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Decisiones municipales ¿se piensa en las consecuencias?

Trasladar los problemas de un lugar visible a otro menos visible parece ser la orden del día en la ciudad de Lima.

El pasado mes de octubre, cumplido el plazo de un año otorgado por la Municipalidad de Villa El Salvador, los comerciantes del histórico mercado la Chanchería fueron desalojados. Igual suerte corrieron, días después, los comerciantes del no menos importante campo ferial «Micaela Bastidas», paradita contigua al Terminal Pesquero de Villa María del Triunfo, que funcionó durante casi veinte años, sobreviviendo a varios incendios e intentos de desalojo de sucesivas gestiones municipales.

En el caso de Villa El Salvador, el propósito del municipio es recuperar la Avenida Velasco para continuar la «Alameda de la Juventud» en el lugar en el que se ubicaba el mercado, que durante el día bullía de actividad comercial y por las noches, lamentablemente, de pandilleros y delincuentes. Los cerca de mil quinientos comerciantes que tuvieron durante años sus negocios en este centro de abastos –el más grande y dinámico de Villa El Salvador– se reubicaron ya en el mercado construido en la Avenida César Vallejo. Son ahora las calles aledañas a este local el escenario de movimiento comercial y florecimiento de diversos negocios, cambiando el rostro de una avenida hasta hoy tranquila.

Si bien el traslado del mercado –negociado durante años– es acertado, se requiere aún que el Municipio de Villa El Salvador ponga en marcha un plan de seguridad para la zona, ubicada apenas a dos cuadras de su sede y de la comisaría. Hacer del nuevo emplazamiento un sitio accesible y seguro reforzará el comercio local y garantizará la tranquilidad del vecindario. Las familias de Villa El Salvador que prefieren «comprar en casa» –y no depender de los grandes supermercados– deben poder hacerlo en las condiciones más adecuadas y con tranquilidad.

En el caso de Villa María, la falta de previsión es evidente. Además de la escasa negociación entre el gobierno local y los comerciantes, no se destinó un espacio apropiado para que continúen con su trabajo y sus respectivos negocios sin afectar el orden público. Ahora los comerciantes asedian una cuadra más allá de los escombros producto del desalojo, sobre los que se acumula gran cantidad de basura. El desorden y la congestión de siempre, ahora en una calle más pequeña, con vías obstaculizadas por los puestos, generan terrible caos vehicular. Las fiestas de fin de año, con su mayor afluencia de público, suman presión al escenario.

Han pasado casi dos meses desde que se produjeron los desalojos. Lo que iba a ser «recuperado» en Villa El Salvador sigue a la espera. Y los problemas que en Villa María iban a ser «resueltos» con la salida de los comerciantes, se han visto más bien potenciados. Es en este punto que estos hechos «domésticos» se vuelven de interés de toda la ciudad.

Las acciones municipales deben ser planificadas, en el sentido de tomar en cuenta las consecuencias. Si se busca poner orden, debe preverse el impacto que tendrán las decisiones sobre las economías familiares, sobre las zonas de reubicación y sobre el medio ambiente. Si bien es aplaudible el objetivo de recuperar los espacios públicos para devolverlos a su uso por la comunidad, luego de sembrar césped para la foto es necesario invertir en la infraestructura que garantice su buen uso por los vecinos y vecinas.

Es necesario también que las autoridades ediles revisen cuáles son los impactos en el mediano plazo, para presentar a la ciudadanía alternativas responsables. De lo contrario, se corre el riesgo de colocar los problemas debajo de la alfombra. Eso también es desgobierno y desluce la imagen de las instituciones encargadas del gobierno de la ciudad. Para el ejemplo, preguntemos a los vecinos de Barranco y Chorrillos cómo la Municipalidad Metropolitana de Lima ha previsto el impacto sobre su tranquilidad cuando decidió las rutas del Metropolitano.

desco Opina - Regional / 4 de diciembre de 2009
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