La crisis financiera internacional ha hecho metástasis. En tan solo 7 horas y media, el índice de Dow Jones cayó 778 puntos, lo que en la práctica representó una pérdida de aproximadamente 1.2 billones de dólares para la bolsa de Wall Street. Para hacernos una idea de las magnitudes entre manos, tenemos que en tan sólo un día, se perdió casi el doble de lo que el plan Paulsen pedía para rescatar a la economía financiera americana. A su vez, esta cifra representa casi el 10% del producto de los Estados Unidos y equivale a un poco más de 10 veces lo que produce la economía peruana en un año. Esto sin contar que en lo que va del año 2008, ya se han perdido 4.8 billones de dólares.
La onda expansiva de la crisis financiera ha arrastrado hacia abajo a las bolsas europeas, latinoamericanas y, mientras se escribía esta reflexión, a las asiáticas también. Las bolsas más afectadas en América Latina han sido la brasilera y la argentina, con -9.4% y -8.7% respectivamente. En tanto que la BVL cayó en un 4.9%. Es decir una descapitalización de USD 4.5 miles de millones. Este desplome acumuló una caída total en lo que va del año de 36%, lo que literalmente ha esfumado el avance logrado durante todo el año 2007. Para nuestra bolsa, ciertamente, el Perú ya no avanza. Retrocede.
Pero en la otra orilla del análisis, contrasta el notable incremento del precio del oro y el dólar, considerados refugios seguros por los inversionistas para afrontar las crisis recurrentes del sector financiero global. Mientras que el precio del oro aumentó en 2.9% (alcanzando los USD 906.3 la onza), el dólar se revaluó en 0.54%, a pesar del monto récord de dólares vendidos por el BCRP (USD 418 millones) para tratar de contener la caída de nuestro nuevo sol.
¿Cuáles han sido las reacciones en el mundo? En los Estados Unidos se ha producido una movilización ciudadana descomunal que pide la inmediata destitución del actual Presidente Bush a la par que busca evitar con éxito los costosos planes de salvataje financiero que son un claro ejemplo de socialización de las pérdidas frente a la ganancia de unos pocos malos inversionistas. Se ha provisto de información abundante del costo del plan de salvataje para cada americano y el impacto que éste tendrá sobre sus obligaciones y derechos más fundamentales: los impuestos, la salud y las pensiones. Por su parte, los bancos centrales de Europa han tenido que intervenir, ya sea inyectando dinero en los bancos o bien nacionalizando algunos de ellos, a la par que sus ojos no dejan de mirar que piensan hacer al otro lado del océano para acabar con la crisis financiera de una vez por todas.
En contraste, en nuestro país, la capacidad de convocatoria de nuestros decidores para formular una estrategia coherente y urgente para afrontar la nueva coyuntura internacional aparece obnubilada e incierta. Sólo han aparecido algunos tímidos balbuceos para informar sobre lo que se está haciendo en el margen para capear la crisis, a la par que se asegura por enésima vez que nuestra economía es lo suficientemente fuerte para afrontarla.
En efecto, la ministra de Comercio Exterior, por ejemplo, ha atinado a decir que “la crisis ha afectado la exportación de textiles y confecciones al mercado norteamericano, pero felizmente nuestro sector es inteligente, y hemos podido abrir otros mercados, y eso compensa la mala situación” (Perú21.com) ¿Acaso no ha escuchado la ministra que la crisis actual está afectando a las economías líderes del mundo entero? No es buena para el desarrollo la estrategia de diversificación de mercados cuando nuestra actual oferta exportable se concentra en unos cuantos productos básicos. Por el contrario, es más racional en términos de un menor riesgo exportador diversificar nuestra oferta productiva hacia productos de mayor valor agregado que puedan comercializarse en cualquier mercado del mundo. Para ello, es necesario transformar nuestra matriz productiva a través de una propuesta de desarrollo que nadie se atreve a proponer porque el gobierno no tiene la capacidad o voluntad política para aplicar, por ejemplo, impuestos extraordinarios a las sobreganancias de las corporaciones mineras, en especial el oro.
Por su parte, el ministro de Economía ya no parece tan convencido cuando intenta afirmar que nuestro país está preparado para afrontar la crisis venidera. El discurso del ajuste del presupuesto público ha perdido validez incluso dentro del propio Fondo Monetario Internacional. Así lo señalan las recientes declaraciones dadas por Dominique Strauss-Kahn, director ejecutivo del FMI, ante la prensa francesa y reproducidas en la web del Fondo: “Es por causa que no hubieron regulaciones o controles, o insuficientes regulaciones o controles, que esta situación ha nacido” afirmó. “debemos sacar conclusiones de lo que ha pasado –es decir regular, con gran precisión, las instituciones financieras y los mercados”. “El plan [de los USD 700 mil millones de los Estados Unidos] es bienvenido porque es amplio. Pero tiene que ser el primer paso para una acción política internacional”. Y finalmente, “Estamos afrontando una crisis sistémica, y por tanto necesita una respuesta sistémica”.
¿Por qué en el Perú no se debate pública y abiertamente cuál va a ser nuestra respuesta política y sistémica ante la crisis? En realidad, este tema sólo se debate en los cenáculos del poder económico y financiero, construyendo lobbies y generando recursos necesarios para afrontar con éxito los efectos de esta coyuntura tan adversa. Pero con seguridad, estas medidas trasladarán los efectos negativos de la crisis hacia un menor nivel de remuneraciones y menos empleos para la población peruana.
Entre tanto, el país permanece intoxicado y marginado del debate que realmente debería importarle; por ahora se nos vende el discurso de que este es “un lío de tecnocrátas” y que no tenemos por qué preocuparnos. Mientras, seguimos enchufados al sonsonete de los otorongos, que paradójicamente, son los elegidos para debatir los destinos de la nación con justicia y equidad.
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