Los movimientos regionales fueron primero identificados como plataformas de outsiders,
aunque pronto quedó en evidencia que estos eran el punto de partida
para la formación de organizaciones electorales fuertes, pese a su
dificultad para consolidarse una vez logrado su triunfo. Tres elecciones
regionales después (2002, 2006 y 2010), estos movimientos lucen como un
nuevo tipo de organización política en un contexto de «democracia sin partidos».
La
ausencia de partidos nacionales con fuerte organización regional
facilita que movimientos con bases regionales triunfen en estas regiones
como estructuras que parecen revivir antes de cada elección con la
aparición de élites que ostentan como principal atributo su imagen
mediática. Continúan las prácticas de «compra» de las candidaturas
reduciendo el accionar político
a un sistema de prebendas electorales, donde la participación política
se convierte en un privilegio dispensado por el representante legal de
la organización política.
El
discurso político tampoco ha variado, siguen reproduciéndose los
mensajes que castigan fuertemente a todos, que culpabilizan –y no solo
responsabilizan– a todas las anteriores autoridades por todos los males
que aquejan a ambas regiones; se trata más de un discurso escatológico
hacia la conversión que no contiene un mensaje de convocatoria política.
Históricamante,
las propuestas técnicas suelen estar ausentes del discurso de la gran
mayoría de candidatos. En esta campaña que comienza, la actual
administración en la Región Junín trata de generar adhesiones mediante
sus «mega proyectos», que explica y promociona. Por otro lado, el Frente
Amplio incluye, además del tema reivindicativo de derechos, una
propuesta técnica de cambio de modelo económico en sus reuniones.
Lamentablemente, el resto de candidatos continúa con su estrategia
tradicional. Mientras tanto, en la región Huancavelica, movimientos como
Ayllu, Movimiento Independiente
Trabajando para Todos, MINCAP, entre otros, se limitan a utilizar la
simbología cultural huancavelicana como la llama, el choclo, un toro,
etcétera, para generar una especie de «identidad regionalista» con el
fin de ganar adeptos, pero en sus discursos hay pocas propuestas
programáticas de desarrollo para la región.
Estas
circunstancias representarán una desventaja para los candidatos que
pretenden la reelección debido a lo desgastada que puede estar su imagen
y la de su agrupación política. Es el caso de los actuales presidentes
de la región Junín y Huancavelica, los cuales tendrán que hacer un
trabajo titánico para lograr mejorar su imagen. El caso de Junín es
singular debido a las denuncias de corrupción, más de 1800 recibidas entre 2011 y 2013. Si bien la mayoría involucran a municipalidades provinciales y distritales, algunas sí involucraron a funcionarios de nivel regional,
lo que, junto a notorios conflictos sociales en la región crea la
sensación de un entorno enrarecido. En el caso de Huancavelica el
panorama es relativamente más fácil, porque aun cuando el actual
presidente regional también debe esclarecer casos de corrupción
denunciados en su periodo de gobierno, la coyuntura social en la que se
encuentra Huancavelica crea una gran oportunidad al gobierno regional
para demostrar su eficacia frente a, por ejemplo, el alud en el distrito de Cuenca.
En este caso en particular, sea por el criterio que sea, tanto las
autoridades regionales como las provinciales actuaron de manera rápida y
efectiva.
La
campaña electoral en la sierra central del país empezó con fuerza. Las
pintas y toda la maquinaria proselitista vienen invadiendo cerros,
paredes, redes sociales y cualquier espacio público, un escenario al
cual las poblaciones ya están acostumbradas. Una vez más la traba más fuerte
del sistema político en estas regiones, es la ausencia de articulación
política y propuesta programática, incluso al interior de los
movimientos políticos departamentales, que parecen apostar por la
consolidación de liderazgos políticos «carismáticos».
desco Opina - Regional / 7 de febrero de 2014
Programa Sierra Centro
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