jueves

Historietas de piratas, corsarios y filibusteros



Son dos los temas que se entretejen esta semana en el escenario político del Perú que atraen nuestra particular atención, destacando en el día a día de la política del verano nacional. Por un lado, están las movidas  del mediático militar retirado y ex ministro del Interior Daniel Urresti, quien luego de salir del gabinete anunció su ingreso a la política con el Partido Nacionalista, y por otro, el anuncio público vía informe televisivo del procesamiento en el que se encuentran al menos dos suboficiales, miembros de la Marina de Guerra del Perú, acusados de espiar para Chile.
La noticia de la decisión del general EP en retiro Daniel Urresti de solicitar su inscripción como militante del Partido Nacionalista produjo diversos comentarios, varios de ellos confluyendo en pronosticar una posible candidatura presidencial basada en su popularidad, en un momento en el que son muchos más los que salen del partido de gobierno que quienes ingresan a sus filas.
En el caso del espionaje (industrial, aparentemente) la información no deja de ser confusa y sus efectos son poco menos que curiosos. Y es que solamente se sabe que se ha producido un espionaje por parte de tres suboficiales de la Marina de Guerra, quienes venían siendo procesados desde hace varios meses de manera reservada por su Arma, cuyas pruebas son documentos encriptados y, por tanto, se desconoce la materia específica de este delito. Lo concreto es que este hecho le permitió al Presidente de la República convocar al Consejo de Seguridad Nacional a los renuentes líderes del fujimorismo y aprismo quienes habían expresado su desinterés por acudir a un llamado anterior hecho por Ollanta Humala. Esta jugada le ha permitido al presidente, provocar algo muy parecido a un jaque a ambos líderes de la oposición y obligarlos a sentarse en su mesa para respaldarlo. Punto para Ollanta en este set al obligar a ello a Keiko Fujimori y Alan García.
En nuestra evaluación de la coyuntura ambos sucesos se trenzan pues sirven para fortalecer, o al menos darle algún aire al gobierno y al Partido Nacionalista en un momento crítico. En ambos casos el efecto inmediato de estas noticias es que sirven para la protección del jefe de Estado. Claro es también que constituyen solamente un débil aliento de corto plazo en medio de una estrepitosa caída de la popularidad del presidente y señora. Pensamos que han de servir de poco, pues finalmente son más apariencias que una efectiva recuperación de poder para Humala.
Dudamos por cierto que Daniel Urresti, seriamente encausado por su compromiso en el homicidio del periodista Bustíos, apenas pueda ser otro hombre y transformarse en un candidato presidencial con alguna opción sensata de éxito. Lo imaginamos  tan solo como la pequeña locomotora que arrastre algunos vagones más del nacionalismo. Esto es, sea el personaje popular, cabeza de lista, que contribuya a incrementar el respaldo electoral a quienes llevando los colores del humalismo aspiran ingresar al próximo Congreso Nacional, ahora que Nadine Heredia cae en desgracia y Ana Jara no levanta cabeza. Finalmente, su paso por el escenario de la política nacional es más parecido al de un personaje de opereta, burlón, grotesco y chocarrero, que una figura que encarne principios y valores.
Más serio y complejo aparece el acontecimiento del presunto caso de espionaje de suboficiales de la Marina por lo que significa para la institucionalidad de la Marina de Guerra del Perú. Por lo pronto su página oficial en la web no se da por enterada de estos sucesos y el tema se maneja «políticamente» desde el Ministerio de Defensa. Esto nos hace suponer que es el gobierno peruano quien le ha subido el tono a este asunto que en hipótesis plausible, podría ser un caso más de privatización mal habida de los servicios de inteligencia naval. Es decir, un caso de incumplimiento de los procedimientos de pesca dentro de las recientemente adjudicadas aguas en la frontera sur, facilitado por información sobre cuándo y dónde se ejerce la vigilancia por parte de la Marina de Guerra del Perú para que barcos chilenos sigan pescando sin autorización en aguas ahora peruanas. Para decirlo de otra manera, no es solo tráfico de información sobre nuestras rutinas de vigilancia marina, sino también de rebote, poner en evidencia la incapacidad naval del Perú para vigilar sus fronteras.  
Así las cosas, ambos sucesos, que en el corto plazo estarían –a criterio de diversos analistas políticos– fortaleciendo la imagen pública del Presidente y el gobierno, creemos que en el mediano y largo plazo le serán absolutamente desgastantes y perjudiciales y podrían implicar la pérdida de «soga y cabra», esto es, el respaldo de la Marina al actual gobierno y que por conveniencias electorales y cambios de correlación interna Daniel Urresti se haga del partido de los Humala-Heredia, convirtiéndose en su nuevo líder nacional.

desco Opina / 27 de febrero de 2015
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