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Para recuperar las Fiestas Patrias

 

El gobierno de Dina Boluarte llega a su segundo Mensaje a la Nación por 28 de julio en el curso interminable de su profunda crisis de legitimidad. Producto de una fortuita, forzada y convenida convivencia con la derecha y el fujimorismo, no tiene más horizonte que el de la restauración de los poderes enraizados en un capitalismo excluyente y sostenerse con los reflejos autoritarios que comparte con sus aliados, dos líneas que se expresan claramente en los múltiples cambios constitucionales perpetrados con impunidad y descaro por un Congreso casi tan rechazado como la Presidenta.

Es poco lo que la ciudadanía espera del Mensaje a la Nación. Es un gobierno con casi nada qué decir sobre lo actuado, poco que ofrecer al país en lo que resta de su mandato y con una enorme deuda en los dos frentes que más preocupan a la gente, que son el descontrol de la delincuencia organizada y el deterioro de la economía. Con tal precariedad e ineptitud, a la Presidenta y su equipo sólo les queda el recurso del que han hecho uso y abuso desde que tomaron el poder: la ceremonia vacía y el ritual hipócrita.

Esta obsesión por el discurso conmemorativo o de saludo en los días feriados, adornado por un lenguaje corporal forzado y una sonrisa más parecida a una mueca, es algo que no se ha señalado suficiente acerca del desempeño de Boluarte. No es una observación superflua, sino más bien un aspecto de la superficialidad de la Presidenta que pone en radical evidencia la falta de sustancia de su gobierno.

Así, en vista de la radicalización de la situación anómala que vivimos al menos desde 2016, en medio de grandes desarreglos y roturas de la institucionalidad democrática, las ceremonias de conmemoración de nuestra Independencia —ya bastante disminuidas por una ritualidad marcial y una desfasada impronta religiosa— parecen este año 2024, más que nunca, condenadas a estar más cerca de la farsa y muy lejos de ser la expresión pública de nuestra pertenencia y compromiso con el país.

Y es que la verdadera riqueza de los ritos reside en su capacidad para conectar la mente y el corazón, en este caso, las razones y los sentimientos sobre la importancia de hacer patria y atender al propósito original de la independencia política, de pensar en nuestro origen y en nuestro destino común. Como mucho, nuestros gobernantes están pensando en sobrevivir en el cargo y en evitar la cárcel que se les presenta como casi único futuro al final de su aventura en el poder.

Como sea, la celebración no es del gobierno en su ejercicio, sino de la independencia del Perú, una patria que se soñó liberada de la dependencia y sojuzgamiento colonial y que ahora se retuerce en manos del autoritarismo y el oportunismo, herida aún por la represión sangrienta y en incertidumbre por la incapacidad de las autoridades y la falta de compromiso de la clase empresarial, que nos pide a todos y todas ponernos la camiseta del capital, pero nunca se pone ella misma la camiseta de trabajar por el país de todos.

El reverso de esta moneda, no hay que dejar de decirlo, está en las organizaciones republicanas populares de la sociedad peruana, que pugnan por la recuperación de la democracia. Como ha quedado evidenciado en los carnavales del último par de años —verdaderos espacios de confrontación crítica al gobierno— y como se muestra crecientemente en los desfiles descentralizados, la cultura y las tradiciones aparecen como un refugio para la defensa de los valores que tejen nuestra identidad y orgullo nacional.

También lo son las marchas, plantones y concentraciones que ponen en el centro las demandas de justicia e igualdad: la lucha de los familiares y víctimas de la represión de 2022-2023, la reivindicación de los derechos humanos, la agenda de las mujeres organizadas para defender su libertad sexual y la igualdad de condiciones, la de los trabajadores por protegerse de los abusos empresariales, todas son verdaderas manifestaciones de apego a una comunidad nacional. Nos corresponde a las mujeres y hombres de todas las edades y todas las regiones, aferrarnos a valores y derechos compartidos, como la libertad, la justicia y la igualdad. La lucha por mantener y recuperar derechos es lo que nos ha de conducir a fortalecer nuestro sentido de pertenencia a la patria peruana, tan mancillada en estos tiempos.

 

 

desco Opina / 26 de julio de 2024

 

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