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Cuando de verdad pase el temblor



El pasado 30 de mayo se llevó a cabo el simulacro nacional de sismo y tsunami. Pese a haberse establecido que la participación fuera de «carácter obligatorio» en las instituciones públicas, el ejercicio no tuvo mayor impacto. Y es que si se considera la poca participación real de personas, en la hora programada, en otros locales de afluencia masiva como son los centros comerciales, mercados, campos feriales, etc. es evidente que no se tomó en serio este ensayo preparatorio.
Resulta interesante hacer notar que solo cuatro días después del simulacro, en la ciudad de Lima se producía un sismo de 5.4 grados en la escala de Richter, que sin haber sido de mayor intensidad, nos mostró muchas falencias y la falta de preparación de los habitantes de Lima para responder ante eventos sísmicos de magnitud. De hecho se reportaron hasta un total de cinco emergencias, producto de crisis nerviosas y golpes, ocurridos durante el proceso de evacuación, en los distritos de Villa María del Triunfo, Villa El Salvador, San Juan de Miraflores, Surco y Lince.
Una vez más constatamos lo mal preparados que nos encontramos como sociedad para hacer frente a un fenómeno natural que va a ocurrir y que puede afectar significativamente nuestras vidas. Lamentablemente, los esfuerzos de Defensa Civil devienen en nada ante la poca seriedad con la que se asumen los procesos de prevención con miras a evitar una situación de desastre.
Por otro lado, en más de una oportunidad los especialistas han hecho notar que el déficit cualitativo de las edificaciones en el país (léase bien: su mala calidad) es mucho mayor que el cuantitativo. Esto adquiere una dimensión crecientemente preocupante si se tiene en cuenta que en Lima y varias ciudades importantes del país se están produciendo acelerados procesos de aumento de la densidad que traen múltiples consecuencias. La densificación urbana tan importante, en la lógica de plantear las ventajas para una ciudad más compacta, no necesariamente está visibilizando ni planteando soluciones ante el problema de lo ya construido. Menos en lo que significa contar con la compleja preparación que corresponde a las implicancias de dar el paso de trasladarse de la vivienda unifamiliar a la multifamiliar, incluyendo, por cierto, las prevenciones de riesgo a tomar ante eventos sísmicos de magnitud.
En este contexto, resulta alarmante observar la pobre reacción y compromiso que existe por parte de nuestras autoridades, técnicos e inclusive la propia sociedad civil, para dar solución a un problema siempre latente, que se enfrenta con desidia, sin convocatorias importantes a la toma de conciencia y previsión. Sin duda, de seguir igual, terminará por pasarnos una factura difícil de pagar, particularmente en una metrópoli como Lima con más de 9 millones de habitantes y serios puntos de zonas en grave riesgo.
Pensamos que las autoridades de Defensa Civil se encuentran en la necesidad de hacer una profunda autocrítica, evaluar sus magros resultados y emprender campañas con metodologías que resulten siendo de verdad exitosas y calen en la conciencia ciudadana y la organización del tejido social. Eso es responsabilidad de todos y hasta ahora lo estamos haciendo bastante mal, burocráticamente, con procedimientos puramente formales y llenándonos de carteles y señalización de rutas y aforo que en verdad de poco sirven a la hora de las crisis verdaderas.

desco Opina - Regional / 13 de junio de 2014
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