De cada cinco noticias del acontecer
político tres deben tener que ver con los Fujimori. Los tweets del padre, Alberto, desde su encierro en la Diroes, la voz
disonante en la bancada naranja de Kenji, el hijo más joven y el congresista
más votado, o las apariciones en vídeo de Keiko, leyendo comunicados desde
algún lugar de Lima, marcan la agenda. Mientras, la mayoría congresal
fujimorista busca seguir interpelando ministros como demostración de fuerza. Ahora,
¿fuerza para qué? ¿Todavía alguien piensa en la vacancia de PPK? Tal como viene
la cosa en la misma tienda naranja, parece que van a necesitar tiempo para
resolver sus propios desaguisados internos y el 2021 tendría que ser la fecha
límite para hacerlo. Lo que se busca es la sumisión del presidente, del
Ejecutivo, de la política toda. ¿Los deja este ánimo de ‘dominación total’
mejor parados para el 2021?
En un artículo de la década de los
Ochenta del siglo pasado, Gonzalo Portocarrero planteaba que la dominación
total parece acrecentarse cuando encuentran mayor debilidad del otro lado; una
línea directa al sadismo. Las demostraciones de fuerza del fujimorismo parecen,
a veces, transitar por ese camino, por ejemplo en las respuestas de la Congresista Chacón a la eventual interpelación de los Ministros de Vivienda y del Interior. El hecho de que la primera víctima
del grupo Mototaxi sea ahora especialista del Banco Mundial en Educación parece
no disminuir su deseo por ejercer su fuerza. Muchos analistas lo han
interpretado como un chantaje ante las negativas por el indulto.
No obstante, se ha señalado que el
indulto no conviene al posicionamiento político de Keiko Fujimori. Una
interpretación es que la candidata ha sido obligada a considerar el indulto
tras haber “bajado” la directiva de que se archive el proyecto de arresto domiciliario
del congresista Vieira. ¿A qué están jugando? El efecto del debate sobre el
indulto está teniendo dos desenlaces paradójicos: por un lado, evidencia las discrepancias entre “albertistas” y “keikistas” en el Congreso y por otro, parece estar galvanizando a ese fujimorismo
“tenso” hacia el camino del indulto pleno. Esto como señal de sometimiento del
Ejecutivo. La conceptualización antojadiza del llamado “hábeas corpus por la
libertad” se encontrará nuevamente con la negativa del gobierno al no haber
cambiado las condiciones que llevaron a negar el recurso de hábeas corpus ya en
tres oportunidades en el pasado.
De esa forma, PPK tiene una
oportunidad de demostrar, con la debilidad que acarrea y con los afanes
personales de sus congresistas que parecen estar calculando solo su próximo
movimiento, que todavía gobierna. Negarle algo al congreso fujimorista es
exponerse a su ira, esperando que esto los desnude –otra vez– ante la
ciudadanía como hambrientos de sangre. De cualquier manera, el poder está
intacto. La debilidad que tiene al frente el fujimorismo es demasiado tentadora
como para reprimirse de hacer un despliegue vulgar de poder. El Frente Amplio
sigue empeñado en autodestruirse y facilita la tarea, pero no presenta el reto
de someter al gobierno mismo.
Esperar, como corresponde, al 2021
requiere que el fujimorismo administre su estilo confrontacional, mordiendo
solo cuando les conviene, ¿cómo podrían mantener la imagen democrática y el
distanciamiento del autoritarismo de los Noventa? Como ha señalado un analista, el dilema del fujimorismo
parece radicar en incrementar la polarización y evidenciar su apuesta
antipolítica pero a riesgo de perder a los “conversos de Harvard”. En ese
sentido, el escándalo de corrupción de Odebrecht no ha hecho más que alentar al
fujimorismo dentro y fuera del Congreso a creer que es posible tenerlo todo:
aparentar ser implacables contra la corrupción y a la vez actuar como
fiscalizadores dentro de cauces democráticos. Sin embargo, las declaraciones de
Luisa María Cuculiza: “Vladimiro Montesinos no robó la plata del pueblo, sino del narcotráfico”
resume de manera particularmente clara el deseo por capitalizar el escándalo,
por ganar el poder de reescribir la Historia, pero a la vez denuncian una
cierta ansiedad con ese pasado puesto que es demasiado fácil desarmar los
“argumentos” de la excongresista: ¿la compensación de Montesinos también fue
con plata del narcotráfico? La idea es pasarle la “pesada mochila” de Keiko a
cualquier otro que se la deje poner.
El caso Odebrecht, su poder en el
Congreso, la debilidad de los otros actores en la arena política, la
posibilidad de una nueva “foto” en la que Humala y Toledo entran a la cárcel
mientras Alberto Fujimori sale (al margen de lo que Keiko considere que le
conviene, el impacto a nivel simbólico sería rotundo), todo va sumando a la
perspectiva de contar con la promesa de ser gobierno en el futuro próximo, y
nada unifica tanto como el poder actual y la promesa de poder futuro. Con el
fujimorismo en el cruce de múltiples caminos o nudos en la política peruana se
comprende por qué el antifujimorismo sigue siendo una de las principales
motivaciones cuando este país se pone a pensar en su futuro, más o menos cada
cinco años.
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