Conforme pasan los días, la distancia
entre el Presidente Vizcarra y el Congreso de la República se profundiza, todo
indica que irremediablemente. El debate ya instalado sobre el adelanto de
elecciones demandado por aquél, desde su discurso de Fiestas Patrias, subió
significativamente sus decibeles tras la decisión gubernamental de suspender la
licencia de construcción de Tía María (Consejo Nacional de Minería). La
filtración de las conversaciones del mandatario con distintas autoridades
arequipeñas fue el combustible que, desde entonces, cual fantasma, atraviesa
muchas de las críticas a la intención del Ejecutivo de acortar el mandato de la
representación nacional y el suyo propio.
En este escenario, la élite, también incómoda
con la decisión de Vizcarra de impulsar el adelanto de las elecciones optó por
romper palitos con un Ejecutivo que no sienten suyo y un discurso que exige
orden, volviendo a la manida agresividad contra los movimientos sociales y el ejercicio de sus derechos. No obstante, la altisonante campaña emprendida desde ese
momento, inicios de agosto, las encuestas recientes evidencian que su impacto
en la temperatura de la opinión pública nacional no es significativo. Aunque la
percepción de la situación política general es definitivamente pesimista, la
aprobación presidencial, sin ser mayoritaria, subió 7 puntos en un mes,
llegando al 47%, en contraste marcado con el Congreso, 8% con 3 puntos menos.
65% se manifiesta a favor del adelanto electoral y 75% apoya algún tipo de
salida a la crisis política que supone un cambio tanto en el Congreso como en
la Presidencia el 2020.
El sondeo ratifica también la pobre
percepción que tiene la opinión pública del Congreso de la República y sus
motivaciones para oponerse a la propuesta –90% cree que es por prolongar sus
ingresos hasta el 2021 y/o defender privilegios como la inmunidad parlamentaria–,
tanto como de la capacidad de gobierno del mandatario: 55% que
llega hasta el 70% cree que no tiene claro un plan de desarrollo del país.
Tales resultados se entienden mejor, cuando en la misma encuesta encontramos
que 63% le da la razón a la población del valle de Tambo, 56% apoya la
suspensión de la licencia, 53% se manifiesta de acuerdo con el paro regional de
Arequipa y sólo 10% cree que el proyecto debe continuar.
La CONFIEP, distintos sectores
empresariales y diversos formadores de opinión pública, cegados por sus
intereses más inmediatos, pero también cada vez más temerosos por la marcha de
los alcances de las investigaciones sobre la corrupción en el país –Lava Jato y
Cuellos Blancos– que escalan un paso más con la decisión de colaborar de los
principales ejecutivos de Graña y Montero, denuncian que las debilidades del
gobierno y su antifujimorismo, lo llevan a ceder “ingenuamente a las fuerzas desestabilizadoras del sistema democrático y del modelo económico”. En su
carátula de la semana pasada, Caretas mostró a Vizcarra con un polo,
indicando que “cambió de camiseta”, obviando que desde los primeros meses de su
gestión, el mandatario se caracterizó por su pragmatismo para supervivir dentro
del modelo a los varios grupos de presión.
Así las cosas, el desenlace es incierto.
En un escenario de actores definitivamente débiles, el Presidente, en reciente
entrevista en Hildebrandt en sus Trece,
afirma que mantiene su apuesta, porque no encuentra otro camino, aunque es
claro que no dispone de los votos que requiere su propuesta en el Congreso. La
mayoría congresal, cada vez más variopinta, tampoco los tiene para vacarlo y
recurre al «refuerzo» de distintos juristas, como si la esencia del problema no
fuera política. En este contexto, el diálogo presionado por el decimonónico Presidente del Congreso
en medio de una graciosa combinación de «buenas formas» y «pechadas faltosas»,
parece condenado a terminar como empezó, con actores manteniendo su posición
irreductible, mientras va pasando inexorablemente el tiempo, lo que supone la
derrota del Ejecutivo.
La baraja del Presidente podría mejorar
si la movilización de la calle convocada para el 5 de septiembre próximo
resulta exitosa. Parece claro que la gente, acicateada por la gran desconfianza
de muchos años de pésima política y por las evidencias de la gran corrupción
que la alcanzan, apuesta a que se vayan todos. Sin embargo, hasta ahora, si
tiene que apoyar a alguien en este escenario, ese es Martín Vizcarra. Máxime
cuando el Congreso carece de una agenda que proponga los cambios legales que
dice que el país necesita. Siendo incierto el desenlace, como lo hemos dicho,
es a plazo fijo y está próximo, pero también puede ser de continuidad por la
falta de fuerza y capacidad de los actores. Lo que sería trágico para el país.