La campaña política hacia las elecciones generales de abril está como este verano: muy poca luz y calor y un panorama gris dominante. Sin mítines, marchas ni caravanas y en limitados encuentros con personas mascarilla a mascarilla –por las necesarias medidas de prevención ante el contagio por la pandemia– las candidatas y candidatos casi no aparecen en las calles y espacios públicos. Del lado de los ciudadanos, está claro desde hace más de tres décadas que frente a los diversos hechos de la coyuntura política, la gran mayoría ha buscado informarse a través de la televisión y, en segunda instancia, por la radio y los medios escritos. Las agrupaciones políticas no son ya una fuente prioritaria de información y han sido reemplazadas por las redes sociales, donde son una página o un muro más entre millones de emisores.
Crecientemente los candidatos utilizan los medios digitales, que son una alternativa barata y supuestamente de fácil acceso para una campaña on line. Puede verse así, con progresiva frecuencia, a aspirantes al Congreso nacional y a quienes postulan a la presidencia de la República, en diferentes redes sociales, en invitaciones a eventos de webinar (plataformas de video en salas virtuales como Meet o Zoom). También es cierto –y suelen olvidarlo muchos de ellos– que los ciudadanos con acceso digital regular siguen siendo pocos en el país, y en su mayoría se limitan, cuando lo hacen para dejar huella, a un clic de aprobación o rechazo. La cobertura básica universal a Internet en nuestro país es solo una pequeña parte del problema, pues se sabe que, aún más importante, es la calidad de la señal que recibimos los usuarios. Al respecto, en trece departamentos, más de la mitad de las conexiones están por debajo del umbral aceptado.
En el Perú, como en todo el mundo, las normas y reglas que se producen para el ámbito digital son crecientes y se espera avanzar mucho durante este año en la prestación del servicio de Internet, básico para acceder a redes, a plataformas y demás… pero eso será luego de las elecciones generales. Al mismo tiempo, como novedad de transparencia digital, la plataforma Facebook, como lo ha hecho en Estados Unidos durante la reciente campaña presidencial, revelará la identidad de los anunciantes durante las elecciones en Perú. Para ello adjunta ya una etiqueta con la información “pagado por” notificando quién es responsable, cuál fue la inversión aproximada y a quiénes fue dirigido, contribuyendo así con la transparencia y a reducir en algo la presencia de los odiosos trolls.
Simultáneamente, el Jurado Nacional de Elecciones convocó hace poco, con éxito, a la mayoría de los partidos en competencia a firmar un Pacto Ético Electoral, que esta vez incluye como un tema específico, lineamientos de conducta para los partidos y candidatos en las redes sociales. Pocas organizaciones, como la ultraderechista Renovación Nacional de López Aliaga, se han negado a hacerlo y hay candidatos como Hernando De Soto, que en el sentido contrario, expresamente han manifestado privilegiar esta herramienta.
Sin embargo, la generalidad de la población no está al tanto de los planes de gobierno de los candidatos, inclinados muchos de éstos a una campaña demagógica desde las redes sociales como megáfono, con envíos patéticos en algunos casos, frases repetidas y desparramadas e, incluso, bailes y chistes. La credibilidad en los diarios preferidos por distintos sectores ciudadanos y la televisión (cada vez más vía cable) siguen siendo por la fuerza de la costumbre los medios de mayor impacto general en cuanto a creencia, de cara a la competencia que significan tweets, post, historias, fotos y videos en Instagram o TikTok.
La estrategia, la imagen del candidato, el posicionamiento y sus mensajes compiten ahora con el humor y el malhumor. ¿Tendremos un presidente y nuevos congresistas TikTok? Es un reto difícil pero importante contribuir a elevar el nivel de esta campaña electoral. Podemos hacerlo.
desco Opina / 12 de febrero de 2021
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