La última encuesta de opinión pública de Ipsos Apoyo (17 de junio), seguramente ha causado más de un temblor en la casa de Pizarro. La caída en picada de la aprobación presidencial, parece indetenible. Entre la medición de abril de este año y ésta última, pierde 11 puntos alcanzando 45% de aceptación, el porcentaje más bajo desde que iniciara su gestión. El retroceso, como no podía ser de otra manera, es mayor en el sur y en el oriente, donde pierde 15 puntos porcentuales. Resulta significativo observar que en ese período, su aprobación se incrementó únicamente en el estrato A, cayendo fuertemente en los ámbitos socioeconómicos C D y E, 13, 15 y 10 puntos, respectivamente.
Si nos guiamos por la propia encuesta, las razones de la desaprobación de su gestión se encontrarían en la corrupción, la inseguridad ciudadana, la presencia de gente inadecuada en los cargos públicos y el alza de los precios, que la gente ya empieza a sentir. Sin embargo, en otra pregunta de la misma encuesta, se tiene que el 56% desaprueba cómo se han manejado los conflictos sociales recientes, mientras el 67% de los encuestados en el sondeo nacional urbano señala que en los próximos meses el Presidente debería gobernar buscando acuerdos con otros líderes políticos; respuesta ésta comprensible cuando el 58% de quienes opinaron, desaprobaron la gestión del gobierno.
La pésima gestión de los conflictos sociales, la creciente sensación de desgobierno, pero también la conciencia del alza sistemática de los precios, le empiezan a pasar factura importante a una gestión que se alejó de su discurso inicial de la gran transformación, pero también de su hoja de ruta, de la que está haciendo una interpretación libre. En el camino van quedando sus electores de la primera vuelta, pero también y crecientemente, muchos que se les sumaron en la segunda ronda electoral. De allí que sólo el 34% apruebe al gobierno y que la desaprobación del gris hombre fuerte del gabinete, el Ministro de Economía, empiece a acercarse al 50%.
Para peor, el escenario de las próximas semanas se hará seguramente más difícil. Mientras en Espinar se ha abierto un curso de solución dialogado a un conflicto que debió haberse gestionado de otra manera, en Conga, el enfrentamiento parece inminente. La posición irreductible de un sector de sus principales organizaciones sociales y de sus propias autoridades, no obstante la carta del Presidente Regional pidiendo que sus argumentos contra dicha operación minera sean escuchados por el Presidente Humala, chocará con la inminente decisión gubernamental de seguir adelante con el proyecto, incorporando las recomendaciones del peritaje internacional.
La elección de la nueva mesa directiva del Congreso ha abierto los apetitos de diversas figuras del oficialismo, desde una congresista ministra que se autoofreció como artífice de una lista de mujeres, hasta el actual jefe de la bancada, que se desgañita anunciando elecciones internas en julio, cuando a lo largo del año legislativo que concluye, su comportamiento fue claramente autista. La oposición por su parte, en ese río revuelto, espera la ganancia de los pescadores. Todos, oficialistas y opositores, parecen no darse cuenta que el trabajo de su institución es aprobado apenas por el 18% de los peruanos, que los conoce más por sus reiterados escándalos que por su producción legislativa.
La conformación del nuevo gabinete, porque es evidente que el Premier Valdés está exánime, constituye otra tribulación urgente de Palacio. Que la primera dama, lapsus mediante, se haya referido recientemente a una ministra como suya, puede ser un indicio anecdótico de lo dura que es la procesión. En cualquier caso, las bolas que reproducen los medios de comunicación, algunas de ellas tan difíciles de creer como que Luis Castañeda puede ser el próximo Premier, evidencian las presiones y las disputas que seguramente existen alrededor de este tema, que es crucial, máxime en un gobierno que a todas luces carece de operadores políticos y de técnicos propios.
Así las cosas, los anuncios presidenciales sobre las exigencias y condiciones para una nueva minería, seguramente le granjearán simpatías y adeptos en los escenarios internacionales donde los ha hecho, pero no alcanzan para convencer a sus electores y no parecen tener el contenido y la fuerza suficiente para darle un orden definido a un gobierno, que no termina de entender que el pragmatismo no reemplaza a la política. Creemos que bien haría el Presidente en releer su hoja de ruta y ser consecuente con ella, que ya no lo es con la gran transformación, así insista en mantenerla en su corazón.
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