El pasado 12 de noviembre el Concejo Metropolitano de
Lima aprobó la Ordenanza n°1911 que dispone la revisión de las solicitudes de cambio de zonificación de manera individual y en cualquier momento del año,
que según los promotores de la norma, busca desentrampar más de 252 expedientes
sin resolver, acumulados desde el año 2013. La decisión atiende solamente a demandas puntuales de intereses inmobiliarios y comerciales, sin considerar el contexto urbano en el que se pretende desarrollar,
simplemente satisface apetitos inmobiliarios sin ponderar las consecuencias y
efectos de estas medidas sobre la ciudad y los que vivimos en ella. Un ejemplo
de este descuido y falta de respeto por los vecinos es lo que ya viene
sucediendo en un distrito como Miraflores, en el cual se pretende desplegar cambios de zonificación sin consulta y consenso de los vecinos que viven en el entorno generando
escenarios de conflictos. Otro caso similar por efectos no contemplados de un
cambio de zonificación, fue la reacción de los vecinos de Jesús María ante el
intento de ampliar la Av. Salaverry a un tercer carril por la congestión que
genera el nuevo centro comercial Real Plaza.
Esta decisión debe alertarnos por varias razones. La
primera es que los cambios específicos de zonificación no estaban prohibidos,
pero sí estaban regulados para que se produjeran sólo dos veces al año y previa
consulta vecinal integral. De esta manera los desarrollos inmobiliarios y
comerciales no contemplados en los parámetros vigentes en un distrito se debían
acumular, todos, para ver el impacto conjunto de estos cambios sobre los
barrios, las vías y los espacios públicos. El cambio de zonificación debía responder
a una mirada de conjunto y no a pedidos lote por lote que a lo sumo, contemplan
los efectos sobre una manzana y no sobre un barrio, una urbanización o un
distrito.
La decisión tomada por el Concejo de Lima es más grave cuando
–lo recordamos una vez más– la actual administración edil no cuenta con los
parámetros de un Plan de Desarrollo Urbano que sirva de sustento y guía para
sus decisiones, herramienta indispensable para una ciudad de casi nueve
millones de habitantes como es Lima. Vemos entonces que la negativa del alcalde Castañeda a aprobar y poner en vigencia el documento de planificación para la ciudad (el PLAM 2035), trabajado durante la gestión edil previa, sirve de hecho a los intereses de quienes ven la ciudad
solamente como una oportunidad para negocios de corto plazo y no como el hogar,
el barrio y los espacios de vida de millones de personas que la habitan y esperan
una ciudad mejor cada día.
Son penosas las justificaciones y peores los argumentos
técnicos que esgrimen quienes ahora dirigen los destinos de Lima para intentar
legitimar su proceder, pues evidencian con torpeza carecer de una visión que
implique una propuesta de urbanismo de calidad, indispensable para gestionar
nuestra ciudad. Peor aún, cuando esto ocurre ad portas de los Juegos Olímpicos Panamericanos,
previstos a realizarse en Lima el año 2019 y próximos al bicentenario de la
independencia del Perú. Nos preguntamos: ¿Es que Lima no tiene quién la
defienda con amor e identidad ciudadana, como sí ocurre con otras ciudades como
las del sur del país?, ¿es que tener una ciudad mejor solamente significa invertir
en nuevas vías, mejoramiento de pistas y construcción de pasos a desnivel?, ¿así
se logrará mejorar la eficiencia y eficacia que demandan los habitantes de Lima
para tener una ciudad más segura, democrática y de mejor calidad humana? Parece
que no, pues la prensa nos informa a diario que la seguridad, la movilidad y la accesibilidad dentro de la ciudad es cada día peor,
como lo demuestran los accidentes de tránsito y la menor seguridad ciudadana.
La incapacidad de la gestión Castañeda para servir a los
altos intereses de la ciudad (y más bien atender a oscuros beneficios
crematísticos) se evidencia una vez más con esta nueva Ordenanza que, en su
torpe negativa de hacer una lectura integral para la gestión concertada del
territorio, abre los procesos de cambio de zonificación sin orden ni
concertación. Al optar por soluciones puntuales y fragmentadas no resolverán los
problemas de fondo de esta gran metrópoli; al contrario, éstos se agravarán
generando nuevos conflictos de intereses entre vecinos, inversionistas e
instituciones. Confiamos que en algún momento próximo, brote una corriente de
opinión ciudadana diferente que denuncie y corrija la manera como se afecta la
calidad de vida futura de todos en esta ciudad, empezando por los más débiles,
excluidos y pobres… y por cierto, incluyendo la de usted que ahora nos lee.
desco Opina
- Regional / 23 de noviembre de 2015
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