Han
pasado casi dos meses desde que el 6 de marzo se detectara el primer caso de
coronavirus en el Perú y, desde ese momento, las cifras de la pandemia aumentan
de manera acelerada. En diez días, del 20 al 30 de abril, el total de los casos de contagio se incrementó tanto
como la mortandad; según cifras oficiales, 20 651 nuevos casos y 606 muertes
adicionales, lo que da una cifra total al momento de redactar este artículo de 36 976 casos y 1051 fallecidos, según la información oficial del MINSA.
74% del total de los casos detectados se encuentra en el conurbado Lima-Callao,
situación que puede ser entendida si consideramos que la forma como el virus llegó
al país, como a muchos otros, fue por vía aérea y se ha expandido en las zonas
donde hay mayor aglomeración urbana.
Si
bien hay mucha incertidumbre sobre la forma como esta situación ira
redefiniendo prioridades y acciones del gobierno, lo que ya ha demostrado la
coyuntura actual, es la falta de preparación y atención que tenemos como
sociedad para hacer frente a una situación tan grave como la emergencia
sanitaria que nos toca vivir en este momento. Las soluciones se van dando sobre
la marcha y si bien la pandemia ha hecho que se produzca un colapso
generalizado de los sistemas de salud de muchos países en el mundo, es muy
diferente tratar de atender a más de un millón de infectados en un país como
Estados Unidos que tiene una población cercana a los 340 millones, o a más de 213
000 infectados en España que tiene una población de alrededor de 46 millones, a compararlo con los más de 36 000 infectados en Perú que tiene una población de 32 millones.
Antes
de que se diera el crecimiento exponencial de casos de Covid-19 en nuestro
país, sabíamos que existía un gran déficit en los sistemas de atención, tal como
lo demuestran datos que reportaban –a una semana de conocido el paciente cero–
que el 80% de los hospitales no estaba preparado para atender la demanda proyectada en ese momento y que el presidente Martín Vizcarra, a seis semanas de
conocido el paciente cero, admitiera que existen “varios hospitales donde la
demanda ha superado la oferta de la atención hospitalaria” precisando que las deficiencias del sistema de salud “no son de ahora sino de años atrás”.
Esto,
que no hace más que corroborar los limitados niveles de planificación y
preparación que tenemos como sociedad, no niega el alto nivel de resiliencia
que hemos desarrollado los peruanos en general, para sobrevivir en contextos
tan cambiantes como el que actualmente nos toca atravesar. Respuestas en el
ámbito de la salud como la construcción de respiradores artificiales, por ejemplo, o la adaptación de la Villa Panamericana como centro de atención y alojamiento para pacientes Covid-19
son acciones positivas, como también lo es en el ámbito social la implementación
de la “Casa de Todos” en Acho, aunque el ritmo de propagación del virus las
convierte en un efecto placebo.
En
medio de toda esta coyuntura podemos afirmar que la suerte estuvo de nuestro
lado, empezando porque el virus demoró en llegar al país, pese a que ya estaba a nuestro alrededor, lo que permitió ir analizando
cuáles eran las mejores estrategias a implementar, o el hecho que pudiéramos
destinar la Villa Panamericana a ser el gran centro de atención de pacientes Covid-19,
cuando hasta hace poco menos de un año era un elefante blanco que ofrecía
departamentos para vivienda que nadie quería comprar por su elevado costo. Suerte también ha
sido –aunque algunos puedan decir “mala suerte”– que el foco de la pandemia sea
Lima, porque es donde se puede soportar de mejor manera el virus.
Pero
la suerte no dura para siempre. Las ultimas noticias sobre el movimiento de los focos de contagio en la ciudad, el desabastecimiento de implementos para el personal médico o la reducción de camas UCI para próximos pacientes, visibilizan una situación
alarmante. Confiemos en que el foco no se traslade a otra zona del país o que
siga con su escalada cuando hasta ahora ningún martillazo ha logrado aplanar la
curva de contagios. El panorama es incierto, pero las lecciones para el mediano
plazo son obvias. La importancia del Estado y lo público, los límites groseros
de la privatización de servicios, los altos costos de postergar a la gente por
proteger al mercado no pueden volver a repetirse. En el plazo inmediato, antes
que la suerte se nos aleje, haría bien el gobierno en entender que es
indispensable que convoque y escuche a la sociedad y sus organizaciones.
desco Opina - Regional / 30 de
abril de 2020
descoCiudadano
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