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Algunas lecciones (no) aprendidas de las elecciones en el Perú



El Perú entra en este semestre a un período electoral muy intenso, siendo las elecciones generales del próximo 10 de abril un primer hito fundamental. Estamos comenzando entonces, un trimestre muy agitado y con no pocas sorpresas, algo que ya ha pasado a formar parte de la tradición política del país.
Pese a la alta incertidumbre y a la débil institucionalidad política del país, llama la atención la reiteración de ciertos patrones en el comportamiento de los actores políticos y sociales; los dos primeros se refieren a experiencias que dejan valiosas lecciones que la derecha peruana hasta hoy no logra aprender e incorporar en sus prácticas. A diferencia de las anteriores, la tercera sí es una experiencia que aquella derecha ha sabido capitalizar. Las tres expresan las debilidades institucionales del sistema político y la fuerte presencia de prácticas poco democráticas.
Un primer fenómeno destacable es la aparición del outsider (o «underdog» como ahora le llaman), que irrumpe por los palos y amenaza a los candidatos por los que apuestan los poderes fácticos (económicos, políticos y mediáticos principalmente). Justamente, eso es lo que parece estar ocurriendo ahora, con las candidaturas de César Acuña y, más recientemente, con la de Julio Guzmán.
En comicios anteriores (1990, 2006, 2011, por ejemplo), la aparición de este outsider o underdog, visto como una amenaza a los intereses del establishment (aunque luego fuera cooptado), fue objeto de virulentas y costosas contracampañas en los medios, que buscaban desacreditarlo y demolerlo. Sin embargo, estas estrategias de demolición se han mostrado ineficaces y hasta contraproducentes, siendo más bien sorprendente que se sigan utilizando. Hay aquí enfoques en torno al poder de los medios y su capacidad de manipular al electorado, además de una innegable soberbia, que dificultan una reflexión crítica respecto al tema, repitiéndose en cada período electoral comportamientos comprobadamente inefectivos. No es descartable tampoco la existencia de ciertos intereses crematísticos de empresas y publicistas que lucran con las contracampañas.
Un segundo fenómeno a reflexionar es la dificultad de las candidaturas de derecha «pura y dura» para calar en el electorado, despegar y, eventualmente triunfar. Ha sucedido con Vargas llosa y con Lourdes Flores, y podría ocurrir ahora con PPK. Hay aquí, sin duda, una incapacidad orgánica de estos sectores para armar y legitimar una «derecha popular», que arraigue en sectores mayoritarios de la población, que puede votar por candidatos con propuestas políticamente conservadoras pero socialmente más representativos para ellos. Al igual que en el caso anterior, no son muchos los intentos por reflexionar seriamente sobre este déficit y emprender los cambios necesarios.
Finalmente, un tercer fenómeno en el cual los poderes fácticos han mostrado más eficacia: la cooptación del candidato ganador aun cuando su campaña, sus discursos y su programa los cuestionara en distinto grado y las campañas de demolición no lograron su objetivo. Fujimori y Ollanta Humala son los casos paradigmáticos; el primero abandonó su planteamiento del «no-shock» al asumir el gobierno, aplicando en la práctica el programa de su derrotado contendor; el segundo, dejó de lado su ya olvidado programa de «la gran transformación» y continuó el «piloto automático» del modelo neoliberal que cuestionó en su discurso. Las escasas convicciones políticas, las debilidades orgánicas de sus agrupaciones, que no cuentan con políticos y profesionales con experiencia en política y en gestión pública, y el peso e influencia de la tecnocracia en el aparato estatal, especialmente en el Ministerio de Economía y Finanzas, ayudan a entender esta situación.
Sin duda, es en las negociaciones y cubileteos donde los representantes de los poderes establecidos muestran una mayor habilidad y saben imponerse ante un candidato poco claro políticamente, e inexperto en el manejo de la cosa pública y en el funcionamiento del modelo. Se trata en el fondo, de una evidencia más de la débil institucionalidad política del país, que deja un amplio margen para este tipo de negociaciones y acuerdos que, de hecho, constituyen una falta de respeto a la voluntad popular. Hasta la fecha, los sectores políticos no alineados con esa derecha no han sabido ni podido contrarrestar ese cercamiento y copamiento al candidato triunfante.
Cabe señalar finalmente, que esta capacidad de cooptación está quizá a la base del insuficiente interés de un sector de la derecha por construir una alternativa orgánica propia.
La ciencia política, la ciudadanía en general y los sectores políticos que busquen crear alternativas realmente democráticas e institucionalizar el juego político, tienen aquí un amplio campo para el análisis y la reflexión. Las explicaciones a los tres fenómenos no pueden apelar a visiones planas y reduccionistas.


desco Opina / 15 de enero de 2016
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Castañeda, una vez más



«Palabras para el resto, obras para nosotros», fue uno de los lemas que Luis Castañeda usó durante la campaña que lo llevó de vuelta al frente de la comuna metropolitana de Lima. Cumplido el primer año de este tercer mandato, queda confirmada esta visión que entiende la municipalidad casi exclusivamente como una gerencia de obras públicas y asume un modelo de gestión autoritario para la ciudad, que caracterizó ya sus anteriores gestiones.
La obra que sí inició fue una que no estaba en ningún plan conocido: el paso a desnivel de la avenida 28 de Julio en el cercado de Lima, pese  a una férrea oposición de los vecinos de la zona y a la movilización de los estudiantes de arquitectura y urbanismo de varias universidades de la ciudad exigiendo planificación. Esta obra, absurda en opinión de serios profesionales, contó con el agravante de realizarse con la participación de la cuestionada empresa brasileña OAS, que en su país forma parte de una red de corrupción favorecida con las obras en las que se sobrevalora costos.  
Otra obra «técnica» que igualmente ha causado abundante rechazo es la construcción del malecón en la Costa Verde en el distrito de Miraflores. Inversión costosa de poco sentido que no genera mayor beneficio para los usuarios de la zona, quienes tienen una opinión bastante negativa de la muralla de concreto con baranda amarilla que destruyó el paisaje costero.
Lo visto durante este año es apenas una muestra de lo que tendremos que soportar los habitantes de Lima los próximos tres años: un alcalde que cree que su tarea exclusiva es ejecutar a como dé lugar infraestructura vial, desarticulada y costosa, a la vez que ajustada a intereses empresariales y de allegados; negocios en vez de un gobierno para la ciudad que se enmarque en un plan de desarrollo y de la mano con los vecinos. La popularidad del alcalde en las encuestas contrasta con el malestar y los reclamos de vecinos, estudiantes y hasta de tablistas frente a las obras que ha emprendido la Municipalidad de Lima.
Muchos se preguntan ¿Dónde está el Plan de Desarrollo Urbano de Lima? Pero lo cierto es que el alcalde Castañeda no aprobará nunca un Plan en serio, porque nunca ha gobernado así, y mucho menos continuará cualquier iniciativa de la gestión pasada. Estamos ante una situación grave para una ciudad que requiere mínimos de eficiencia para no caer en el caos. Pero lo que tenemos es un alcalde prepotente que con un grupo de «su gente» decide lo que le conviene o no a sus intereses particulares y no a una metrópoli de casi 9 millones de habitantes.

desco Opina - Regional / 7 de enero de 2016
Programa Urbano
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El Niño de la selva



Desde inicios del año se anuncian las posibles consecuencias que dejará el fenómeno El Niño en nuestro país. Casi por coincidencia, en esta ocasión las autoridades subnacionales entrantes son quienes asumen la responsabilidad administrativa de este problema en sus jurisdicciones, haciendo presumir una escasa experiencia para afrontar esta clase de situaciones.
La coyuntura, sin embargo, fue suficiente para que el gobierno central asuma de manera directa la disposición de recursos financieros para acciones de prevención, pretexto de la falta de experiencia en la gestión por parte de las nuevas autoridades.
La selva central no está ajena a las consecuencias del fenómeno El Niño, ni tampoco a la urgencia de invertir en prevención. Sin embargo, a pesar de ser una región que soporta fuertes embates climáticos con cierta regularidad, no realiza un registro técnico de las ocurrencias climatológicas ni de los daños de un fenómeno como El Niño; y, a pesar de que los estragos ya se están haciendo visibles, no tiene identificado a este tipo de fenómenos climatológicos de manera específica.
El Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) señala que, de acuerdo al Sistema Nacional de Defensa Civil (SINADECI), cada jurisdicción municipal debe instalar comités de Defensa Civil. Los comités son encabezados por el alcalde y deben convocar a la sociedad civil y al sector público local para diseñar y ejecutar medidas de corto, mediano y largo plazo. Adicionalmente, cada jurisdicción debe diseñar planes operativos para la administración de los desastres; instalar centros de operaciones de emergencia cuando se necesite; y, tal vez el punto más importante, implementar estrategias de educación en desastres enfocadas a funcionarios públicos y población en general.
En la actualidad, sin embargo, estos espacios suelen desempeñar un papel casi alegórico dada la ausencia de instrumentos de gestión (como mapas de riesgos locales) y presupuesto; ambos necesarios para actividades de prevención.
Futuros instrumentos de gestión deben de contemplar no sólo los puntos críticos del territorio, sino también el papel y responsabilidades de todos los actores locales para prevenir y gestionar desastres. No está demás mencionar que los instrumentos legales de alcance nacional existen, pero, por diversas causas, su aplicación no sería de prioridad  para los gobiernos locales.
La incertidumbre frente al fenómeno de El Niño se manifiesta en la incomodidad mostrada por los alcaldes de la selva central al denunciar una supuesta falta de atención a problemas que, desde su punto de vista, deben priorizarse. Sus reclamos se sustentan en la ya típica desatención desde algunos sectores del Estado peruano, amplificada por la falta de una vinculación clara entre la selva peruana y el fenómeno El Niño.
Lo cierto es que el vínculo entre la selva y El Niño no ha sido definido simplemente porque no existen los estudios técnicos ni los datos necesarios para establecer la relación. Por ejemplo, hace varios años se habla de la pérdida paulatina de recursos hídricos en la selva central. Sin embargo, esta afirmación se basa únicamente en percepciones No existen estaciones ni instrumentos de monitoreo del caudal en ríos y quebradas que permitan sustentar la afirmación.
De la misma manera, a pesar de que la ocurrencia de climas extremos no habituales (friaje, calor excesivo) es un tema que ocupa muchos discursos supuestamente técnicos, no existen suficientes estaciones meteorológicas y ni datos históricos   procesados que nos digan qué es lo que está pasando. Sin estudios ni equipo apropiado es preocupante que haya quienes se atrevan a lanzar afirmaciones que minimicen el impacto de El Niño en la selva central.
Lo cierto es que, ante la falta de una cultura de prevención y la ausencia de registros históricos y mapas de vulnerabilidades locales, ni siquiera el gobierno central tiene la certeza de qué es lo que se debe de priorizar ni cuánto se necesita invertir.

desco Opina - Regional / 18 de diciembre de 2015
Programa Selva Central
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Una carrera más abierta al 2016



Los sondeos de opinión de diciembre no expresarán los resultados electorales del 2016, pero indican, eso sí, algunos cambios en las tendencias.  La imagen de una elección cerrada, con los primeros lugares inamovibles, ha empezado a ceder paso hacia otros escenarios: el desplazamiento de Alan García por César Acuña, el desplome del (todavía) estadounidense PPK y la que parece ser la salida del tablado del envejecido Alejandro Toledo. La trama se presenta más abierta y lo que siga dependerá de los jales y reacomodos que probarán los asesores para ir definiendo la orientación de su oferta, en función de una demanda ciudadana confusa, desanimada y hasta ahora pesimista.
Y es que los temas que se han instalado en la agenda electoral ni entusiasman ni marcan diferencias programáticas relevantes. Para empezar, el reto del crecimiento económico después del “boom”, con Alan García y la señora Keiko Fujimori corriendo con ofertas más definidas que el resto de competidores, aunque no necesariamente fundamentadas con seriedad. En segundo lugar, una de las deudas del actual gobierno: el extendido problema de la seguridad-delincuencia, frente a lo que, entre populismo y represión, todos ofrecen más de lo mismo. Finalmente –es de lo poco en que se le concede algún avance a la gestión de Humala– está el aparente consenso en torno a la agenda educativa y la promesa de destinarle el 6% del PBI.  Actitud que dista mucho de las reservas –cuando no la abierta oposición– a la reforma universitaria, a la que le han bajado el pulgar PPK, García, y Alejandro Toledo, al permitir la salida de Daniel Mora, ficha de Perú Posible, de la presidencia de la Comisión de Educación del Congreso, según todo indica, cediendo a la presión de los sectores que se resisten a las consecuencias de la nueva ley universitaria.
Por ahora, y aunque será todo un tema para el próximo gobierno, no está en la agenda electoral marcada desde Lima contener la expansión territorial –y la ampliación de la base social– de la economía informal-delictiva alrededor de la minería informal y la tala ilegal. De seguir así, nos veremos rebasados como ya lo estamos por la delincuencia cruda alimentada por el narcotráfico, el blanqueo de dinero y la actuación delincuencial de miles de policías instalados en el Estado y funcionando como aliados de mafias grandes, medianas y pequeñas, con las que cada día convivimos con mayor resignación.
La marcha económica del país durante los primeros meses del 2016 –el crecimiento económico decae y nadie tiene propuestas creíbles para remontar la situación– y el impacto del Fenómeno de El Niño serán sin duda factores que jugarán para las nuevas alineaciones que propongan los candidatos y los cambios en las preferencias que se expresen en futuras encuestas. Junto a ello, los pasos de salida que dé el gobierno de Humala marcarán también la orientación del elector que en 2011 le dio la victoria sobre Keiko Fujimori. ¿Con quién irán aquellos que están medianamente satisfechos con el talante "reformista" respecto a la estructura del Estado (ampliación de programas sociales, mejora en educación, ley servir, reforma universitaria, etc.)? ¿Cómo votarán los «despechados» con el Presidente de la Gran Transformación (que no fue)?

desco Opina / 11 de diciembre de 2015 
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