La metrópoli de Lima se desarrolla sobre la confluencia de los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. La expansión urbana desordenada llevó a la progresiva ocupación de las áreas reservadas de estos valles en detrimento no sólo del suelo agrícola, sino también del equilibrio ecológico y la calidad ambiental de la vida en la ciudad. A este escenario se suma la creciente búsqueda de terrenos de gran área y ubicación estratégica para realizar inversiones de tipo industrial, proceso que en la última década define la dinámica del valle de Lurín, el llamado «último valle verde de Lima».
El mes pasado la Municipalidad Metropolitana de Lima dio un importante paso en la defensa del Valle de Lurín al aprobar la ordenanza 1551, que deroga tres ordenanzas anteriores que posibilitaban la instalación de industrias en el «trapecio de Lurín», denominación que recibe el área urbana de la cuenca baja del río. Sin negar la trascendencia de la norma, es preciso señalar que ella no es suficiente si se toma en cuenta otro de los movimientos de presión contra el valle: el desarrollo de proyectos inmobiliarios.
El sur de Lima vive hoy el mismo proceso que llevó al agotamiento y virtual desaparición del valle del Chillón, al norte de la ciudad. Las grandes empresas inmobiliarias siguen buscando suelo nuevo donde realizar habilitaciones urbanas para proyectos de vivienda, actuando muchas veces en el margen de la legalidad y casi siempre desarticulados de los planes urbanos de los distritos. Atacados por la pequeña corrupción o débiles en sus poderes de control y fiscalización, las autoridades van cediendo a la presión por urbanizar, soslayando los futuros problemas que ocasionará el aumento de la densidad poblacional, la cobertura de servicios –municipales y no municipales– y, en muchos casos, la segregación territorial y social que acompaña a los proyectos de vivienda de tipo condominial que, literalmente, se cierran al entorno social y al tejido urbano inmediato.
La situación es más compleja si se tiene en cuenta que este tipo de desarrollo inmobiliario es el que promueve el sector formal de la construcción, cuyas inversiones estratégicas se desplazan ahora a lo que llaman la «Lima Periférica», buscando realizar vivienda a gran escala, formalmente destinada a resolver la demanda de los sectores D y E, aunque queda distinguir si se trata de proyectos respaldados por el programa Mi Vivienda (dirigido a sectores medios), Techo Propio (sectores populares) o lotizaciones (venta de suelo no urbanizado, no de vivienda), como las que efectúan actualmente diversas inmobiliarias sobre terrenos en el valle de Lurín (distritos de Lurín y Pachacamac), cuya zonificación se encuentra no resuelta o en conflicto, propiciando la especulación y el tráfico de influencias que acompañan la agresión contra el valle.
El gran reto de la Municipalidad Metropolitana de Lima será armonizar las iniciativas de los inversionistas industriales y el empresariado inmobiliario con el objetivo de preservar el valle. En lo inmediato, apremia establecer un control más minucioso y mayor transparencia de los expedientes de habilitación urbana que reciben los municipios distritales. De fondo, lo que se necesita es la definición de la política de vivienda de la ciudad, a partir de la cual decidir las áreas susceptibles de urbanización y los sectores que tendrán prioridad en la atención a su problema de vivienda. Esto ayudará a estimar los costos y las fuentes de financiamiento de la opción «mantener el valle», el único valle verde que le queda a la metrópoli limeña.
desco Opina - Regional / 26 de setiembre de 2011Programa Urbano
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2 comentarios:
¿Qué se podrá hacer en nuestra sociedad, en la que para beneficio de los traficantes de tierras, (porque eso es lo que son las inmobiliarias y los invasores de tierras), no sigan malogrando la sociedad peruana, desapareciendo las tierras agrícolas del Perú?
El hecho de que haya una zona territorial en disputa entre los municipios de Lurín y Pachacamac, abona para que esta gente inescrupulosa, y traficante de tierras agrícolas hagan lo que quieran.
Es igual que esos casos de las zonas de Barranco, e incluso en La Molina, se están construyendo inmensas moles, pisoteando derechos de los vecinos, en clara muestra de desprecio a las leyes y falta de un mínimo de sentido común, para saber ver que es bueno y malo en una obra de ese tipo. Los alcaldes y su equipo gobernante son cómplices en ésto.
Aún cuando el Municipio de Lima, por obra de Susana Villarán, protege la zona verde de Lurín, ésto sólo durará la gestión de Susana, (por eso es que lo quieren vacar, y a eso se suman los transportistas mafiosos). Cuando se acaba este gobierno municipal, y entre otro "Casteñada",que sólo piensa en sembrar cemento, la zona verde de Lurín va entrar en un proceso de desaparición, como el Chillón, o como el valle de Rimac mismo. No hay conciencia en los gobernantes. Aquí se necesita una Ley, no simples Ordenanzas, que viene otro y lo deroga y abre la posibilidad de destruir lo único que queda.
Ahora entiendo también porque no se cuida los canales de regadío en Lurín. ¡Claro ya no está en la agenda política del gobierno municipal ni nacional! ¡malditos políticos, traficantes!
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