La llegada de la temporada de verano trae consigo cambios importantes en la vida urbana para todas y todos. Es un momento en el que el uso intensivo de los espacios públicos en Lima, hace evidente las carencias temporales y la falta de atención a demandas básicas para mínimos aceptables de calidad de vida urbana.
Entre las carencias destacadas en la ciudad de Lima, está la falta de áreas verdes de recreación, parques y plazas públicas con buen mantenimiento para el uso de las y los ciudadanos. Principalmente en los barrios. Ante ello, es urgente invertir en el mejoramiento de dichos espacios públicos, que en esta temporada, son constantemente visitados por familias de Lima y otras regiones; así como garantizar el funcionamiento del transporte público masivo que adolece en medio del agotador y sofocante tráfico de la ciudad.
La inseguridad ciudadana, instalada como preocupación central de los vecindarios, y los latrocinios en las obras municipales y del gobierno central, las demandas por más y mejores áreas verdes vecinales; aparecen para algunos como asuntos exquisitos y de menor prioridad, frente a problemáticas como la ausencia de redes de agua potable y para consumo en las ciudades de la costa, la sierra y la Amazonía.
Sin embargo, las estadísticas sobre Lima son aplastantes al revisar la calidad de vida de sus habitantes respecto al tránsito, la diversa contaminación ambiental y la mala distribución de las áreas públicas existentes. Lima es una metrópoli que está muy por atrás en las encuestas que miden la oferta urbana (pública y privada) de servicios vecinales urbanos –propios de grandes ciudades o metrópolis– como son el transporte público masivo no contaminante y de calidad, acceso masivo a Internet con wifi abierto en espacios públicos, baños públicos gratuitos con políticas de género, parvularios y servicios para ciudadanas y vecinos ancianos, una adecuada iluminación nocturna y paraderos acogedores para pasajeros escolares, mujeres y cualquier ciudadano.
Diariamente, el Estado se pone de espaldas a la población limeña y sus urgentes necesidades. El alcalde metropolitano, Rafael López Aliaga, aspirante a presidente de la República 2026, ha priorizado acciones ridículas que ponen a la población en un estado de abandono, como su apuesta terca por seguir construyendo playas artificiales en parques zonales y la donación sospechosa de locomotoras de casi 40 años de antigüedad. No cabe duda que su incompetencia pervierte el sentido de urgencia de una ciudad que hace buen tiempo ha sido sobrepasada por la delincuencia.
Recordemos que el verano aparece como una buena ocasión para promover la apertura de espacios públicos para la comunidad, sobre todo de aquella que, debido a sus condiciones económicas y sociales, no pueden acceder a áreas recreativas o de descanso, como parques, lozas deportivas, etc., y por el aumento de la precariedad que cada día explota más el tiempo libre de las familias. Para lograrlo es indispensable superar las estrategias individualistas que priorizan el mercado y su funcionalidad, para dar paso a una gobernanza colectiva, que apueste por la recuperación de espacios tomados por la delincuencia y la mala gestión de las autoridades.
La dotación de áreas verdes, en cada barrio y distrito, es un indicador público del grado de desarrollo que hemos alcanzado en una perspectiva de democratización de la ciudad. Está más allá de las luchas contra la privatización de los espacios colectivos, públicos, de la urbe ya existentes en todos y cada uno de sus distritos. Es una demanda por mayores derechos que permitan disminuir las grandes diferencias sociales que nos caracterizan y recibir, del Estado y del municipio, ofertas atractivas de recreación y entretenimiento cultural, como cabinas de Internet, bibliotecas, espacios para la práctica del baile, para exposiciones fotográficas, de pintura y actividades teatrales. Estas pueden resultar de formas de organización democrática como lo son las juntas de vecinos de edificios, condominios, grupos residenciales y otros, aplicables al mejoramiento de las ciudades, los barrios y las propias viviendas.
Salta a la vista la necesidad de un plan verdaderamente concertado con todos los que vivimos en los distritos y el conjunto de la metrópoli. Un Plan que no existe, planes que nadie conoce o planes que sirven solamente para mostrarlos como un elemento decorativo de cumplimiento de la norma. La exigencia es que sean planes construidos de una manera verdaderamente participativa en una ciudad caótica que requiere un orden que tiene que venir de la autoridad, pero en el cual tiene que participar el ciudadano y comprometerse también a hacerlo realidad.
La construcción fallida de un puente peatonal innecesario e inconsulto, iniciado por un par de alcaldes distritales, es un mal ejemplo de cómo, por falta de canales institucionales de participación y diálogo, millones de personas que van a la playa en Lima verán afectada su calidad de vida los próximos meses, al impedir un buen uso de los reducidos espacios públicos con los que contamos.
desco Opina - Regional / 20 de diciembre
descoCiudadano