desco Opina - Regional / 27 de marzo de 2009
«Este cholo es peligroso, sabe leer ». Esa vieja frase aún mantiene vigencia, pues parece haber intereses que limitan los necesarios cambios que se deben hacer en la educación de la selva rural y que más bien promueven la idea de que ese poblador sólo necesita saber leer, escribir, sumar y restar para continuar con las actividades económicas relacionadas con la amazonía. Si el mundo globalizado exige competitividad –y el conocimiento es la principal herramienta del desarrollo individual y colectivo– ¿por qué no aplicar soluciones creativas para mejorar las enormes falencias educacionales del ámbito rural, especialmente entre las mujeres? ¿Es acaso posible negar que el acceso a una educación de calidad es discriminatorio en nuestro país? ¿Se estarán dejando fermentar esas condiciones de analfabetismo funcional para consolidar exclusiones?
Como es costumbre, las autoridades aseguran que los objetivos educacionales se cumplen con la rehabilitación de la infraestructura, la selección y asignación de maestros, la provisión y distribución de material educativo, la masificación de las matrículas, dejando entrever que de esa manera nuestro sistema educativo podría alejarse de los más bajos niveles de rendimiento en América Latina, según los resultados de diferentes pruebas internacionales.
La educación no es una cifra estadística, sino un derecho que acerca al individuo a su desarrollo integral, y así debería entenderlo el Estado. No negaremos que ser más exigentes en la selección del personal docente y mejorar la infraestructura educativa incidirán en algo para reducir las negativas cifras que nos han colocado en ese lamentable puesto, pero no es suficiente. En un país en el que más del treinta por ciento de la población escolar vive dispersa en zonas rurales andinas y de selva ¿puede seguir cometiéndose el error de aplicar una sola plantilla educativa a nivel nacional? ¿Son válidos los mismos horarios y los mismos conceptos pedagógicos para todo el país? ¿Acaso se espera salir de ese último lugar sólo en los predios urbanos, aunque a los niños del campo soterradamente se les niegue el derecho al desarrollo?
Soportando condiciones climáticas y morfologías geográficas difíciles, muchos educandos de la selva peruana caminan varias horas diarias para llegar a la escuela rural. Ocupan edificaciones precarias, comparten carpetas y el entorno adverso no los deja concentrarse. La única aula que existe cuenta con un solo maestro que atiende a todos los grados primarios de manera simultánea. En más de una zona de la selva peruana se pretende aplicar la educación bilingüe (castellano y lengua nativa) y es allí cuando reciben un impacto cultural agresivo, al intentar emplearse conceptos para los cuales no existen traducciones posibles.
No estamos en contra de la educación bilingüe como mecanismo para proteger el derecho de los pueblos nativos a mantener su identidad cultural. Sin embargo, esta no puede ser entendida como la mera traducción de textos escolares. Debe, sobre todo, capacitar para la acción en contextos culturales diferentes, promoviendo la integración y potenciando la identidad. Al respecto, se ha hecho poco o nada.
Los resultados ante esta situación son previsibles. Según datos del INEI, más del 10% de la población rural de la selva peruana es totalmente analfabeta y algunos estudios afirman que casi un 30% de los adultos de nuestra amazonía, abandonó la escuela en los primeros años de educación primaria. Más aun, los emigrantes andinos que se han trasladado a la zona agravan el problema, en tanto su situación educativa no cambia ante contextos tan desoladores.
Demás está decir que estas alejadas escuelas raramente reciben algún tipo de supervisión de las autoridades del sector, por lo que quedan expuestas a la vocación y buena disposición de los maestros asignados y al poco control que pueden ejercer los padres de familia sobre la calidad educativa que se imparte al alumnado.
Por otro lado, la educación secundaria se concentra en las localidades de mayor densidad poblacional –más distantes aún que las escuelas rurales para la población del campo– y esa es la principal causa para que exista un alto índice de deserción escolar, ya que cuando los padres y tutores no tienen posibilidad económica de contratar alojamientos, generalmente dan por concluido el periodo escolar de sus hijos, virando las prioridades hacia tareas productivas que aportan a la economía familiar. Si la educación secundaria completa sólo se halla en los centros poblados medianos de la selva y económicamente no está al alcance de todos ¿por qué no se construyen alojamientos para los estudiantes que provienen de las zonas más alejadas? Con ello se aprovecharía al máximo la capacidad instalada de la infraestructura educativa, implementando turnos de mañana y tarde, con lo que se comprimirían sus días lectivos semanales y se mejoraría sustancialmente la continuidad escolar.
Asimismo, aunque existe una importante oposición al trabajo infantil y juvenil, no se puede desconocer el rol que cumple en la economía familiar. Sus aportes en la siembra y cosecha son esenciales para la sobrevivencia del hogar rural. Por eso, las cifras oficiales señalan que la deserción escolar y el ausentismo se incrementan en esas épocas pero, como sabemos, los planes curriculares no están adaptados a esta realidad.
En suma, con la aplicación de un sistema de educación tipo internado se resolvería gran parte de la problemática rural, favoreciendo tanto a alumnos, como a maestros y padres de familia. Los alumnos no verían truncas sus posibilidades de culminar la educación secundaria, los maestros –que en su gran mayoría proceden de zonas distintas a las de su centro de labores– podrían reprogramar sus días para las gestiones ante las autoridades del sector o invertir más tiempo en formación profesional complementaria, y los padres de familia podrían involucrarse más abiertamente en la formación de sus hijos sin comprometer sus alicaídas economías.
Desde los programas sociales, podría reprogramarse el gasto de la alimentación y materiales educativos, cuya distribución en muchas zonas netamente rurales sólo alimenta redes de corrupción y burocracias ineficientes. Reasignando y capacitando personal auxiliar se brindaría tutela moral, emocional y sicológica, además de orientación vocacional vinculada con su ámbito geográfico. Este nuevo formato de educación secundaria rural con internamiento, ¿no sería tanto o más importante que aquel colegio secundario, reservado para los alumnos de mayor rendimiento, planteado desde la Presidencia de la República y que, en definitiva, sólo serviría a los centros urbanos medianos y grandes y muy poco o nada a los jóvenes del campo?
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