Durante los últimos treinta años, los
diferentes gobiernos han declarado su preocupación por los cultivos ilegales de
coca para el narcotráfico, que nos han colocado en el primer puesto como productor de cocaína.
Una alternativa para erradicarlos ha
sido la promoción de cultivos como el café y el cacao. Sin embargo, la volatilidad de los
precios de estos productos en el mercado internacional no garantiza la
rentabilidad económica de los productores, por lo que el riesgo de volver a la
coca siempre estará presente. Aun así, todo indica que esta estrategia está
teniendo un giro interesante ya que más allá de la inversión estatal en la instalación
de hectáreas con estos cultivos, ahora se viene intensificando la asistencia
técnica en el manejo agronómico para mejorar la productividad por hectárea y en
los últimos dos años hay un visible compromiso estatal por acompañar a los productores
y sus organizaciones para la inserción en el mercado con valor agregado (básicamente
con certificación orgánica y comercio Justo) para asegurar los ingresos en las
economías de estas familias, que generalmente se encuentran en situación
precaria.
A pesar de ello, la plaga de la roya amarilla
que se diseminó durante los últimos años sigue presente e impactando en las
alicaídas economías familiares; las deudas con Agrobanco contraídas por las
familias cafetaleras aún no pueden ser superadas y el gobierno central no ha sabido satisfacer esas inquietudes, sin considerar que
es más barato subvencionar esas inversiones agrícolas familiares que erradicar
los cocales, por toda la logística y movilización de personas que ello
significa. Esta insatisfacción de los agricultores puede hacerse visible con
nuevas movilizaciones y bloqueos de carreteras.
El mercado nacional aún no es atractivo
para el café, ni para el cacao, ya que nuestro país tiene bajos consumos de
estos productos en comparación con Europa, Asia y USA. Además, los productos procesados y ultraprocesados elaborados por las grandes empresas
utilizan saborizantes y muy poca materia prima, sin
incentivar la calidad del producto y mucho menos la
posibilidad de incremento de la demanda de la oferta agrícola.
Si bien hay que promover estos
productos en las ferias nacionales, esto no puede ser realizado de manera
directa por las familias productoras sin el apoyo financiero de terceros y aun
cuando su rentabilidad sea baja, por lo menos contribuye a que el productor
conozca las exigencias del mercado y a borrar la imagen negativa que muchos
citadinos tienen sobre la selva y sus habitantes, en especial aquellos que proceden del Vraem y demás zonas donde predomina la
economía de la coca. Los emprendimientos de transformación primaria; café
tostado, chocolates, entre otros, no podrán subsistir si es que no pueden
insertarse en el consumo nacional en donde tienen pocas posibilidades de
posicionarse porque su competencia son las grandes empresas que utilizan poca materia prima pero mucha promoción comercial. Cabe
señalar que acceder a los registros sanitarios en zonas donde no existen
servicios básicos como agua y desagüe, así como energía eléctrica de calidad
(trifásica) es un reto que limita su participación, además de encarecer los costos
de producción y colocación en el mercado.
En todo caso, si bien es cierto que se
incentiva a que las organizaciones de productores elaboren sus planes de
inserción en el mercado, es visible que desde el Estado no existe una propuesta
ni estrategia de mercadeo coherente, que englobe a la mayor cantidad posible de
la producción nacional. Lo habitual es que cada estamento gubernamental
implemente sus acciones de manera unilateral, con poca o nula coordinación
interinstitucional e irradiando una errónea imagen de competencia interna en la
que solamente las cooperativas y asociaciones de productores que tienen
padrinos podrán exhibir y comercializar sus productos en las ruedas de negocios.
Las fotos de ministros y funcionarios del Ministerio de Agricultura y Riego (MINAGRI)
en Ficafé, Expoalimentaria, el Salón del Cacao y el Chocolate y Mistura con
productores cafetaleros y cacaoteros, son útiles para sus réditos políticos,
pero al ser iniciativas que no están insertas en un plan de mayor ambición, no aseguran
un mercado permanente para las familias agricultoras.
desco Opina - Regional / 6 de
noviembre de 2017
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