El propósito del Congreso de prolongar la permanencia de sus actuales
componentes en el poder, se expresa en estos días, una vez más, en las medidas
que se toman. Apenas un par de semanas atrás la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales
decidió archivar las investigaciones sobre los Rolex de la mandataria, mientras
a diario se aprueban leyes absurdas, solamente populistas y electoreras, como
la creación simultánea –en el papel– de veinte nuevas universidades en el país.
De un lado, los congresistas se esfuerzan ¿ingenuamente? por blindar a
futuro la posibilidad de ser sancionados más allá del año 2026, del otro,
intentan ajustar el proceso electoral en curso buscando evitar que posibles
rivales, salidos desde la oposición existente en el escenario público, puedan
postular en las próximas elecciones. Ello, a pesar de que su aprobación es apenas un error estadístico.
En ese propósito buscan suspender a jueces y fiscales supremos que, –particularmente el fujimorismo–
consideran indispensable cambiar, por ejemplo, modificando el Reglamento del
Congreso para disminuir el número de votos necesarios para sancionarlos y
reemplazarlos. Se trata una vez más de dificultar la persecución del delito y
mantener o ampliar las cuotas de poder que han conseguido, limitando el poder
Ejecutivo y controlando progresivamente otras instituciones importantes como el
Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo y la Junta Nacional de
Justicia.
La lista de ataques a la democracia y la gobernanza es amplia y variada. Incluye las recientes modificaciones a la ley APCI y su
estrategia de debilitamiento de las investigaciones y sanciones por la violación
de los derechos humanos cometida recurrentemente por el Gobierno, así como
diversas exoneraciones tributarias a los grupos de poder, en desmedro de los
recursos que requiere el presupuesto público. Eso mismo ocurre cuando plantean
modificaciones puntuales a la legislación electoral para, entre otras
decisiones de última hora, facilitar la reelección de autoridades municipales y
regionales.
En esa línea, sin embargo, no han podido inhabilitar por ahora a figuras
que un sector de la ciudadanía ve con buenos ojos como el expresidente del
Consejo de Ministros, Salvador del Solar, el expresidente Francisco Sagasti y en una tercera inhabilitación, Martín Vizcarra. Muchos de ellos, hay que recalcarlo, no salen limpios de la revisión y consecuente
observación hecha por RENIEC del registro de firmas falsificadas de afiliados que incluyen a los fujimoristas de Fuerza Popular, con
amplia experiencia en ese delito.
Lo que parece buscar la costra gobernante, además de favorecer los intereses de los grupos ricos de creciente poder económico, es seguir adelante con la corrupción en
marcha, tan galopante como la violencia delincuencial que ya suma más de 4300
homicidios, víctimas de las condiciones en las que nos han sumido quienes
ejercen las facultades legislativas y ejecutivas del Estado.
Nunca antes que se recuerde, lo dicen varios de nuestros más destacados
historiadores e historiadoras, nuestro país estuvo inmerso simultáneamente en
tanta violencia, corrupción y desmanejo público. El listado de los peores ministros, ponderado por especialistas
nacionales y extranjeros, así como la ciudadanía expresándose en encuestas de
opinión, muestran porcentajes de desaprobación superiores al 95%. El repudio ciudadano
es abrumador en medio del contubernio y respaldo mutuo que una mayoría
congresal autoritaria comparte con el Ejecutivo desde las protestas y muertes iniciadas en diciembre del 2022.
Son ya más de dos años de destrucción de la institucionalidad pública y
privada en el país, que con el aliento a la informalidad delincuencial, en un
escenario de pésima gobernanza, en el que brillan por su opacidad sujetos como
el actual asesor de la presidencia y exministro del Interior Santivañez, el inaceptable ministro de Educación y la mención aparte que merecen las inauditas declaraciones del ministro de Agricultura, en esta ocasión desconociendo el papel de la agricultura familiar y su invalorable aporte a la construcción de la seguridad alimentaria,
para favorecer a la minería contaminante.
Soportamos una mala gobernanza nacional, que implica un retroceso en nuestro proceso de desarrollo, y más grave aún, nos enfrenta al riesgo de un quebrantamiento serio del
país, a la imposibilidad de contar con un proyecto nacional mínimo que se
sustente en la democracia, la justicia y la conjunción de una concertación
solidaria indispensable que permita al Perú ubicarse en medio de un escenario
internacional turbio, plagado de amenazas, enfrentamientos y guerras que nos
tocan cada vez más de cerca.
La disputa por heredar el poder y el interés de organizaciones como el
cerronismo, el fujimorismo y Alianza para el Progreso por ampliarlo, entre grupos
que soportan al gobierno actual, se produce en un escenario en el que la
mayoría ciudadana expresa en las encuestas su desinterés por tentar el control
de Estado y solamente demanda el cese de la violencia delincuencial en una
lógica de supervivencia, incapaces de ver por ahora un futuro de desarrollo
mínimamente armonioso y de prosperidad compartida.
desco Opina / 2 de mayo
de 2025
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