Las movilizaciones
juveniles remiten a algunos resultados centrales que se han obtenido con el
ciclo de crecimiento más intenso y prolongado de la historia nacional. Para
empezar, destaquemos la
evolución del desempleo y el subempleo juvenil en Perú entre 2010 y 2025.
Hasta el 2015, la tasa
de desempleo juvenil se mantuvo entre el 13% y el 15%, con altos niveles de
subempleo (más del 50%); desde el 2016, hubo una ligera mejora en el desempleo
juvenil (descenso hacia el 12%), pero el subempleo persistió y aumentó la informalidad
laboral juvenil, con más jóvenes en ocupaciones precarias o sin beneficios
sociales.
Durante la pandemia, el
desempleo juvenil se disparó hasta cerca del 20% en algunos trimestres y el subempleo
se intensificó, con jóvenes migrando a trabajos informales, temporales o de
baja remuneración. Si bien desde el 2022, vamos a tener una lenta y paulatina recuperación
parcial, persisten profundas brechas de calidad y sostenibilidad.
Igualmente, la cobertura de seguros de
salud en jóvenes peruanos entre 2010 y 2025, puede tomar un sentido positivo, si
nos remitimos a las estadísticas, en tanto la implementación del Aseguramiento
Universal en Salud (AUS) y, luego, del Seguro Integral de Salud (SIS) como
principales mecanismos de cobertura para jóvenes sin empleo formal, tomaron
fuerza; sin embargo, la bajísima calidad, la falta de atención oportuna y,
fundamentalmente, la saturación del sistema (falta de medicamentos y atención
fragmentada), hacen que el acceso formal no se traduzca en impactos positivos
para ellos.
Otro indicador
fundamental es el grado de victimización juvenil por inseguridad ciudadana en
Perú. Hacia el 2010, ésta rondaba el 30% de acuerdo a encuestas del INEI y,
según parece, porque no hay cifras claras al respecto[1], son actualmente las
principales víctimas de la delincuencia.
También debemos tomar
en cuenta el impacto de la corrupción entre los jóvenes peruanos. Según el
INEI, más del 54% de peruanos considera que la corrupción es el principal
problema del país. Para los jóvenes, esto se traduce en una desconfianza
profunda hacia las instituciones públicas, especialmente en los campos de
educación, justicia y empleo.
La situación hace que
los jóvenes perciban la corrupción
como una normalización del abuso de poder, que afecta su sentido de ciudadanía y
agencia ética, viéndola como un obstáculo para el mérito, la equidad y el
desarrollo personal.
Sin embargo, también
deben discutirse otros resultados, para mostrar de manera contundente la
inequidad que afecta a nuestros jóvenes. Por ejemplo, que el sistema bancario de Perú
concluyó el año 2024
con un desempeño destacado, alcanzando ganancias históricas de S/10 325
millones, lo que representa un incremento del 11,9% en comparación con el año
anterior.
Entre 2020 y 2024, las
utilidades de las empresas mineras en Perú también aumentaron. Según cifras del
INEI, en el 2024 el sector tuvo un crecimiento del 2.04%, que se vio reflejado en la distribución de
utilidades, llevada a cabo durante el primer trimestre de este año. Asimismo,
el 85% de las compañías mineras informaron que sus funcionarios y trabajadores
obtuvieron utilidades por concepto del año fiscal 2024.
En términos absolutos,
lo anterior significa que las empresas mineras tuvieron una rentabilidad
histórica el año pasado, acumulando US$ 3352 millones hasta setiembre,
concentrando el 58% de ese total Southern (US$ 1214 millones) y Sociedad Minera
Cerro Verde (US$ 752 millones).
Un escenario parecido encontramos
en las empresas agroexportadoras. Entre 2020 y 2024, experimentaron un
crecimiento sostenido en sus utilidades, impulsado por el aumento en el valor
de las exportaciones, incentivos tributarios y expansión de mercados. En el
2024, el valor exportado fue de US$ 12 798 millones, un récord histórico,
acompañado de una mayor diversificación de destinos y productos.
De esta manera, entre
2020 y 2024, el crecimiento del rendimiento del capital frente al del trabajo
en Perú, mostró una profunda asimetría, con una aceleración de las ganancias
empresariales —especialmente en sectores como banca, minería y agroexportación—,
mientras los ingresos laborales se estancaron o crecieron marginalmente. Esto
mismo podría aseverarse cuando comparamos los ingresos de las empresas en Perú
y los de las familias; mientras que los primeros crecieron de forma sostenida, los
segundos mostraron una recuperación más lenta y desigual.
La ira, la frustración
y hasta la desesperación no las produce solamente la constatación de estar en una
situación de postración, sin salidas a la vista. Resulta revelador percibir que
las propias carencias, además, se inscriben en la abundancia de otros.
desco Opina / 31 de octubre de
2025
[1] El INEI propone nuevos índices
subnacionales para medir inseguridad ciudadana, incluyendo victimización
juvenil.



