Durante
la campaña presidencial estadounidense, muchos nos tirábamos de los pelos por
las consecuencias que traería para el continente y el mundo una eventual
victoria de Trump, considerando los antecedentes de su primer gobierno, el
fanatismo de sus seguidores que tomaron por asalto el Capitolio bajo el grito de
fraude, y la radicalización de la derecha a nivel mundial, esa que enarbola un
extraño concepto de libertad.
Durante
estos primeros días en el gobierno, los miedos se han ido haciendo realidad. Hoy firmaré una serie de órdenes
ejecutivas históricas. Con estas acciones comenzaremos la completa restauración
de Estados Unidos y la revolución del sentido común. Todo se trata de sentido
común… aseveró Trump durante
su asunción, quien además anunció un conjunto de medidas con gran impacto en
varios sectores.
Dijo
que acabaría con el Nuevo Pacto Global y días después su gobierno retiró a EE.UU.
del Acuerdo
de París, aquel diseñado para frenar el calentamiento global,
ese que acelera el cambio climático y que Trump niega. Pareciera que la
“libertad” de sus industrias es más importante que conseguir el objetivo de
limitar el aumento de la temperatura mundial. Sin duda una bofetada a la ONU y
a su iniciativa de designar al 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares. No
vamos a ahondar sobre las consecuencias de esta medida, pero sí a precisar que América
Latina es la segunda región más propensa a desastres a nivel mundial y que el
83% de éstos son de origen climático.
Perú es uno de los países con alto riesgo en esta materia.
Hemos visto en los noticieros los
primeros aviones llenos de migrantes, quienes vienen siendo tratados como
delincuentes, con grilletes en manos y pies, escoltados en aviones militares de
regreso a sus países de origen. Este hecho no aceptado por el presidente
colombiano Petro, el segundo presidente en la región que levantó la voz después
de Sheinbaum, presidenta mexicana, ante la bravata de Trump. Después de un
cruce de palabras y amenazas arancelarias, el presidente de EE.UU. tuvo que
aceptar enviar a los inmigrantes colombianos respetando formas humanitarias, y
Petro tuvo que aceptar recibir a los migrantes expulsados. Lo que seguro no
esperaba el “salvado por Dios para hacer América más grande”, es que las
empresas de su país comenzaran a reportar pérdidas
económicas por la paralización de sus actividades, pues la mano de obra migrante dejó de
asistir al trabajo por miedo a las nuevas políticas de deportación.
La Cancillería peruana ha señalado que
los ciudadanos que sean deportados van a tener todas las facilidades que se
necesiten para su reinserción en el país, remarcando que potenciarían los
servicios de asesoría legal. Todavía no hay un anuncio oficial sobre un
programa estatal para los migrantes retornantes, como el anunciado por Claudia Sheinbaum en su
país. La resaca del
viaje a Davos parece no dejar pensar con claridad a nuestra mandataria,
preocupada más por sus líos domésticos que por lo que significa este forzado
retorno de nuestros connacionales. Aún no cae en cuenta cómo se verán afectadas
las partidas de remesas del exterior, que alcanzaron un máximo histórico de US $1240,93
millones en el segundo trimestre de 2024, según el Banco Central de Reserva del
Perú, siendo Estados Unidos su principal origen.
Otra
de las medidas que nos afectan es la
suspensión por 90 días de la cooperación del gobierno de EE.UU., un importante convenio con el
Perú con cuatro objetivos bien claros: expandir el desarrollo económico y
social en regiones post erradicación para sostener la reducción de los cultivos
de coca; incrementar la integridad pública para reducir la corrupción;
fortalecer el manejo sostenible del ambiente y los recursos naturales para
expandir beneficios económicos y sociales; y alcanzar la mayor integración
económica de los migrantes y refugiados venezolanos. Contra lo que muchos
piensan, el dinero de la cooperación
de USAID para cumplir estos objetivos, representa un
porcentaje mucho mayor para el gobierno peruano (en todos sus niveles), que
para las ONG peruanas. Para el periodo 2023-2024 los Gobiernos de Perú y
Estados Unidos de América acordaron un incremento de US $92 millones, lo que
representó para el Perú US $202.9 millones para proyectos en esos dos años. De
allí se entiende el comunicado
de preocupación publicado por Cancillería sobre esta decisión.
Es
seguro, en base a las nuevas políticas de la segunda era Trump, que los
objetivos de la cooperación con el Perú después de esos 90 días van a cambiar.
Sin duda, los proyectos (estatales y privados) que serán más afectados estarán
relacionados al cambio climático y al medio ambiente. Ya no habrá dinero de la
cooperación de USAID para el fortalecimiento de capacidades de instituciones y
funcionarios del Estado para enfrentar delitos ambientales, para la seguridad
hídrica y algunas inversiones en infraestructura natural y un largo etcétera. Sólo
en el 2024 en respuesta a emergencias, protección general del medio ambiente y
prevención de desastres, el Perú percibió de la cooperación de USAID US $70.4
millones.
Con
Trump al mando de uno de los Estados más poderosos del mundo y una jefa de Estado
peruana que no gobierna, es preocupante lo que nos deparan los próximos
tiempos. No tendremos capacidad de respuesta, o al menos no se avizora de forma
clara por el momento.
Las
noticias internacionales suelen ocupar un espacio pequeño en medios
tradicionales, y su pequeña parrilla está destinada usualmente a anécdotas o a
la comunicación de desastres. El contexto internacional, cada vez más
cambiante, nos obliga a estar atentas y atentos a las noticias, a escoger
fuentes fiables y a preocuparnos por nuestra educación mediática. Tenemos que
estar alertas ante esta “revolución del sentido común”.
desco Opina – Regional / 31
de enero del 2025
descosur
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