La campaña electoral en Lima ingresó a su etapa culminante, con la candidata de Fuerza Social mostrando progresiones geométricas en su intención de voto, mientras que la de Unidad Nacional ve menguar sus posibilidades en idénticas magnitudes, previéndose que caída la tarde el 3 de octubre, las primeras cifras reveladas muestren una competencia voto a voto entre ambas o, en su defecto, una final y triunfal arremetida de Susana Villarán. A estas alturas, no parece abrirse campo para otra posibilidad.
Este último tramo, además, está revelando muchas e interesantes claves políticas. Parece claro que la manera como Lourdes Flores trazó inicialmente la cancha fue correcta, señalando que el eje del debate debía ser el deslinde con la corrupción. Su craso error fue no mirarse previamente en el espejo y percibir que esa corrupción que señalaba sin contemplaciones, vivía y se reproducía saludablemente en su entorno. Ahora, chuponeos infames mediante, los amigos de antaño le han recordado que siguen muy juntos. Condenable la interceptación telefónica, pero producida y hecha pública ésta, igualmente censurable lo que revela.
La situación que se ha creado da para preguntarse cuestiones de fondo. Por ejemplo, hasta qué punto ese ámbito que puede denominarse «derecha» en la política peruana es realmente un bloque sólido y, relacionado con esto, en qué medida el denominador común entre la mayoría de los que la conforman no es precisamente la corrupción. Al contrario de lo que suele suponerse, la derecha no es tan compacta ni tan decente. Finalmente, se trata de la misma derecha que apañó el fujimorismo y exhibe agresivamente su vigencia. La misma que asumió firmemente que los bienes públicos son sus asuntos privados.
En esa línea, los liberales serios de nuestro país –que son pocos, pero son– adelantan opinión, usando todos los adjetivos disponibles para mostrar su repugnancia ante el grotesco espectáculo que estamos presenciando en las últimas semanas. Tan es así, que incluso los pasquines herederos de las campañas sicosociales del fujimontesinismo han morigerado su estilo y aceptan a regañadientes que, finalmente, chuponear no es una buena idea, especialmente cuando evidencia a todas luces las miserias de la familia.
También hay novedades desde la izquierda del espectro político peruano. En efecto, sin tomar en cuenta la enorme posibilidad de triunfo de la candidatura de Villarán, la performance realizada es ya un triunfo político. Más allá de su declarado aggiornamiento, Villarán siempre afirmó su filiación izquierdista y, por tanto, pareciera que la leyenda sobre el conservadurismo limeño se confirma en parte como tal. Parece que las dificultades para relacionar el sentimiento social con la formulación política están empezando a superarse en la capital del país. La candidata de Fuerza Social, en cualquier caso, tiene un gran capital político en su fuerza moral y en muchas de las propuestas que son parte de su opción que va más allá de la izquierda tradicional, pero que la incluye. Todo esto, sin negar sus debilidades, donde la escasa opción que tienen sus candidatos distritales, es una de las más evidentes.
A la candidata, y más allá de ella a los sectores de izquierda, se les abre una oportunidad para recuperar la relación que tuvieron con la gente. Hasta el 3 de octubre tienen el desafío de cerrar existosamente ese importante esfuerzo en Lima, cohesionando y ampliando su votación primero, defendiendo sus votos después. A partir de esa fecha, el reto será mayor porque tendrán que convencer al país que Lima fue sólo un primer paso, lo que supone convertir la capacidad electoral que han mostrado, en una fuerza real de gran convocatoria, capaz de enfrentar la pretensión fujimontesinista de llegar nuevamente al gobierno, con beneplácito de Alan García en su proyección al 2016.
desco Opina / 17 de setiembre de 2010
Descargar Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario