Entre miles de ofertas electorales repetidas hasta la saciedad al
tratar sobre nuestra seguridad, prácticamente no se ha mencionado el tema del
cambio climático y la atención de cómo enfrentarlo. Es la seguridad importante que se olvida. Como ciudad megalópolis –rasgo
del que casi no se tiene conciencia– Lima afronta retos que se añaden a los
conocidos problemas de transporte y movilidad urbana, inseguridad ciudadana o
falta de planificación. Nos preocupa que en los planes de gobierno de los candidatos de los primeros puestos en las
encuestas, solo en el de la alcaldesa se hayan mencionado los temas ambientales de conservación y protección de lomas.
El cambio climático, fenómeno mundial efecto del calentamiento global
que altera la composición de la atmosfera se atribuye directa o indirectamente
a la actividad humana. Es una anomalía que gradualmente afecta más a las áreas
urbanas, especialmente las de los asentamientos precarios en las zonas periféricas
de la ciudad, convertidos en territorios expuestos a un alto grado de
vulnerabilidad climática. En el Perú agudizan más esta problemática la ausencia
del Estado y la falta de visión de largo plazo. Un ejemplo de esta crisis y
reto a superar está en los «Ecosistemas Frágiles» de Lima metropolitana, caracterizados por recursos singulares de baja
resiliencia e inestables ante eventos impactantes de naturaleza antropogénica.
Es muy poco lo hecho y las únicas iniciativas para cambiar esta situación se
implementaron recién a partir del 2011. Antes ninguna administración edil
metropolitana incluyó esta problemática en sus visiones de ciudad.
La municipalidad de Lima cuenta con un programa metropolitano de Lomas, con el objetivo de lograr la conservación y el
aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y de la diversidad
biológica de las lomas de la provincia. Se busca poner en valor estos ecosistemas
debilitados, que de extinguirse acelerarían los impactos que vienen por acción
del cambio climático. La preocupación del gobierno metropolitano por establecer áreas de protección
que limiten el crecimiento sobre suelos marginales de la ciudad, es visible
pero no es potente. No basta con abordar el tema de adaptación ante el cambio
climático, también urge trabajar la mitigación, que supone una estrategia importante
para reducir el deterioro ambiental y combatir la contaminación. Los procesos
de ocupación informal avanzan con rapidez afectando la naturaleza, creando
riesgos y aumentando la vulnerabilidad del territorio.
Esta problemática no figura en la agenda de los electores. Urge incluirla
en la promoción de la preservación, cuidado y expansión de las áreas verdes en
el casco urbano de la ciudad. Lo decimos así porque, por ejemplo, ha ocurrido
ya un caso que podría ser emblemático –acaecido a finales del año 2013– al
surgir una controversia entre la administración edil metropolitana y distrital
para procesar una iniciativa «verde» de familias habitantes en barrios próximos
a los circuitos de Lomas. Se parceló un área de zonas protegidas en casi dos hectáreas de las frágiles lomas de Villa María del Triunfo con la excusa de formar «biohuertos urbanos»,
causando severos daños. La municipalidad metropolitana de Lima ordenó la
suspensión inmediata de esta acción encontrando que las familias que depredaron
estos ecosistemas frágiles habían gestionado y obtuvieron el reconocimiento de
la municipalidad de Villa María del Triunfo para trabajar agricultura en dichos
terrenos, pese a las protestas de la junta directiva barrial y de algunos
vecinos. Sabemos también que surgen controversias climáticas al desarrollar proyectos y campañas de arborización,
que deben coordinarse y articularse con cautela entre los varios niveles de
acción del Estado.
En muy poco tiempo el Perú será sede de la COP20 (conferencia mundial sobre cambio climático) y como
anfitrión consecuente aguardamos iniciativas nacionales para revertir situaciones
como las descritas líneas arriba. Apremia resolver la superposición normativa y
legal que entrampa la gestión adecuada de las áreas de protección. Urge
enfrentar a los traficantes de terrenos y llamar duramente la atención a los
municipios distritales y/o a otros organismos con competencia directa en la
protección de los ecosistemas frágiles que brillan por su ausencia. Se espera
que los municipios en Lima y en todo el país asuman el reto. Se necesita una pronta
acción conjunta de diversos niveles del Estado para encauzar el crecimiento urbano
del siglo XXI; existen normas que no se aplican y nos impulsan a preguntar si se dará prioridad solo al transporte y cámaras de seguridad
o se tomará con responsabilidad el escenario que nos plantea el cambio
climático.
desco Opina - Regional / 3 de octubre de
2014
Programa Urbano
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