Unidos por el
Gran Cambio), situación que lo ha llevado a recurrir a la designación de
funcionarios procedentes de otras gestiones regionales, en especial de la
gestión de Daniel Vera Ballón y la de Juan Manuel Guillén.
Lo que se infiere de su discurso, es que
Cáceres Llica tiene una mirada localista, la «reivindicación del provinciano»,
como dice. Este entrampamiento no es un buen augurio para la conformación de un
bloque político en el sur –la macrorregión–, tema al que no le dedicó ni una
sola palabra. En la práctica, tampoco ha sabido manejar sus relaciones con sus
pares regionales, como con el gobernador de Puno, Walter Aduviri, uno de los
gobernadores sureños que ha puesto en agenda nacional el tema del gasoducto sur
andino, como un activo económico para esta parte del país.
Respecto a la paralización de grandes
proyectos, tampoco ha brindado explicaciones. Por ejemplo, Cáceres ha afirmado
que a finales de julio entregará la obra de la Variante de Uchumayo (que lleva alrededor
de cinco años de ejecución), sin mediar explicación sobre todas las
observaciones técnicas que hay respecto a ella. Lo mismo ha pasado con la obra
de la carretera Arequipa-La Joya que, según sus palabras, se reiniciaría en
agosto.
Finalmente, tampoco dijo nada sobre el
proyecto Majes Siguas II, aunque días antes adelantó que no firmaría la adenda para su continuación, pese a los
informes favorables de Autodema, oficina que es parte de la administración
regional.
En síntesis, el discurso del gobernador
regional evidencia una alarmante falta de visión de conjunto sobre el
desarrollo de Arequipa como región, el cual parece reducirse a la ejecución
dispersa y fragmentada de inversiones en ciertas obras de infraestructura que,
aun cuando importantes, no constituyen en sí mismas una alternativa adecuada a
los desafíos de Arequipa. Es también lamentable, la carencia de una visión y
discurso político capaz de convocar a amplios sectores ciudadanos y de negociar
y concertar políticas con los representantes de otras regiones. Solo queda
estar alertas, impulsar la vigilancia ciudadana y propuestas que permitan superar los vacíos que
hasta ahora demuestran nuestras autoridades.
desco Opina - Regional / 17 de
abril de 2019
Programa Regional Sur
- descosur
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