El gobierno del ex - alcalde de Lima Luis Castañeda fue una acumulación de obras centradas casi exclusivamente en la vialidad y el transporte, algunas exitosas, pero dispersas y descoordinadas en la medida en que no respondían a una orientación integral. Lamentablemente, no se trató de un gobierno que se propusiera actuar en los campos del desarrollo económico local o el desarrollo humano, dos dimensiones que debieran considerarse ineludibles para estar a la altura de los retos y necesidades de la urbe más grande y poblada del país.
Un reflejo de este desinterés por una visión integral para Lima es que se haya gobernado al margen del Plan de Desarrollo vigente, al punto que al caducar el mismo, la administración Castañeda no hizo ninguna previsión para actualizarlo. La actual gestión metropolitana, que se propuso superar esta situación, convocó la elaboración del Plan Regional de Desarrollo Concertado de Lima Metropolitana al 2025. A la fecha se realizan Mesas Temáticas en las distintas “Limas”, con una dinámica participativa en la que se consulta sectorialmente a la sociedad civil organizada en sus gremios, sindicatos, asociaciones vecinales y grupos de interés local.
Reconocer la necesidad de contar con un plan de desarrollo significa admitir que la equidad distributiva no es consecuencia lineal de un manejo equilibrado de las cuentas, ni producto de una mera suma de esfuerzos individuales. En este sentido, la tarea de planeamiento se dirige a definir un marco común en función de prioridades, no sólo para la gestión municipal, sino para todos los actores de la ciudad. A este llamado no escapa el sector privado, entendiéndose por el mismo tanto a los capitales que empiezan en pequeños y medianos emprendimientos, como a los grandes complejos corporativos, ambos con fuertes impactos en el paisaje y la economía urbana, especialmente cuando se trata del desarrollo inmobiliario o las mega superficies comerciales, por mencionar apenas dos de los negocios más dinámicos de la ciudad. Esperamos que estos sectores acudan a las instancias de consulta que el equipo del PLAN ha previsto para ellos, recordándoles que es la falta de una visión para la ciudad la que la ha sumido en el desorden y la inseguridad y que, a la larga, es insostenible la bonanza basada en la acumulación rápida y el consumo superficial de bienes.
Nuestra capital refleja bien la tensión nacional entre una macro economía estable y una sociedad que dista mucho de sentirse segura y saludable: las alarmantes tasas de criminalidad, los altos costes en la atención de la salud y las vergonzosas cifras de la persistencia de la tuberculosis, contrastan con los optimistas y superficiales cálculos sobre cuántos celulares posee la gente o lo bien que se come en los cosmopolitas restaurantes capitalinos. Para distanciarse de esta paradoja, con la convocatoria a formular el Plan de Lima, la ciudad se ha propuesto trazar un nuevo horizonte. Lima quiere y necesita alejarse de la perversa cultura del corto plazo, aquella que nos hace repetir una y otra vez la historia de los acontecimientos que pudiéndose prever, se convierten absurdamente en desastres, como ha ocurrido en las recientes semanas en Chosica.
desco Opina - Regional / 20 de abril de 2012
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