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El pavoroso Niño y la anomia municipal



En Lima autoridades y vecinos vivimos como si no hubiera naturaleza, como si nunca hubiera ocurrido nada, pese a muchísima evidencia de lo que el Fenómeno de El Niño significa: de acuerdo a un estudio publicado el año 2000 por la Corporación Andina de Fomento (CAF), entre 1997 y 1998 durante la ocurrencia del FEN en el Perú, se presentaron 297 inundaciones, 229 huaycos, 444 lluvias intensas, 188 deslizamientos, 143 tormentas eléctricas, vientos fuertes y sequias. Se tienen registrados 1301 eventos que ocasionaron pérdidas económicas que ascienden a los 3.500 millones de dólares. Este registro nos pone de cara frente a la ocurrencia inminente de nuevos desastres el presente y próximo año en el Perú por el FEN.
Existe un 55% de probabilidad de que el Fenómeno El Niño alcance una magnitud fuerte y extraordinaria, parecida a la del fenómeno ocurrido entre los años 1982-1983 y 1997-1998. La mayor intensidad del FEN será entre fines de noviembre y marzo del 2016, según Luis Icochea, oceanógrafo exjefe del Instituto del Mar del Perú (Imarpe). En su último reporte, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) confirma que el fenómeno es «significativo y está fortalecido».
Al respecto queremos una vez más llamar especial atención al riesgo inminente en que se encuentran miles de familias de los asentamientos humanos marginales del contrafuerte andino costero y las cuencas hidrográficas del territorio nacional. Pero además, ya hemos sido advertidos del grave peligro del desabastecimiento de Lima por probable bloqueo de la Carretera Central.
La secuencia es simple: subida de temperatura, lluvias, ubicación de las viviendas en zona de pendiente, quebradas y al borde de los ríos, erosión del suelo y características de la urbanización en Lima con materiales que no resisten lluvias intensas.
Una tragedia nacional sin precedentes podría ser el resultado de la falta de acción del Estado que ha permitido durante los últimos veinte años que estas familias se asienten en terrenos que jamás debieron ser urbanizados. Yerran una vez más, para eludir su responsabilidad, personajes como el alcalde de Lima al pretender atribuir la responsabilidad a las familias autoconstructoras. Quienes conocemos el tema sabemos que ha sido la política pública de gobiernos como el de Fujimori en el país, y Castañeda en Lima, los que han propiciado que esto ocurra por su dejadez y falta de interés real por la calidad de vida de los más pobres.
El Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Michel Jarraud, expresó en junio del 2014 que «los gobiernos del mundo entero han contado con tiempo suficiente para elaborar planes de contingencia a fin de hacer frente a los posibles efectos que El Niño previsto para este año tendría en la agricultura, la gestión de los recursos hídricos, la salud y otros sectores sensibles al clima». Actualmente, el gobierno, a través del Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), invertirá 21 millones de dólares durante el 2015 en obras que buscan atenuar los eventuales efectos que pueda ocasionar la presencia del fenómeno de El Niño en la costa norte y sur del país. Esta cifra representa respectivamente solo el 1.97% y 2.43% de las pérdidas ocasionadas en 1983 y 1998 lo que nos grafica como el gobierno del señor Humala atiende el FEN y desatiende muchas otras responsabilidades de gestión de gobierno que le han quedado, por decir lo menos, grande.
Es casi una realidad que traerá una secuela de destrucción en el aparato productivo, en la pesquería, agricultura, transporte, comercio, infraestructura costera, industria, salubridad, y otras actividades. A ello se suma la evidencia científica acerca de daños causados por el FEN en episodios que se remontan al siglo XVI; además se han encontrado pruebas geológicas de sus efectos que datan de hace miles de años en las costas del Pacifico. Por cierto, por entonces no teníamos una ciudad como Lima y otras muchas del país con cerros, quebradas empinadas y laderas peligrosas plagadas de viviendas precarias que los municipios y el Estado, los malos políticos y el populismo no solo han tolerado, sino alentado construyéndoles escaleras como gran solución y compromiso con los pobres.
Los distritos más afectados por deslizamientos por lluvias serán: Rímac, Comas, Villa María del Triunfo, Carabayllo, San Juan de Lurigancho, Santa Anita y Chosica. Y por la erosión de suelos: San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador, Ventanilla, Chorrillos, Comas, Puente Piedra, La Molina y La Punta (en el Callao). ¿Acaso está haciendo algo la Municipalidad Metropolitana de Lima para cuidar la vida de al menos tres millones de personas en riesgo eminente de perderlo todo, incluida la vida?
No sólo se requiere más inversión, ni prevención en términos de hacer obras, sino en términos de organizar de verdad a los vecinos. Eso es sumamente importante, pero se teme y no se actúa y la reacción municipal es la anomia. Para enfrentar el FEN no basta tan solo la acción de Defensa Civil y entidades de socorro, es indispensable que el gobierno y sus respectivos sectores aborden los efectos desastrosos como un problema de sostenibilidad de la calidad de vida y de la economía del presente y futuro del país, con la activa participación de la gente.

desco Opina - Regional / 28 de setiembre de 2015
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