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Nro. 53 El manejo económico tiene que ser parte de la agenda pública

Las primeras páginas de los periódicos durante los últimos días, estuvieron salpicadas por distintos sucesos y debates que marcan el corto plazo. Entre las protestas callejeras y el bloqueo de carreteras en Tacna, Sicuani y Cajamarca por un lado y los «petroaudios» y la reclusión de Magaly Medina, por otro, la indispensable discusión sobre el modelo económico y el futuro de la política económica de cara a la inocultable crisis financiera global, no termina de aparecer con la necesaria fuerza y claridad en la agenda pública nacional. 

Ciertamente la conflictividad social y las dificultades del gobierno, incluso con nuevo Premier y con gabinete remozado, son importantes, como lo es también la significativa corrupción que se evidencia tras el caso León Alegría, que parece ir más allá de una concesión petrolera amañada. Sin embargo, es claro que estamos asistiendo, a decir de distintos analistas, al fin de un ciclo de la globalización y a la más importante crisis del sistema, luego de la de 1929, lo que debiera alentar un profundo debate nacional sobre sus implicancias para el país. 

La inicial reacción gubernamental de restarle importancia y poco menos que anunciar el «blindaje» de nuestra economía frente a lo que ocurre en el mundo, cedió paso al anuncio presidencial de la incorporación de elementos keynesianos a su discurso del perro del hortelano. En idéntico sentido, las primeras respuestas del ministro Valdivieso, anunciando la restricción del gasto público para contener la inflación, se flexibilizaron con la firma de un acuerdo con la Asamblea de Gobiernos Regionales, en el que se compromete a mantenerles el 2009 su presupuesto actual, que se complementó con algunas declaraciones en las que advertía, todavía con timidez, de la posibilidad de «políticas contracíclicas». 

Entre un momento y el otro, se tuvo que aceptar que la inflación bordeará el 7% a fin de año; que los fondos de pensiones, en manos de las AFP han perdido ya más del 16% de su valor; que estamos asistiendo a la paulatina disminución de las remesas que enviaban los peruanos en el exterior, que bordearon los 2,200 millones de dólares el 2007...En otras palabras, todos incluido el gobierno, constatamos que la crisis nos alcanza y nos afecta. Lo que es peor, nos golpeará con mayor fuerza en los próximos meses, dada nuestra particular inserción subordinada en el sistema mundial. 

Ya es claro que en los próximos meses se reducirán los ingresos fiscales porque caerá el valor, precio y cantidad de los minerales que exportamos y disminuirá en general, la demanda americana de nuestros productos; como consecuencia de la disminución de nuestras exportaciones caerá nuestra cuenta externa porque muchas de las importaciones –tecnología, maquinaria, equipos y todo lo que no producimos– se mantendrán. La reducción del crédito, que ya estamos viviendo, se profundizará y el sobreendeudamiento que se observa en nuestra economía –el crecimiento exponencial que se ha visto en los créditos– seguramente nos pasará factura.

Es evidente que el futuro no es promisorio porque cada día es más claro que la crisis global está dejando de ser puramente financiera y se está manifestando ya en la economía real. Frente a una situación de tales características, ante la que ya están reaccionando con distinta velocidad y profundidad distintos países de la región, la agenda pública tiene que incorporar como aspecto central la discusión del modelo económico que tenemos desde el gobierno de Fujimori. En la misma, resulta indispensable saber en cuánto afectará la crisis nuestro PBI, cómo enfrentar el tema de la recaudación fiscal y de la política tributaria en general, cómo proteger el gasto social y qué recursos utilizar para impulsar la inversión productiva. Pero también es urgente definir cómo proteger a los sectores más vulnerables y a nuestro propio aparato productivo. 

Se hace indispensable, en una palabra, colocar la política económica en el centro de la agenda pública. Cerrar los ojos frente a sus implicancias, como pretenden aún distintos voceros del gobierno y algunos empresarios, interesados exclusivamente en proteger sus intereses y su ganancia, sería irresponsable. El Premier, convocado para calmar las aguas de la conflictividad social, tiene un desafío mayor: promover la transformación de una política económica que está tentando llevarnos, nuevamente, al círculo perverso del endeudamiento externo.

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