miércoles

Reflexión post revocatoria

La ONPE dio a conocer los resultados de la jornada revocatoria del 17 de marzo, pero lo único claro es que seguimos sin resultados completos y definitivos. El 45.65% de las actas de votación, equivalentes a más de 2 millones de votos se encuentran observadas, lo que es resultado de los problemas técnicos y de organización del proceso, evidenciando la corresponsabilidad de los dos órganos electorales del país. La alcaldesa Villarán completará su mandato pero su bancada de regidores podría ser virtualmente desaparecida, lo que impide hablar de una victoria del No. Como lo adelantara el analista Fernando Tuesta, el resultado, que era uno de los posibles, no es de los mejores.
No obstante esta situación de indefinición y cualquiera que sea el resultado final, es evidente que el principal ganador del proceso es el Partido Popular Cristiano que apostó temprano por la institucionalidad y en particular su lideresa Lourdes Flores, que se posicionó como una abanderada clara del voto 40 veces no. Con ella, y como parte de la campaña, el partido de Bedoya Reyes, ha posicionado algunos rostros nuevos, entre los que destaca claramente el del regidor Pablo Secada.
Con ellos, aunque en medida menor, obtienen réditos otras fuerzas políticas que se comprometieron con la defensa de la continuidad de la gestión Villarán. Perú Posible, más que ellos Anel Townsend, Somos Perú, Acción Popular y Alianza por el Gran Cambio, entre otros, son parte de este sector que abrió las puertas a la posibilidad de una inédita coalición para la gestión metropolitana, pero también para defender la institucionalidad democrática.
En la vereda del frente, el principal derrotado es Luis Castañeda y con él Solidaridad Nacional. Su hijo fue el único regidor sistemáticamente «buscado» en el padrón por un número significativo de votantes, que expresaban de esta manera su rechazo al padre, a sus métodos y a sus distintos escuderos, incluyendo naturalmente a Marco Tulio Gutiérrez y su pléyade de acompañantes. También pierde, y fuertemente, el viejo partido de Alfonso Ugarte, arrastrado por la ambición de Alan García, quien tras lanzar la piedra, escondió rápidamente la mano, usando como argumento su inverosímil condición de militante disciplinado.
El fujimorismo también pierde, pero Keiko Fujimori se cuidó de mantener un perfil bajo y silente, permitiendo la acción de personajes de segunda fila como Marta Moyano. A fin de cuentas, ella y García parecen darse cuenta que de cara al 2016 tendrán que disputarse los votos de los tumultosos sectores que optaron por el Sí en esta ocasión.
Más allá de esta rápida y esquemática radiografía, hay tres cuestiones sobre las cuales reflexionar. En principio, es evidente que el mecanismo de la revocatoria debe revisarse de inmediato. El diseño actual atenta contra la democracia y la institucionalidad de manera obvia, por lo que mantenerlo tal cual sería una demostración de irresponsabilidad descomunal. En segundo término, es claro que la eventual revocatoria de la bancada de Villarán, reduce al mínimo a la izquierda de la escena oficial y la obliga, aún más de lo que ya estaba, a repensarse radicalmente, aprendiendo de las lecciones que debe dejarle el proceso. Cierto es que figuras como Marisa Glave y Eduardo Zegarra emergen agridulcemente como rostros nuevos para ese proceso que debe ser inmediato, pero es evidente que ello, siendo importante, es muy poco.
Finalmente, y más importante, el proceso de revocatoria que está concluyendo, muestra la importancia y la fuerza creciente que está adquiriendo la contradicción que enfrenta a quienes defienden la institucionalidad democrática y una manera civilizada de entender la política, con aquellos otros sectores, defensores y beneficiarios del todo vale, enemigos de toda forma de transparencia y abanderados del mercado en sus versiones más oscuras y salvajes. Que liberales y socialistas se hayan encontrado juntos coyunturalmente en la defensa del No puede ser una señal de los desafíos que los actores de la política peruana eventualmente deberán enfrentar en los años venideros, máxime cuando observamos la precariedad de algunas instituciones del Estado, como las que están a cargo del proceso electoral.

desco Opina / 21 de marzo de 2013

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