El conflicto en torno al
proyecto Tía María ha mostrado el fracaso del gobierno para manejar un asunto
tan delicado y complejo, lo que resulta especialmente alarmante y clamoroso
considerando los antecedentes de Conga y la experiencia misma en el valle del Tambo
hace pocos años. Es sin duda el fracaso de un abordaje que cree encontrar
salidas «técnicas» y no políticas a los conflictos sociales.
Intentando superar la
situación, el gobierno del Presidente Humala ha enviado a cuatro ministros a Arequipa para que expliquen en detalle el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) a la población, que desconoce
los pormenores del mismo y no tiene idea de la medida en que éste ha superado
las 138 observaciones que la UNOPS hizo al anterior EIA. Dada la coyuntura en
el valle del Tambo, los ministros optaron por exponer en una universidad de la
ciudad de Arequipa.
Más allá de la
contundencia o no de sus argumentos, no deja de ser lamentable que cuatro altos
representantes del Estado se vean obligados a hacer una exposición pública que,
se supone, la empresa interesada debió hacer a la población en los denominados
talleres informativos, como requisito para la posterior aprobación de su EIA.
Como se sabe, la
legislación vigente establece como mecanismo de participación ciudadana, la
obligación que tiene una empresa de realizar dichos talleres informativos para
que los actores involucrados de la «zona de influencia directa» conozcan el proyecto, tanto los beneficios como los riesgos y las medidas que se van a adoptar para mitigar eventuales daños. La población convocada es la de un ámbito
delimitado con criterios técnicos relacionados con las futuras operaciones
mineras, dividiendo el territorio de una manera que no toma en cuenta el
entramado o estructura económica, social y de poderes existentes, que
normalmente entrelazan amplios espacios en donde los actores sociales reproducen
su vida cotidiana, excluyéndose a población que, sin vivir en las cercanías del
proyecto, va a ser afectada (o percibirá que puede serlo) por este.
Según las normas, la
empresa debe poner a disposición del público el documento del EIA, que frecuentemente
es un informe de muchos volúmenes y cientos o miles de páginas escritas en un
lenguaje técnico y especializado, aunque se contempla la inclusión de un
resumen ejecutivo en lenguaje sencillo y accesible. Los interesados deben acceder
para ello a una versión digital o a una de las pocas versiones impresas que se
pone a disposición, revisarla en un plazo relativamente corto e inscribirse
para asistir al evento (controlado por la empresa), a fin de plantear allí sus
observaciones que, se supone, deben ser tomadas en cuenta por el Ministerio de
Energía y Minas.
Southern utilizó estos
procedimientos cuando en diciembre del año 2013 convocó a talleres informativos
en la zona de influencia del proyecto, para presentar los resultados de su EIA.
La organización de los eventos fue estricta y el acceso de los opositores controlado,
encargándose la Policía Nacional de mantenerlos a raya y evitar desmanes. La
empresa y el MINEM quedaron satisfechos con los resultados y el EIA terminó siendo aprobado por este último, a pesar de
las observaciones presentadas por quienes se oponían.
La confianza en que los
talleres informativos habían dado luz verde al proyecto y se había logrado
neutralizar a los opositores, no generó mayor preocupación en la empresa ni en
el MINEM por procurar que la población del valle (no sólo la de la zona de
influencia directa) conociera realmente los detalles del EIA y se informara respecto
cómo supuestamente se había logrado el levantamiento de las observaciones efectuadas por la UNOPS,
menos aún por instalar una mesa para ir negociando oportunamente inversiones y
mecanismos para solucionar eventuales conflictos, y mucho menos todavía por el
siguiente movimiento de los sectores opositores en la campaña electoral del
2014. La visita de los cuatro ministros es producto de este grave error
político, pero en un contexto mucho más complicado que en diciembre del 2013; quizá
sea ya tarde.
Más allá de las
maniobras concretas que puedan haberse producido en los talleres, y que los
opositores al proyecto juzgan como reales, lo cierto es que el modelo de «participación
ciudadana en minería» es bastante restrictivo; las dificultades de la población
para acceder a la información, el plazo relativamente corto que se tiene, la
organización de los talleres generalmente en manos de la empresa –la que juega
también un rol decisivo en la selección de los participantes–, constituyen
problemas serios que limitan dicha participación. No hay, además, mecanismos efectivos
para asegurar que las observaciones al estudio sean tomadas en cuenta por el
MINEM. Tan importante como lo anterior, es que los talleres informativos se
limitan a convocar a la población residente en la ya mencionada «zona de
influencia directa», excluyendo a otros sectores técnica aunque no social ni
territorialmente fuera y que, por tanto, pueden jugar un rol decisivo en la
obtención de la licencia social. Justamente, en el caso de Conga, la protesta
partió de estas áreas y terminó bloqueando el proyecto y no es de extrañar que
población «externa» a ese ámbito participe ahora en las movilizaciones contra
Southern.
Por ello, creemos que
esta crisis es una buena oportunidad para repensar la normatividad y plantear
la necesidad de introducir cambios que permitan una participación ciudadana amplia,
efectiva y democrática, reduciendo las fuentes de conflictividad social.
desco Opina
- Regional / 17 de abril de 2015
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