«Palabras para el resto, obras para nosotros», fue uno de los lemas que Luis Castañeda usó durante la campaña que lo
llevó de vuelta al frente de la comuna metropolitana de Lima. Cumplido el
primer año de este tercer mandato, queda confirmada esta visión que entiende la
municipalidad casi exclusivamente como una gerencia de obras públicas y asume
un modelo de gestión autoritario para la ciudad, que caracterizó ya sus
anteriores gestiones.
Al jurar el cargo, Castañeda afirmó que en tres meses recuperaría el puente Bella Unión y que a fines de 2015 culminaría las obras de los túneles que unirían San Juan de Lurigancho y el Rímac (deuda de su segundo período). Iniciado el 2016
estas promesas siguen en el aire.
La obra que sí inició fue una que no estaba en
ningún plan conocido: el paso a desnivel de la avenida 28 de Julio en el
cercado de Lima, pese a una férrea oposición de los vecinos de la zona y a la movilización de los estudiantes de arquitectura y urbanismo de varias universidades de la ciudad exigiendo planificación. Esta obra, absurda en opinión de serios
profesionales, contó con el agravante de realizarse con la participación de la
cuestionada empresa brasileña OAS, que en su país forma parte de una red de
corrupción favorecida con las obras en las que se sobrevalora costos.
Otra obra «técnica» que igualmente ha causado
abundante rechazo es la construcción del malecón en la Costa Verde en el
distrito de Miraflores. Inversión costosa de poco sentido que no genera mayor
beneficio para los usuarios de la zona, quienes tienen una opinión bastante negativa
de la muralla de concreto con baranda amarilla que destruyó el paisaje costero.
Lo visto durante este año es apenas una muestra
de lo que tendremos que soportar los habitantes de Lima los próximos tres años:
un alcalde que cree que su tarea exclusiva es ejecutar a como dé lugar
infraestructura vial, desarticulada y costosa, a la vez que ajustada a
intereses empresariales y de allegados; negocios en vez de un gobierno para la
ciudad que se enmarque en un plan de desarrollo y de la mano con los vecinos.
La popularidad del alcalde en las encuestas contrasta con el malestar y los reclamos de vecinos, estudiantes y hasta de tablistas frente a las obras que ha emprendido la Municipalidad de Lima.
Muchos se preguntan ¿Dónde está el Plan de Desarrollo Urbano de Lima? Pero lo cierto es que el alcalde Castañeda no aprobará nunca un Plan en
serio, porque nunca ha gobernado así, y mucho menos continuará cualquier
iniciativa de la gestión pasada. Estamos ante una situación grave para una
ciudad que requiere mínimos de eficiencia para no caer en el caos. Pero lo que
tenemos es un alcalde prepotente que con un grupo de «su gente» decide lo que le conviene o no a sus intereses particulares y no a una metrópoli de casi 9 millones de
habitantes.
desco Opina - Regional / 7 de
enero de 2016
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