Acorazada
con un manto de impunidad y descaro, Dina Boluarte dio inicio a las actividades
protocolares en el marco de su último discurso por Fiestas Patrias. Ya muy
temprano, el Cardenal Carlos Castillo le había recordado el porqué de su
altísima desaprobación, dirigiendo un contundente mensaje contra esa clase
política que ostenta hoy el poder y encarando, sutilmente, a la propia
Boluarte. Describiendo a su gobierno y a la coalición que la sostiene en el
Congreso como lo que realmente son: “ese
espíritu mafioso, con actitud mandona y dictatorial”. Castillo logró,
en pocos minutos, incomodar a quienes vienen destruyendo al país, al mismo
tiempo que extendía su mano solidaria a ese pueblo consciente que viene
exigiendo, de muchas formas, el respeto de los derechos de todas y todos los
peruanos.
Desde
temprano se conoció el extenso discurso que daría Boluarte bajo el nombre “Estabilidad,
progreso y futuro para el Perú”. Fiel a su estilo, se presentó en el Congreso para dar
cuenta, de los “logros” de su precaria gestión, a los sectores que la
sostienen, señalando con tremenda arrogancia que su gobierno fue el salvador
del orden democrático y la institucionalidad del país, al evitar, según ella,
que se sumiera “en un indeseado vacío de
poder con graves consecuencias”. Ello, pese a que meses antes, la revista The Economist, en su informe
sobre el Índice de Democracia Global correspondiente al 2024, calificó al país
como un régimen híbrido,. Y pese a que carga la responsabilidad por los más de
cincuenta asesinados durante las protestas realizadas en contra de su régimen.
Boluarte no
dudó en criticar duramente a Bolivia, Venezuela y Cuba; sí, aquellos gobiernos
con los que decía coincidir hasta antes de colocarse la banda presidencial y a
los que hoy llama “países fallidos” como un intento por congraciarse con la derecha que no
duda en recurrir a este recurso para descalificar a cuanto personaje de
izquierda haya en el país. Con mirada altiva y sonrisa desafiante, calificó de “traidores a la patria” a los miles de
ciudadanos y ciudadanas, de distintas partes del país, pero sobre todo de las
regiones del sur, que ejercieron su derecho a la protesta durante los últimos
meses de 2022 e inicios de 2023, denunciando a quien se alineó, desde el primer
minuto de su gestión, con los ideales del sector que perdió en las elecciones
de 2021. Ese sector político al que, en más de una oportunidad acusó de
corrupto y cómplice de los abusos cometidos durante la dictadura Fujimorista de
los 90. Sus indecentes palabras provocaron el
rechazo inmediato de congresistas que permanecían en el recinto
parlamentario, como Ruth Luque, Wilson Quispe y Jaime Quito, que con voz en
alto y mensajes escritos en pancartas y polos, rechazaron los
calificativos que Boluarte pronunciaba sin remordimiento.
Su
desparpajo fue tal, que no dedicó ni un solo minuto de sus más de cuatro horas
de mensaje, a un mea culpa por las
consecuencias graves que ha ocasionado su paso por el Palacio de Gobierno. No
hizo ninguna referencia a las exigencias de la población por frenar el impacto del
avance de la criminalidad organizada, ni mucho menos acerca de la imperiosa
necesidad de medidas preventivas reales para la lucha contra la violencia que
vienen sufriendo niñas, adolescentes y mujeres en distintas partes del país.
Pese a autoproclamarse, por enésima vez, como la primera presidenta en 200 años
de República y a embanderarse con las luchas de las mujeres, las mismas que
vienen denunciando las políticas antiderechos que su gobierno ha impulsado y
defendido con vehemencia de la mano con el Congreso.
Mientras
Boluarte evidenciaba la desconexión institucional con la que gobierna el país,
la Policía Nacional reprimía, sin reparo, a ciudadanos y
ciudadanas que se desplazaban por las principales calles de Lima para rechazar
a la clase política dirigente que ha agudizado las brechas de desigualdad en el país, denunciando
su convivencia para blindar a los responsables de las violaciones a derechos
humanos, no sólo de las cometidas durante el actual régimen, sino también las
perpetradas durante el conflicto armado interno, lideradas por Fujimori y
Montesinos. Un día antes de su discurso, se había realizado un acto simbólico
de peregrinación
hacia el Apu Usharu (Cerro San Cristóbal), en el que participaron familiares
de los asesinados en las protestas de 2020, 2022 y 2023, así como ciudadanos y
colectivos de derechos humanos, para exigir justicia, verdad y reparación.
Con un
hemiciclo casi vacío, Boluarte terminó luego de más de 4 horas, y saltándose 15
páginas, su agobiante mensaje de autoelogio, dejándonos con ese sinsabor que
nos provoca su sistemática retórica vacía. Su discurso pretendió desacreditar a
quienes la rechazan ampliamente a donde quiera que vaya, razón por la cual
prioriza sus viajes fuera del país.
Señora
Boluarte, sus repetidos dichos y discursos de odio no podrán negar la altísima
desaprobación que se ha ganado a pulso y que busca justificar a costa del
bienestar de los millones de peruanos y peruanas que desean verla fuera de Palacio,
asumiendo las consecuencias de sus erráticas decisiones. Es mejor que se calle.
desco Opina / 1 de agosto de
2025