Las últimas
semanas el escenario político se ha ensombrecido aún más por la guerra
declarada entre distintos sectores de la oposición y el gobierno nacional. Como
no podía ser de otra manera, las víctimas principales han sido el Presidente de
la República
y su esposa. Ciertamente, más la segunda que el primero. Arrastrada por las
distintas investigaciones sobre los manejos de Belaunde Lossio, la señora
Heredia se ha visto envuelta en innumerables acusaciones que han ido desde el
uso de los recursos de campaña de su agrupación, hasta el cuestionable manejo
de la tarjeta de crédito de una funcionaria del gobierno y amiga suya, llegando
hasta extremos censurables como los que se observaron en el Congreso de la República en la última
semana.
Todo ello,
hay que decirlo, con la complacencia de la mayoría de los medios de
comunicación que aprovecharon cada una de las oportunidades que ha supuesto
cada acusación para hacer escarnio y humillar a la primera dama. Más allá de la falta de
transparencia y la frivolidad que evidencian varias de las denuncias, tanto
como del manejo poco transparente de los recursos recibidos por el nacionalismo
–pecado grave, ciertamente compartido por la mayoría de agrupaciones
partidarias de sus acusadores– el linchamiento político es innegable. La tardía
y legítima defensa realizada por la propia acusada, termina siendo parte de la
derrota del debate político, afirmando una discusión adjetiva, que no guarda
relación con la urgente agenda que el país requiere procesar.
Atrás de toda
esta novela, todo lo indica así y las recientes declaraciones del periodista Nicolás Lúcar lo reafirman, se
encontraría la mano del viejo partido de la estrella; más directamente, de su
eventual candidato Alan García, quien aparece definido por el 80% en reciente
encuesta de Datum, como mayormente o totalmente corrupto, encabezando un
ranking, acompañado por Alejandro Toledo. Severamente golpeado por los
narcoindultos, el caso Oropeza y más recientemente por la gigantesca trama de corrupción brasileña y la construcción de la Transoceánica, el ex mandatario es
el principal interesado en ensombrecer aún más el deteriorado y frágil tablero
político, para intentar recomponer su imagen y darle viabilidad a su eventual
candidatura presidencial el 2016.
Las encuestas de junio difundidas por Ipsos, evidencian la afirmación de Keiko
Fujimori cuya imagen sube en el último mes y alcanza el 44% de aprobación,
frente a Pedro Pablo Kukczynski que también la incrementa hasta el 38%,
mientras García desciende ya al 25%. De esta manera, diversas mediciones de
opinión pública, permiten afirmar que la hija del ex presidente actualmente
cumpliendo condena, ha consolidado una intención de voto que supera ligeramente
el 30%, incrementando en 10% su voto históricamente “duro”. PPK por su parte,
alcanza un 15%, mientras el candidato de Alfonso Ugarte, no llega al 10%.
En ese
escenario, sin duda confuso y aún incierto, se mantiene todavía un tercio del
electorado que no simpatiza en primera intención con ninguno de los tres
posibles aspirantes y que, sin embargo, no encuentra una opción distinta desde
el otro lado del espectro político. Atrapadas las izquierdas entre sus
múltiples diferencias e intereses electorales, desde buen tiempo atrás, y sin
mayor claridad sobre lo que estará en juego en las elecciones del 2016,
resultan de espaldas a los intereses y malestares de la gente y siguen sin
descubrir cómo hacer política hoy, como se pudo constatar con las inocultables
debilidades del paro nacional. Acción Popular y otros grupos menores, tampoco
dan muestras de ninguna iniciativa.
Así las
cosas, y conforme transcurren las semanas, paradójicamente es PPK –a pesar de
las innegables debilidades de su candidatura–, quien aparece con la mejor
posibilidad de crecimiento electoral al ubicarse, más que las otras dos
candidaturas, en el centro político, al extremo de haber sido sindicado, no sin
cierta ironía, hasta de socialista. Aprovechando el vacío, que en política
siempre se llena, el veterano candidato puede terminar apropiándose de sectores
tradicionalmente dispuestos a apostar por opciones más democráticas, cuanto de
la necesidad de canales políticos de diversas agrupaciones regionales.
Todo indica
que el escenario no se modificará en las próximas semanas. Que mientras las
izquierdas y otros permanecen atrapados en sus pequeños cálculos coyunturales, el
desorden y la crisis –no obstante su tono farandulero– continuarán, como se
mantendrá posiblemente el blindaje obcecado del modelo económico que puede dar
un nuevo paso en las próximas semanas, con la firma del TPP. A quienes
encabezan las encuestas no les preocupa, porque en ese afán se inscriben sus
candidaturas; las izquierdas y los otros sectores que se ubican en ese tercio
del electorado disponible, siguen sin darse cuenta.
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