El
gobierno ha iniciado el diálogo con distintos partidos políticos, tras
vencer las resistencias iniciales de algunos de ellos, al enterarse que
el mismo se realizará con el Presidente del Consejo de Ministros y no
con el Presidente Humala y el Ministro de Economía y Finanzas, es decir
con el poder real. La iniciativa gubernamental,
aunque llamativa por provenir de una gestión que ha demostrado a lo
largo de dos años poco interés por mantener relaciones con los
principales actores políticos y sociales, resulta comprensible por las
dificultades que enfrenta en un escenario difícil, en el que
cotidianamente evidencia su impericia.
La
aprobación presidencial, que ya había perdido 21 puntos porcentuales
entre marzo y julio de este año, ubicándose en 39% según GfK Conecta, se
vio nuevamente afectada por la confesión del mandatario y de su
Ministro estelar, de la llegada de las «vacas flacas», terminando con el mito del «blindaje» nacional frente a la crisis internacional. La dramática disminución del canon,
en este escenario, además de evidenciar groseros errores de cálculo de
los técnicos y autoridades de Economía y Finanzas, puede terminar
enfrentando innecesariamente al Presidente con las autoridades
subnacionales, ya incómodas por la parálisis de la descentralización a
pesar de sus esfuerzos en contrario.
Por
su parte, la desconfianza empresarial en el gobierno, es claro que se
mantendrá buscando siempre mayores y mejores condiciones para su
inversión, aunque se agrava por
la falta de velocidad en el gasto público, no obstante las medidas de
mayo pasado y la decisión gubernamental de acelerar los grandes
proyectos de infraestructura pública. En este escenario, los réditos al
golpe infringido en el VRAEM a las huestes de los hermanos Quispe
Palomino, se diluyeron rápidamente. El diálogo, en consecuencia,
aparecía como un imperativo para un gobierno con su aprobación en caída
libre, fuertemente aislado de los distintos sectores sociales y autista
en materia política.
La
iniciativa gubernamental se produce cuando distintos actores han
empezado a demandar una interlocución directa con el gobierno. En las
últimas semanas, las asociaciones de gobiernos descentralizados se pronunciaron
pidiendo el diálogo indispensable que se requiere para relanzar la
descentralización y para enfrentar la situación generada por la
disminución de los recursos provenientes de la minería. La CONFIEP difundió un pronunciamiento,
llamando a redoblar el esfuerzo público y privado por el desarrollo del
país, mientras la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) hizo
público que las autoridades regionales le habían pedido cita al
Presidente Humala.
En
este contexto, en el que distintos actores demandaban dialogar con el
gobierno, sorprende que éste haya optado por hacerlo inicialmente con
los partidos políticos, dejando, por el momento sin respuesta, a los
demandantes. Sorprende porque la opinión pública, de acuerdo a la citada
encuesta de GfK Conecta, cree que el mandatario debe escuchar a la población (39%) y a los presidentes regionales (31%).
Sin desconocer la importancia teórica de los partidos, es curioso que
sean los primeros convocados en un contexto en el que su capacidad de
representar se encuentra en su peor momento y sus principales líderes
–Alan García, Alejandro Toledo, Keiko Fijimori– aparecen severamente
cuestionados ante la opinión pública.
Por
lo demás, un diálogo sin agenda y sin objetivos claros, carece de
intensidad. En ese camino, el riesgo que corre la democracia es el
desgaste de una de sus condiciones y mecanismos fundamentales; el del
gobierno, es el de continuar en su aislamiento y en su sordera, convencido de lo contrario. Como le ha ocurrido con el supuesto «blindaje» de nuestra economía.
desco Opina / 29 de agosto de 2013
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