Huancavelica ha dejado de figurar entre los cinco departamentos
más pobres del país. La noticia marca un hito histórico para una región que
durante décadas encabezó ese ranking de desigualdad. En 2024, la pobreza
monetaria se redujo en 6.1 puntos porcentuales, pasando del 39.5% al 33.4%,
ubicando a Huancavelica como la segunda región con mayor reducción relativa. Este
avance guarda relación con la significativa movilización de inversión, tanto
pública como privada, que se dio en la región. Así en 2024, el Gobierno
Regional alcanzó una ejecución
presupuestal del 97.5%.
Inversiones como la carretera Huancavelica–Rumichaca, el relanzamiento del Tren
Macho, la reactivación de hospitales emblemáticos como el Departamental
de Huancavelica y la modernización de colegios
emblemáticos, son obras que pueden colocar a la región en una dinámica de
mayor visibilidad y posicionamiento en la agenda nacional. Sin embargo, este
esfuerzo aún no se traduce de forma palpable en la vida diaria de la mayoría de
las familias huancavelicanas.
El problema de fondo sigue siendo estructural: más del 90% de la
población pobre trabaja en condiciones de informalidad y casi el 60% de la PEA
se concentra en el sector agropecuario, usualmente vinculado a la venta
de materias primas sin valor agregado. Huancavelica sigue siendo una región
esencialmente materioprimaria, con una economía rural fragmentada, escasa
asociatividad y limitada articulación con mercados. Y si bien la inversión en
infraestructura es clave, no basta. No se trata solo de construir carreteras,
sino de garantizar que estas conecten efectivamente con circuitos económicos
locales, con cadenas de valor activas, con centros de acopio o transformación.
De lo contrario, se corre el riesgo de que las cifras mejoren, pero no la calidad
de vida.
Los datos nos muestran la necesidad de una mayor inversión en los
territorios eminentemente rurales. Aquellos como Huancavelica que arrastra
una deuda histórica del país, debido a que en el Virreinato fue una de las
regiones que más riqueza aportó al fisco colonial a través del mercurio
extraído en la mina Santa Bárbara. Dicha riqueza extraída nunca
regresó en forma de infraestructura, salud o educación. Y aunque el Perú
republicano ha firmado pactos descentralistas y programas sociales para saldar
esa deuda, aún persisten brechas en el acceso a agua segura, saneamiento o
educación de calidad y, sobre todo, estrategias para la generación de empleo
digno, especialmente en las zonas rurales.
Los programas sociales como Juntos o Pensión 65 ayudan a mitigar
la pobreza extrema, pero si no se articulan con estrategias de desarrollo
productivo, formación de capacidades y políticas de innovación rural, corren el riesgo de
consolidar el asistencialismo en lugar del desarrollo. La tarea
pendiente no es solo reducir la pobreza, sino construir bienestar.
Por eso, en regiones como Huancavelica, la lectura de las cifras
que muestran un cambio positivo, debe hacerse con cautela y sentido crítico. Salir
del grupo de los más pobres es un logro, pero aún un tercio de la población vive
en pobreza. Es momento de apostar por una inversión que no solo se ejecute,
sino que transforme.
desco Opina –
Regional / 20 de junio de 2025
descocentro
No hay comentarios:
Publicar un comentario