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La sequía en el sur y los alpaqueros

 

La sequía está afectando severamente a productoras y productores agrarios y pecuarios del sur, y el gobierno ha reaccionado, como suele pasar con el sur, demasiado tarde. El último fin de semana recién se publicó un decreto supremo que declara el estado de emergencia por peligro inminente ante déficit hídrico en varios distritos de algunas provincias de los departamentos de Arequipa y Puno, sin incorporar a los distritos de las zonas altas de las provincias de Arequipa y Caylloma, a pesar de los problemas que ya comenzaron a presentarse desde finales de octubre.

La afectación de la sequía es especialmente dramática en el sector alpaquero, pues diversos sucesos que relataremos a continuación tendrán como resultado la descapitalización de productoras y productores. Comenzaremos con los reportes de nuestros equipos técnicos sobre los abortos espontáneos de muchas hembras en los hatos como consecuencia de la sequía; considerando que sólo tienen una cría por año, esto irá en desmedro de la conformación de los nuevos rebaños. Por otro lado, para evitar su muerte se postergó el destete de crías en noviembre. También se reportó la afectación en la salud del ganado en diferentes estancias en las zonas altoandinas, pues la falta de pastos ha mermado su masa muscular, aumentando su vulnerabilidad.

Las alpaqueras y alpaqueros están desesperados, vendiendo sus animales en las ferias locales, incluso sin esquilar, antes de que mueran de hambre, sed o por las heladas que están arreciando sobre florecientes cultivos de avena y alfalfa. Los ejemplares en pie se están rematando en 150 soles aproximadamente, cuando por ellos se pagaba entre 250 y 300 soles. También se ha retrasado la esquila, pues los animales esquilados necesitan alimentarse mejor y no hay pastos. Esta situación se está agravando por la escasez de pacas de heno en el mercado, y porque las pocas que hay, han duplicado su valor. El costo por cada una roza actualmente los 30 soles.

También hay afectación en los camélidos silvestres. Recientemente leímos con mucha tristeza como un aproximado de 700 vicuñas murieron en una comunidad en San Antonio de Putina (Puno) por estreñimiento, deshidratación y otras enfermedades a causa de la falta de agua y pastos. Justamente, en Puno se ha focalizado el decreto de estado de emergencia, para atender a 100 distritos de sus trece provincias, eso es toda la región.

El Ejecutivo y el Legislativo, enfrascados en sus peleas semanales, no supieron atender esta situación a tiempo –con prevención, antes que escale a emergencia–, a pesar de que en el país contamos con un Observatorio Nacional de Sequías, a cargo de la Autoridad Nacional del Agua, así como con el monitoreo para permitir alertas tempranas del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú, supuestamente para la toma acertada de decisiones. Tampoco ha habido una respuesta oportuna desde los gobiernos regionales, aunque el de Puno que ya había pedido al Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) la declaración de emergencia, recién está elaborando el expediente técnico para implementar acciones que reduzcan el riesgo por estrés hídrico.

Ya es sabido que las zonas rurales son las más afectadas por el cambio climático, sobre todo porque las actividades productivas de sus habitantes están vinculadas a la naturaleza, y a su provisión. En este sentido cobra fuerza el impulso masivo de la cosecha de agua –que venimos promoviendo por más de dos décadas– para el afianzamiento hídrico y la provisión de agua en épocas secas. También hace falta una visión del manejo ecosistémico de los recursos naturales desde las políticas públicas. Los que han construido reservorios, infraestructura de riego, han cuidado sus espejos de agua y sus manantes naturales, de alguna manera no la pasarán tan mal; sin embargo, ante la inclemencia del tiempo y la falta de prevención, estas armas serán insuficientes.

Lo que queda ahora es trabajar con las organizaciones sociales y las nuevas autoridades locales en la elaboración rápida de planes para la atención de la emergencia, y que los recursos para asistencia de la gente y sus actividades productivas, lleguen lo más pronto posible. También hace falta estar alertas para que los recursos de la emergencia no se malgasten en propuestas insostenibles, que estamos seguros aparecerán. Se vienen épocas oscuras para el eslabón más importante de la cadena de camélidos y a la vez el más olvidado.

 

desco Opina – Regional / 9 de diciembre del 2022

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