PPK tuvo la virtud, al menos una, de intuir la necesidad política de crear
un espacio de interlocución y, eventualmente, de articulación con las
autoridades subnacionales, para elevar la probabilidad de resultados de las
políticas públicas, atendiendo la diversidad de escenarios que presentan los
territorios regionales. Esto son los GORE-Ejecutivo y los MUNI-Ejecutivo, concebidos como el
espacio que “promueve, desarrolla y fortalece la acción conjunta y
coordinada de los Gobiernos Municipales y el Gobierno Nacional”. El objetivo es
construir agendas de desarrollo territorial, “en las que se alineen prioridades
de políticas nacionales y territoriales, y en cuya gestión e implementación,
confluyan de manera coordinada la intervención de los distintos niveles de
gobierno y sectores”.
Desgraciadamente, la
falta de horizonte político hizo que PPK desperdiciara esta pequeña ventana de
oportunidad y sumiera el espacio en esos aburridos e inoperantes cónclaves de
“técnicos”, tan habituales en la conducción gubernamental de nuestro país.
Ahora, estos espacios
son rescatados e impulsados por el Presidente de la República y el Primer
Ministro. Pero, al parecer, no son pensados como ámbitos en los que se
“concertarán” temas sino en los que se comprometerán resultados en prioridades
que ya han sido establecidas por el Ejecutivo.
En efecto, hay una
secuencia muy clara entre el discurso del premier César Villanueva en el Congreso, la participación del
presidente Vizcarra y el premier Villanueva en MUNI Ejecutivos extraordinarios
llevados a cabo en Puno y Ucayali y, finalmente, la entrevista televisiva que le hicieran al Presidente, el domingo 6 de mayo, sin dejar de contar la columna de opinión del premier Villanueva, aparecida en el diario La República, el sábado 5 de mayo.
¿Qué revela esta serie
de apariciones de las dos más altas autoridades del país? En primer lugar, un
plan gubernamental con prioridades, del que se puede discrepar pero que sería
necio negar. El eje, es “mejorar la calidad de vida
de los peruanos”, frenando el avance de la corrupción y fortaleciendo la
descentralización. Luego, dinamizar la economía, ordenando las finanzas e
impulsando la inversión pública. Prestar atención: luego de décadas, el actual
gobernante no refiere al crecimiento económico como el centro de su política,
sino como una condición para lograr más calidad en la vida de las personas.
Por eso, a renglón seguido, está el desarrollo social, mediante la
articulación de programas tanto entre sectores como con los niveles del Estado,
poniéndose metas, algo que no fue visible en gobiernos anteriores: al 2021, reducir la anemia del 43% actual al 19%;
alcanzar niveles satisfactorios de comprensión lectora –en las zonas urbanas y
rurales–, pasando de 46% a más de 55%, y en matemáticas pasando de 34% a 45%;
llevar agua y servicios de saneamiento al 100% de las áreas urbanas y al 85% de
las rurales. Igualmente, se impactará en el sistema de salud, integrando las redes
de establecimientos para acercar la atención y los servicios a los ciudadanos. Asimismo,
se presta atención a la protección de la niñez y de la mujer frente a todo tipo
de violencia, aunque con una visión que subraya la represión y no la
prevención.
A su vez, este plan
tiene un instrumento político –como debe ser– para arribar a buen puerto; esto
es poner de acuerdo –sintonizar– los intereses del Ejecutivo con los intereses
y demandas de las autoridades subregionales. Y, sin duda, tiene responsables
políticos en el más alto nivel: el presidente Vizcarra y su premier Villanueva.
Todo ello vuelve al
centro del análisis una cuestión que hacía tiempo se había perdido en la
política nacional pese a la importancia que tiene: el efecto de los gestos y de
las formas. Vizcarra-Villanueva no buscan gobernar solos, son plenamente
conscientes de su extrema debilidad política y buscan administrar bien con lo
poco que hay a disposición, sin ingresar en la trampa perversa del “deber ser”.
A no pocos les pareció
mal que busquen dar fin a las actitudes confrontacionales, especialmente cuando
Villanueva acudió al Congreso. Sin embargo, una virtud en estos tiempos resulta
ser algo simple pero no fácil de aprender como es entusiasmarse medidamente con
los amigos y no generarse odios con los oponentes. Sólo de esta manera puede
navegarse en mares encrespados en una embarcación más que precaria como es el
Ejecutivo actualmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario