La ilusión de algunos
sectores de que el paquete de reactivación económica Castilla sea devuelto al
Ejecutivo fue vana. Este fue aprobado por once votos a favor, tres en
contra y siete abstenciones (la representación fujimorista está perfeccionando
el arte de la abstención) en la Comisión Permanente del Congreso. Once personas
consumaron así un nuevo acto para seguir en el sueño neoliberal de 1990.
Humberto Campodónico ha conceptualizado muy bien
el contexto de las medidas promovidas por el MEF como un paso más hacia «completar
las reformas» iniciadas por Fujimori: lo que no hicieron Toledo ni García lo
terminó haciendo Humala. Por otro lado, Francisco Durand habla de lobbies en lo tocante al retroceso en materia
ambiental y a la «reducción de deudas». De paso, esta reducción de deudas nos
deja ver que los fanáticos neoliberales serían también, o serían en verdad,
consumados lobistas empresariales que buscan ganarse alguito con el pretexto de
la economía frenada. Liberales que practican el lobby como un «arma» lícita en
la forma de hacer política pública al margen de que beneficie o no al país, liberales
y lobistas que están cortados por la misma tijera en los mismos estudios de
abogados.
El argumento de las
reformas incompletas se usa cuando el modelo muestra sus fallas: hay que
profundizar, dicen. Para favorecer esta profundización se inventan un enemigo a
la medida: un Estado supuestamente controlista y poderosísimo. Como señala un analista, el Estado peruano ha sido y sigue
siendo sumamente débil. No ha sido capaz de establecer una hegemonía
territorial, de prevenir que se
establezcan poderes de facto, de racionalizar su burocracia, de terminar de ser
laico o de proveer de salud y educación
digna a sus ciudadanos. ¿El antídoto es más desregulación? ¿A qué nos ha
llevado esto en el transporte de pasajeros y en la educación privada universitaria?
«Si el Perú se
desarrolla sin Estado, sería el primer país en el mundo en hacerlo», decía
Piero Ghezzi antes de ser Ministro. El relato contra el Estado (con mayúscula) también
contiene en sí la fantasía de volver a un estado primordial en el que la libre
determinación del Hombre estaba libre de las imposiciones de la ciudadanía
territorializada del Estado. A esto los liberales criollos le llaman su «base
moral». Aportar por hacer del Estado peruano un Estado «de verdad» no está, de
plano, en la agenda liberal peruana donde la única reforma buena es la
contrarreforma. La vuelta al pasado como imagen sirve al menos en tres casos:
a)
Se
busca volver al estado previo a la creación del Ministerio del Ambiente, hecho que
debe considerarse por Roque Benavides y otros que usan a gusto el neologismo
‘permisología’, como una consecuencia indeseada del TLC con los Estados Unidos.
El paquete es claramente un atropello a la precaria institucionalidad ambiental
y un retroceso en toda línea, aunque los Congresistas hayan variado un par de
especificaciones relativas a la OEFA antes de aprobar las medidas. El débil
argumento para trasladar funciones ambientales a la PCM fue la necesidad de
coordinar medidas ambientales entre diversas carteras, porque podrían afectar
la inversión que esas carteras promueven. ¿Eso quiere decir que cada ministerio
debería dejar de existir en virtud de la importancia de coordinar las medidas?
¿Es que hoy no coordinan en realidad nada importante? En ese contexto, el Perú más
que un anfitrión para la COP 20 se convierte en un curioso caso de estudio
sobre cómo la política ambiental y la inversión no pueden convivir.
b)
También
‘volvemos al pasado’ en lo que se refiere a los convenios de estabilidad
tributaria, una medida hecha para favorecer la inversión de la gran industria
extractiva en un contexto internacional de baja demanda y precios y créditos
caros y en el que teníamos poca credibilidad como país amigo de la inversión,
claramente un escenario muy distinto de lo que tenemos hoy.
c)
El
último de estos retrocesos se produce a un país previo al proceso de
descentralización donde el monopolio de las decisiones importantes (medio
ambiente-sí, medio ambiente-no) se adopte gracias a una camarilla de
tecnócratas salvadores y supuestamente desideologizados. Las perversiones del
manejo descentralizado de fondos en una economía en crecimiento como la peruana
durante la pasada década no viene por la maldad de los presidentes regionales,
sino precisamente por el desinterés del Estado y de la clase política en
tener un rol sobre el ordenamiento político, económico y territorial de los
departamentos que nunca fueron regiones.
¿Qué se viene? A juzgar
por la defensa presidencial del Ministro Urresti, pese a las graves acusaciones en su contra por delitos de lesa humanidad,
lo que se viene parece ser un aprestamiento para la represión de quienes, según
le han hecho creer al Presidente, son enemigos de las inversiones. La parte
laboral, una fuente de conflictos latentes a todo nivel, solo ha sido tocada
superficialmente en este paquete. Podemos anticipar nuevas propuestas del
Ejecutivo para continuar «flexibilizando» las regulaciones, multas e
incumplimientos de los empleadores en base a un discurso sobre la informalidad
que disfrace grandes intereses aludiendo a las supuestas rigideces laborales
que perjudican a los pequeños empresarios, más de lo mismo en la táctica de
usar al microempresario como muñeco de ventrílocuo.
Estas vueltas al pasado
deberían ser muestra clara de que no se han hecho las cosas bien siguiendo la
receta de la desregulación, de la libertad individual y de la desconfianza en
el Estado. Así como poner cientos de rompemuelles en las calles es señal de
aceptación tácita de que no vamos a detenernos ante una señal de ‘Pare’, estas
medidas son señal de que no se ha aprendido nada, y que en esencia se han
desperdiciado años de un contexto económico favorable para mejorar el capital
humano, diversificar la economía y construir bases sostenibles. En ese sentido
es muy interesante que se escuchen voces foráneas preocupadas por el retroceso ambiental.
¿Necesitamos que otros países nos pongan esos rompemuelles? Esta es una muestra
clara de la inmadurez a la que llevan años de rentismo.
desco Opina / 7 de julio de
2014
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