El ciclo electoral iniciado en los comicios de octubre de 2010, se cerró definitivamente el 5 de junio con la elección de Ollanta Humala como Presidente de la República, abriendo para el país un escenario político nuevo. Autoridades regionales más fuertes y experimentadas, las más de ellas distantes de los partidos tradicionales –los grandes derrotados de este ciclo–; un Congreso nuevo y que, si bien fragmentado como el actual, sobre el papel aparece mejor conformado; un Presidente que centró su campaña en su énfasis en la lucha contra la corrupción, percibida por la ciudadanía como el principal problema del Estado; el anuncio de una reforma tributaria basada en impuestos a las industrias extractivas y en cargas directas; y su compromiso con la redistribución mediante la generación de empleo digno y políticas de educación y la salud, combinadas con distintos programas sociales y provisionales.
En otras palabras, se ha impuesto una tendencia que apuesta por más Estado, mayor participación ciudadana, mayor inclusión social y redistribución en un marco de fortalecimiento del mercado interno. Aunque nada de ello exige abandonar el modelo económico, sí supone introducir y desarrollar importantes cambios demandados por la coalición social y política que se «organizó» aceleradamente atrás de Gana Perú y que reedita el colectivo heterogéneo de la Marcha de los Cuatro Suyos, a excepción de Lourdes Flores y el PPC.
Como era de esperarse, desde el instante mismo de su derrota, los principales perdedores iniciaron una presión desembozada contra el Presidente, buscando imponer en puestos clave a figuras que aseguren «que nada cambie». A esa exigencia siguió la caída de la bolsa, el alza del dólar y la amenaza de desestabilización anunciada en los titulares de los mismos medios que semanas atrás, se embarcaron en una inútil campaña de demolición. Sólo faltó el Cardenal poniendo condiciones para la salvación del alma gubernamental. No obstante estas «malas señales» los principales líderes empresariales no han tardado en ofrecer, como tampoco podía ser de otra manera, su apoyo al futuro gobierno y, como en 2006, su compromiso con la inclusión social.
Lo sorprendente es la ausencia de quienes eligieron al nuevo gobierno. Aunque en verdad es temprano, éste no ha mostrado iniciativa respecto a las autoridades subnacionales, las organizaciones sociales o los colectivos que se movilizaron a su favor las últimas semanas. Poco o nada se ha dicho sobre sus demandas y expectativas. Cierto que la economía es importante, pero es evidente que la agenda del país y de los múltiples sectores que votaron por Humala es más amplia y también conflictiva. Dar señales de cómo cambiará el Estado para ser más efectivo en la provisión de servicios y en la atención a la conflictividad social, pronunciarse sobre la agenda de los derechos humanos, de los pueblos indígenas y la cuestión ambiental, son campos trascendentes para la legitimidad del nuevo gobierno.
Para instituciones como la nuestra, comprometidas con el desarrollo y el cambio social, se abren desafíos importantes. La disputa por la inclusión social en un gobierno que se ha comprometido a distintos programas sociales y a la mejora de la calidad y el acceso a la educación y la salud, adquirirá significado y sostenibilidad si se liga al desarrollo, a la ampliación y fortalecimiento del mercado interno y a la generación de empleo, entendiendo como inclusión el reconocimiento de derechos y no como construcción de nuevas clientelas. De igual modo, la reforma y democratización del Estado, la lucha contra la corrupción, la defensa irrestricta de los derechos humanos y la relación con las industrias extractivas en una perspectiva más allá de lo tributario, constituyen algunos campos en los que se inscriben nuestras propuestas.
Lo que hay que tener claro es que la vida continúa; la conflictividad social no se detendrá y continuarán las demandas y expectativas de diversos sectores. Gana Perú y el Presidente electo Humala tienen la obligación, pero también la necesidad, de responder a esta otra dimensión de la realidad, tanto o más importante que la económica, que los ocupa en estos primeros días. Para que siga ganando el Perú es indispensable dar señales de en qué sentido se quiere transformar las relaciones entre Estado y sociedad.
desco Opina / 10 de junio de 2011
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